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NOSTALGIA

V

 

Bernardo Monroy

 

I- REALIDAD

II- TONY: RUTINA

III- RUMIKO: SUEÑOS

IV- ÓSCAR: SERVILISMO

 

 

COMANDANTE DUNKELHEIT: PODER

 

¿Es sólo un miedo a la radiación?

¿O acaso un miedo a la guerra?

¿Quizás el pavor a la traición,

la cobardía, la estupidez, la anarquía?

Liubov Sirota, “Radiofobia”

 

 

Qué aburrido es ser omnipotente.

 

Pienso en ello mientras recorro la sala del trono. Hasta hace unos años, mi vida era divertida. Es más: tenía sentido. Todos necesitamos nuestro antagónico, nuestro némesis. Todos requerimos alguien que obstaculice nuestros fines para darle sentido a nuestra existencia. De otra forma, la vida sería muy aburrida.

 

Mi vida es muy aburrida.

 

A veces, me arrepiento de haber mandado a esos muchachos a Mundo Real. Tengo que reconocer que le daban sentido a mi vida. Me falta acción. ¿Qué sentido tiene estudiar una carrera cuando te sabes todas las materias? ¿Para qué jugar un videojuego sin obstáculos ni enemigos? Tanto en el mundo académico como en el ocio uno necesita acción.

 

Ya lo dijo esa brillante escuela de filósofos llamada Def Leppard: Everybody wants a piece of the action. Everybody needs a main attraction. I got what everybody needs. Satisfaction guaranteed. Everybody wants a piece of the action.

 

Camino por mi salón del trono. Le ordeno a mi lacayo que me traiga una copa con vino, pero recuerdo que abandoné a mi lacayo.

 

Oh.

 

Llamo a mis hechiceros y científicos para que abran el portal a Mundo Real. En cuestión de media hora veo en una pantalla un centro comercial visitado por gente vestida con ropa colorida y peinados extravagantes. La pantalla me lleva hasta los pasillos principales, donde se encuentra Tony, alias Electronio, vestido con uniforme de guardia de seguridad. Luego, a una librería. Allí está Saul, atendiendo clientes sin descanso. De nuevo, desplazo la imagen a donde está una tienda de ropa para mujer. Rumiko, siempre sonriente y optimista, dobla blusas y tararea Me enamoré de ti en un bazar.

 

Lo que muchos niños que ven caricaturas en estos tiempos ignoran es que nosotros, los dibujos animados, también los vemos a ellos. Desde otro plano de realidad, pero sabemos lo que hacen como ellos saben lo que hacemos. En teatro le dicen la Cuarta Pared, que comprende mucho más que un muro imaginario: es lo que separa nuestro mundo del universo de guionistas, dibujantes, actores de doblaje, productores. Sólo algunos sabemos cómo romper esa cuarta pared, villanos muy inteligentes y perversos.

 

Skeletor no. Ese siempre ha sido un pendejo. Bueno, bueno, reconozco que hay cierta rivalidad entre él y yo, pero no lo considero un villano digno. Es cierto que ha tenido más temporadas en televisión que yo, pero Skeletor nunca ha derrotado a sus enemigos, en cambio yo, ¡mírenme!

 

Además, su enemigo no tiene nivel. Dejen les digo un secreto: He-Man se hizo la jarocha y se convirtió en She-Ra. El Príncipe Adam que salía con ella no era más que un soldado con la forma cambiada gracias a la magia de Orco.

 

Y si te contara de los Thundercats… Hacían orgías con Cheeta-ra en el cubil felino. Hasta Snarf le entraba. Cuando les pregunté por qué hacían semejantes marranadas, me dijeron que Los Antiguos Espíritus del Mal los obligaron. Ajaaaá, pinches gatos.

 

Gárgamel es otro caso interesante. Él no quería a los pitufos, quería sus casitas. Al hombre siempre le gustaron las drogas, por eso se hizo hechicero. Su favorita era el peyote. ¿Y qué hongo crees que eran las casas de los suspiritos azules? Gárgamel le entraba a todo, ni te imaginas. Su mal humor se debía al síndrome de abstinencia.

 

Alvin y las Ardillas es otro caso: David Seville los explotaba. Igual que los padres de Macaulay Culkin. Pobre Alvin, se hizo alcohólico. Tuvo un noviazgo con Jem y Las Hologramas. Todo terminó cuando ella recibió doble demanda: una por pedofilia y otra por zoofilia.

 

El Inspector Gadget y los putos de C.O.P.S. se dedicaban a extorsionar detenidos en los separos de la policía. Usaban su tecnología de cyborgs para cobrarles protección. Según me enteré, el Dr. Claw les puso una denuncia por abuso de autoridad.

 

La cantidad de chismes que puedo contar sobre los dibujos animados de los ochenta es inmensa, hasta estoy trabajando en un libro autobiográfico: TRIUNFÓ EL MAL: MEMORIAS DE UN VILLANO MUY ANIMADO. En algo he de entretenerme ahora que mis enemigos fueron derrotados.

 

A decir verdad, a veces no me considero malvado, soy más bien una fuerza destructora, inevitable. Soy como la radiación de Chernóbil, como el virus de SIDA que se está empezando a propagar poco a poco, como la explosión ocurrida en México en San Juan Ixhuatepec con sus 200,000 metros cuadrados destrozados. Soy inevitable, los villanos existimos porque debemos existir. Soy la explicación al “Problema del Mal” que Epicuro, Santo Tomás y otros pinches ociosos de ese calibre han filosofado durante siglos, y no soy un académico o un pensador, sino un villano bidimensional.

