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SUPREME: BLUE ROSE

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Warren Ellis visita Twin Peaks

(Warren Ellis & Tula Lotay, Image, 2014)

 

Pok Manero

Warren Ellis (el escritor británico, no confundir con el músico australiano que colabora con Nick Cave) es, sin duda, uno de los mejores escritores de comics que hay. Definitivamente es uno de mis favoritos, comparte el mismo lugar que ocupan en mi corazón Neil Gaiman, Alan Moore y Grant Morrison (mi equivalente a la santísima trinidad). Con una carrera de más de veinte años, ha escrito varios comics que se encuentran entre mis favoritos de todos los tiempos, a saber: Orbiter (con Colleen Doran, Vertigo, 2003), Planetary (con John Cassaday, Wildstorm, 1999-2009) y Global Frequency (con doce grandes artistas, uno en cada capítulo, Wildstorm, 2002-2004).

 

Siendo él un transhumanista (dícese de aquellos quienes están a favor del mejoramiento del ser humano a través de la tecnología), gran parte de su obra es conformada por relatos de ficción especulativa sofisticada y muy bien documentada, mostrando las ventajas a las cuales nos puede llevar el buen uso del progreso tecnológico (y las pesadillas que puede ocasionar su mal uso) no sólo en el futuro -ya sea cercano o distante- sino también en el presente en que vivimos. Adicionalmente, es un gran escritor dentro del género policíaco o de crimen, y muchos de sus trabajos incluyen un sentido del humor que resulta a la vez retorcido e hilarante. También ha escrito varios comics de superhéroes y un par de novelas en prosa, Crooked Little Vein (uno de los libros más divertidos que he leído, publicado por la editorial William Morrow, 2007) y Gun Machine (Mulholland Books, 2013). Siendo un escritor al cual admiro tanto y cuyos trabajos he disfrutado enormemente, me sorprende notar que hasta ahora no había reseñado nada de él (al menos en esta columna), falta que me dispongo a corregir de inmediato.

Warren Ellis

Warren Ellis

Para hablar del comic que nos atañe, es pertinente una lección de historia. Si no les gusta leer sobre el pasado pueden saltarse este párrafo y los dos siguientes, no es indispensable conocer los antecedentes que compartiré para leer el resto de la reseña ni para leer el comic en cuestión. Pero no se preocupen, no tendrán que memorizar fechas ni les haré examen al final, así que bien pueden tomar asiento y atender a la clase. Supreme es un personaje ya con bastante trayectoria, y una bastante confusa, pero al mismo tiempo se trata de un personaje no muy conocido. Creado por el infame Rob Liefeld (nunca me ha gustado su estilo de dibujo) en 1992, fue parte de la revolución que se dio en los comics cuando se fundó Image (en sí otra lección importante de historia). No tenía gran chiste, se trataba de una copia barata de Superman (hasta en el nombre se parece) pero con la peculiaridad de ser violento, rayando en lo psicótico. Incluso su origen es ambiguo, pues variaba de una historia a otra. Tras pasar por las manos de varios escritores y dibujantes, habiendo incluso tenido más de una muerte -sin que después se explicara su vuelta a la vida cada vez- y con cuarenta números de su serie regular (sin contar sus apariciones en miniseries ni en crossovers), a Liefled se le ocurrió la excelente idea de pedirle nada más ni nada menos que al señor Alan «Watchmen» Moore que escribiera Supreme. Esto, dentro de la decisión que tomó en 1996, bajo la cual contrató a Moore para reestructurar y redefinir a la mayoría de sus personajes. Los reboots a Glory (la copia barata de Wonder Woman) y Youngblood (la copia barata de X-Force) no pegaron mucho, pero Supreme fue el título que más brilló.

