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RIFKIN´S FESTIVAL

un romance equivocado en el lugar adecuado

 

Adrián “Pok” Manero

 

Últimamente siento como que Woody Allen ha estado haciendo películas con los ojos cerrados y atado de manos. No lo digo como algo malo, más bien quiero decir que puede hacer una película con el mínimo esfuerzo, casi casi en automático, y el resultado será satisfactorio para la mayoría de su público habitual. Hay un standard de calidad en sus trabajos recientes, los cuales pueden estar lejos de ser obras maestras pero también están lejos de ser pésimas películas. También son bastante disfrutables y divertidas. Ese es el caso de, por ejemplo, su anterior esfuerzo Un día lluvioso en Nueva York (A Rainy Day in New York, 2019).

Rifkin’s Festival es ligeramente superior que esas otras películas. Tampoco es una obra maestra, no es tan buena como La provocación (Match Point, 2005) o alguno de sus mejores trabajos previos, tampoco es tan encantadora y complaciente como Medianoche en París (Midnight in Paris, 2011), aunque se acerca a ésta última. Así como en esa película el personaje de Owen Wilson interpreta a un artista desencantado que se desenamora de su pareja y se ve infatuado por una mujer inalcanzable al tiempo que revisita la nostalgia a través del contacto con cosas maravillosas del pasado, aquí tenemos a Wallace Shawn interpretando al perenne personaje Alleniano en una situación similar, pero para él el contacto con el pasado es al experimentar partes de algunas de las más grandes obras del cine a través de sus sueños, como un sutil elemento ligeramente fantástico. De esta manera, se nos muestran parodias/homenajes al Ciudadano Kane de Orson Welles (Citizen Kane, 1941), 8 ½ de Federico Fellini (1963), Jules y Jim de François Truffaut (Jules et Jim, 1962), Sin aliento de Jean-Luc Godard (À bout de soufflé, 1960), Un hombre y una mujer de Claude Lelouch (Un homme et une femme, 1966), El ángel exterminador de Luis Buñuel (1962) y, desde luego, siendo Ingmar Bergman el director favorito de Allen, tres de sus obras maestras son referenciadas aquí: Fresas silvestres (Smultronstället, 1957), El séptimo sello (Det sjunde inseglet, 1957) y Persona (1966). Me imagino que, para quienes no hayan visto estos clásicos, la película puede resultar un tanto hermética (debo admitir que nunca he visto la de Lelouch, así que tuve que investigar cuál era), pero ahí radica parte del mensaje de este filme: es importante conocer —y admirar— a los clásicos.

Hay un gran amor por el cine en esta cinta, no sólo en esas recreaciones que pueden parecer gratuitas para algunos, sino también en la forma en que el personaje de Shawn recuerda lo mucho que le gustaba dar clases de cine. Claro está, Allen también aprovecha la oportunidad de expresar algunas de sus opiniones tanto del cine estadounidense como de lo que ocurre en la mayoría de los festivales de cine contemporáneos. Está plenamente consciente de que la industria fílmica de su país se basa en ilusiones, con Hollywood comerciando con fantasías placenteras que, por entretenidas que sean, carecen de profundidad real. Pero también está la otra cara de la moneda, con festivales internacionales que elogian y reverencian a jóvenes directores que pueden ser tan superficiales como la llamada Tinseltown, haciéndoles creer que de hecho son visionario y por ende evitando que puedan madurar para convertirse en veteranos conocedores con el paso del tiempo.

Otro tema importante en la película es precisamente el de los temas, pues el protagonista declara que sólo le interesan las “preguntas importantes” que casi nadie se molesta en plantear, mientras que la película lo hace con ligereza y candidez. Como siempre con Allen, tenemos un matrimonio fallido, la incompatibilidad en una pareja (en especial dada la diferencia de edad), la ligera incomodidad de ver a un anciano cortejando a una mujer joven y bella (aunque sin esperar gran cosa, siendo realista y autocrítico) y un protagonista fuera de forma, neurótico, a veces desagradable y rayando en lo pedante. Tiene algunas notas amargas hacia el final, pero me imagino que Allen se ha ablandado en su vejez por lo que optó por cerrar las cosas con un sentimiento más alegre. Entonces sí, es lo que podemos esperar de una película de Woody Allen. Por ende, si les gusta su acostumbrado estilo y son fans de las películas europeas viejitas (aunque la de Buñuel es mexicana), puede que disfruten de ésta. Yo sí lo hice.

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Adrián “Pok” Manero, tras años como lector asiduo, decidió que el siguiente paso en su manía consistía en elaborar sus propias ficciones. Se dedica compulsivamente a leer comics y libros y a ver películas. Quisiera ser como los gatos y disfruta escribiendo sobre sí mismo en tercera persona.

@PokManero

 

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