 

Salgo de mi castillo y camino por las calles de mi reino. La gente huye al verme. Por ociosidad, destruyo una de sus casas, mato a sus hijos, sodomizo a sus mujeres y a los cadáveres de sus hijos y los escombros de sus casas. Regreso a mi fortaleza y bajo al salón de tortura, donde hay personas agonizando. Bostezo. Vuelvo a mi sala de trono. Les ordeno a mis científicos y hechiceros, una vez más, abrir la pantalla que me permite ver el Mundo Real. Hay muchos villanos como yo en Mundo Real: Miguel de la Madrid, Yuri Andropov, Ronald Reagan, Raúl Velasco y Juan Pablo II. Estos últimos son lo peor de lo peor: uno está infectando las mentes de los niños con música de mierda y el segundo mete sus narices blancas donde no debe.

 

En la pantalla veo celebridades, políticos y gente de todos los días. Me concentro de nuevo en el centro comercial Plaza San Miguel. Allí están los cuatro dibujos animados humanizados. Tres de ellos enemigos míos y el cuarto, un idiota cuya existencia nunca me importó. Está atardeciendo. Cuando cae la noche los locales del centro comercial se cierran y tanto empleados como clientes, personal administrativo y de limpieza se van. Saul, Tony y Rumiko suben a la azotea, hasta el cuarto que han convertido en su hogar, como las Tortugas Ninja hicieron con las alcantarillas, los Cazafantasmas con una vieja estación de bomberos o los Thundercats con el Tercer Planeta. Encienden el televisor y se sientan a ver Antigua emoción, una serie mexicana de historias de terror, al estilo de La hora marcada. Los televidentes aseguran que el creador del programa utiliza zombis de verdad. No lo sé, mi ámbito se limita a los dibujos animados. Es entonces cuando mis hombres conectan mi pantalla tecnomágica con su televisión. Los saludo como siempre:

 

¡Mis queridos enemigos!

 

Ellos responden como siempre. Gritan al unísono:

 

¡DUNKELHEIT!

 

Comienzo mi monólogo villanesco. Les hablo del poder, les hablo de lo mucho que los odio y los desprecio, pero jamás confieso que los extraño, que los quiero de vuelta. Que en ocasiones he pensado rescatarlos del Mundo Real. Les digo que en el mundo sin esperanza en que viven, nunca lograrán acabar con el mal.

 

¡En este mundo se hacen obras buenas! exclama Saul Flynn.

 

¡SÍ! –gritan sus amigos.

 

¿Ah, sí? –pregunto—. Denme ejemplos. No me vayas a decir que la obra de Juan Pablo II, porque ese travestido sólo persigue sus intereses. No te creas esa imagen de Gepetto haciendo Pinochos que le da al mundo. Anda de puta ligando con Reagan para acabar con la Unión Soviética, nomás espérate y verás.

 

Canciones como “We are the world”, “Bangladesh”… Eventos como el LiveAid, “Solidaridad”…

 

Suelto una carcajada. Estridente, exagerada, prolongada: la mítica “risa diabólica” de villano de caricatura ochentera. Dura quince minutos. Mientras me río, Saul se pone a leer, Rumiko se lima las uñas y Tony bosteza. Cuando termino les cuesta trabajo ponerme atención.

 

¿En verdad crees que están ayudando a la gente? Okay, okay, “Bangladesh” de George Harrison te la paso. Las ganancias siguen llegando a UNICEF, pero el resto son una pendejada. “We are the world” es un ejemplo de hipocresía: Michael Jackson se fusiló ritmos de inglesas negras. Hasta Cindy Lauper dijo que parece tonadita de anuncio de jarabe para la tos. En cuanto a Live Aid todo el dinero desapareció gracias a la burocracia. Además, ¿tú crees que a los pobres famélicos de África les interesa quién putas es Bruce Springsteen? En cuanto a esa mamada del video y programa “Solidaridad” es una farsa, y la canción está como para que les lance una bomba atómica, sobre todo la letra: El campesino y la gran empresa, unidos por naturaleza, hay que acabar con la pobreza. No mames. Lope de Vega y Marx han de estar berreando en sus tumbas.

 

¿Ya acabaron su debate sobre música? pregunta Rumiko. Ni parecen enemigos mortales, caramba.

 

Saul y yo nos quedamos callados, asimilando sus palabras, que son bastante certeras y atinadas.

 

Tan sólo quería saludarlos, queridos enemigos míos digo. Advertirles que no los extraño, que me encanta verlos hundidos en Mundo Real. Que los desprecio inmensamente y no los necesito. Nunca he sido más sincero.

 

¿Y Óscar? pregunta Tony.

 

Les ordeno a mis sirvientes desconectar el portal. Vuelvo a mi vida monótona, aburrida, sin chiste.

 

¿Quién diablos es Óscar?

 

Concluirá…

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Imagen de cabecera: «Bad to the Bone» de Rocky Davies.

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MonroyBernardo Monroy nació en 1982 en México D.F. y actualmente vive en León, Guanajuato. Es periodista y ha publicado el libro de cuentos El Gato con Converse y la novela La Liga Latinoamericana; así como la novela electrónica Slasher, disponible gratuitamente en el portal Zona Literatura, y W.M.D. y Segunda Temporada, aquí, en Penumbria. Es aficionado a los videojuegos, los cómics y los géneros de terror, fantasía y ciencia ficción, y escribe porque está frustrado, ya que nunca pudo ingresar a la Escuela de Jóvenes Dotados del Profesor Xavier. Sus textos han sido traducidos al klingon y al élfico.