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Moore replanteó al héroe dentro de un homenaje al Superman de la Era de Plata, cuando estuvo bajo la dirección de Mort Weisinger. De este modo, nos presentó a Ethan Crane, un dibujante de comics que a la vez sirve como la identidad secreta del superhéroe, que obtuvo sus poderes desde niño al entrar en contacto con un meteorito de Supremium. En veintitrés números (posteriormente recopilados en dos TPs), Moore nos narra una de sus tradicionales historias hiperdensas, repleta de toques metaficticios que analizan la naturaleza del comic como un medio narrativo, al mismo tiempo que nos entretiene con aventuras de una candidez ausente en el resto de los comics contemporáneos. Ethan Crane es el obvio símil de Clark Kent, con Diana Dane como su Lois, sólo que en vez de una reportera estrella aquí es la nueva escritora del comic que él dibuja: Omniman (otra variante del arquetipo de Superman). Ellos interactúan con varios personajes más que completan el elenco de equivalentes: Probe/Suprema (Supergirl), Radar el sabueso supremo (Krypto), Darius Dax (Lex Luthor), Judy Jordan (Lana Lang), Billy Friday (Jimmy Olsen), Kid Supreme (Superboy), Emerpus, el Supreme reverso (Bizarro) e incluso un símil a la JLA en los Allied Supermen of America, que contaban entre sus filas con Jack O’Lantern, Doc Rocket, Storybook Smith, Professor Night y Twilight, the girl marvel (que equivalen a The Spectre, Flash, Johnny Thunder, Batman y Robin, respectivamente). También las localidades tienen sus correspondencias, con Littlehaven ocupando el lugar de Smallville y Omegapolis el de Metropolis. Pero el famoso escritor británico no echó en saco roto las historias previas a su turno en los guiones, sino que las asimiló y al mismo tiempo explicó la diversidad de orígenes y muertes del personaje al plantear que la realidad es una historia siempre cambiante y que cada «revisión» plantea una historia completa por entero distinta a las anteriores aunque conservando similitudes. Es así que todos los Supremes de revisiones previas, incluido el ultraviolento de Liefeld, «viven» su retiro en la Supremacy, una especie de ciudad celestial.

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La historia quedó interrumpida con la quiebra de Awesome Entertainment, dejando una última aventura escrita por Moore sin publicar. En 2012 Erik Larsen, otro de los fundadores de Image, ilustró dicho guión «perdido» y, de hecho, continuó la historia por cinco números más, reviviendo al Supreme violento de Liefeld y medio deshaciendo el trabajo de Moore con el personaje. Incluso realizó un crossover entre Supreme y el Omni-Man de Invincible. Todo esto sirve para que conozcamos lo maleable que ha sido este personaje y que, a pesar de estar basado en otro superhéroe icónico, se pueden contar historias muy diversas con él.

El comic que reseñaré en el presente texto se trata precisamente de la más nueva «revisión» de este mundo, pero haciendo a un lado los aspectos superheróicos para dar pie a una historia a la vez surrealista y existencialista, incluso. Supreme: Blue Rose es una miniserie de siete números que comienza con Diana Dane teniendo un sueño extraño en el cual un chico en silla de ruedas le dice que su mundo tiene apenas cuatro meses de edad, a pesar de que ambos son adultos y han tenido vidas completas. En esta versión ella es una reportera neoyorquina que tuvo un colapso nervioso y perdió su empleo; Danny (Kid Supreme) es el chico de su sueño; Darius Dax es un empresario -un corredor de información- que la contrata para averiguar sobre un incidente ocurrido en Littlehaven cuatro meses atrás cuando -aparentemente- un avión cayó en dicho pueblo; Ethan Crane es otro periodista que está desaparecido desde -y visto por última vez en- el mencionado accidente y Professor Night es un personaje ficticio de una serie televisiva que se transmite desde 1939 y en cuyas aventuras enfrenta a su enemiga Evening Primrose.

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Adicionalmente, una seductora pelirroja llamada Zayla Zarn dice venir del futuro y se lleva a varias personas con ella, entre otros a un novelista llamado Storybook Smith (que se dice puede reescribir la realidad a través de sus libros). Una científica -la doctora Chelsea Henry- descubre una irregularidad en la materia de que está hecha la realidad, generada hace cuatro meses, y que desestabiliza el continuo espacio-tiempo hasta dentro de varios siglos en el futuro. Agentes de ese futuro mandan una sonda –probe, en inglés- para contactar a la doctora Henry con la intención de salvar al mundo. Un hombre con traje de astronauta que se hace llamar Doc Rocket aparece a las afueras de Littlehaven, también buscando a Ethan Crane, y demuestra habilidades de supervelocidad. Darius asigna un equipo de trabajo para que apoye a Diana en su búsqueda: Linda, su chofer personal (con el nombre clave Twilight Girl Marvel) y Reuben Tube, un hombre con una «deformidad» que sólo unos cuantos pueden percibir (entre ellos Diana) con la cual su rostro es imperceptible, pues está cubierto por algo parecido a la estática en una pantalla de televisión. En los sueños de la reportera también aparece un hombre sin cara llamado Enigma, que dice que conoció a Zayla Zarn pero no lo llevó al futuro con ella. Darius Dax tiene en su oficina un gran arco dorado con la palabra Supreme labrada en su parte superior, extraída del sitio del incidente en Littlehaven. Un bar llamado Khrome (como un villano al que se enfrentó el Supreme de Liefeld en los 90) aparece en lugares inesperados. Y así se siguen acumulando los detalles peculiares que a la vez son homenaje a las encarnaciones previas de Supreme y los personajes que lo circundan, así como piezas en un misterio en apariencia inescrutable.

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Si todo esto parece confuso y reminiscente de una película de David Lynch, es más que intencional. De hecho, el subtítulo de Blue Rose es una referencia a la película de Twin Peaks: Fire Walk With Me (1992), sobre la cual se ha especulado respecto a la aparición de una rosa azul en una escena. Según los entendidos, los casos Rosa Azul son algo similar a los Expedientes X, aquellos que no tienen solución y se caracterizan por contener elementos que podrían ser considerados sobrenaturales, dado que las rosas azules no pueden ser encontradas en la naturaleza. Así precisamente se siente este comic de Supreme, en el cual el personaje titular no aparece sino hasta el penúltimo capítulo y, en realidad, no es muy efectivo que digamos. La verdadera protagonista de la historia es Diana Dane, quien a través de su investigación nos lleva por esta serie de eventos raros como una guía dentro de la locura, más que conducirnos hacia una resolución.

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Siento que este enfoque en el personaje femenino podría incluso considerarse como un gesto feminista, dando cabida a una mujer multidimensional que es la principal agente del movimiento narrativo en la historia, contrapuesto a la mayoría de personajes femeninos unidimensionales que sólo sirven para interactuar con los personajes masculinos que abundan en este medio. Esta miniserie pasa desde el primer número la prueba Bechdel y lo hace sin problemas (dicha prueba corresponde a OTRA lección de historia, esta vez sobre comics y equidad de género, que les recomiendo averigüen si no están familiarizados con ella). Incluso, leyendo otros trabajos recientes de Ellis, noté que está desafiando mucho esta preponderancia de personajes masculinos como principales conductores de las historias narradas en viñetas, lo cual me gusta mucho.

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Ahora bien, dije que el comic se siente como una película de David Lynch, pero también se lee como uno de esos comics «fumados» de Grant Morrison en los cuales nada parece tener pies ni cabeza, nos mareamos y nos hacemos bolas, pero al final todo tiene sentido y la conclusión recompensa nuestra paciencia. Aunque, a diferencia de la obra de Morrison, aquí Ellis también transgrede el papel del superhéroe: no vemos ningún traje de spandex, ni despliegues de poderes, ni peleas épicas, ni actos de heroísmo, ni nada por el estilo. Al contrario, las cosas se resuelven de una manera un tanto inesperada, con personajes comportándose fuera de lo acostumbrado, sin un enfrentamiento entre el bien y el mal. Esto puede resultar anticlimático, y seguramente ha ocasionado que mucha gente odie la historia, pero me parece que quienes se quejan de ella son lectores acostumbrados a historias redonditas y con finales claros y cerrados, sin lugar para la especulación. Mas si ustedes son lectores más aventureros, dispuestos a leer una obra que los rete y los desafíe, que les exija una segunda -tal vez incluso una tercera o cuarta- relectura, Supreme: Blue Rose es para ustedes.

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Aun si no conocen la historia previa del título podrán disfrutarla. Digo, si uno sabe de la(s) existencia(s) anteriores de estos personajes hay un plus al encontrar las referencias como en una búsqueda de easter eggs, pero desconocerlos no va en detrimento del misterio en el núcleo de la narración. Y aun si no son fans de la Ciencia Ficción poco convencional ni de Ellis, el arte de Tula Lotay es suficiente para deleitarse la vista. Esta británica, cuyo nombre real es Lisa Wood, asimila una estética clásica que me recuerda al estilo retro de Mike Allred aunque con un toque de realismo logrado con una gran simpleza. Su técnica, encimando imágenes y yendo más allá de los límites de las viñetas, fusiona unos dibujos con otros y logra con sus trazos -y su uso del color- un efecto similar al del collage sin tener que incorporar elementos no realizados por ella, adentrándonos aún más en este mundo laberíntico que nos atrapa en su interior y no nos deja salir de él.

Tula Lotay

Tula Lotay

Quizá la mejor forma de describir este comic que no se deja describir es recurriendo a las palabras de mi colega Ali, quien tras leer el número 1 me dijo que su experiencia fue como cuando tienes un dulce morado y esperas que sepa a uva pero, al llevártelo a la boca, tiene un sabor completamente diferente e inesperado. Así que los invito a descubrir este nuevo sabor misterioso, tal vez no a todos les guste pero será una experiencia memorable.

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pokAdrián “Pok” Manero, tras años como lector asiduo, decidió que el siguiente paso en su manía consistía en elaborar sus propias ficciones. Se dedica compulsivamente a leer comics y libros y a ver películas, quisiera ser como los gatos y disfruta escribiendo sobre sí mismo en tercera persona.

@PokManero