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AKELARRE

una cacería de brujas que sobrevive a los tiempos

 

Israel Yerena

 

En el cine de terror, las brujas son algunos de los “monstruos” más recurrentes y antaños, casi como su existencia misma desde su origen histórico en los mitos, el folclore y la religión. Por ello, no es raro que sean personajes que se adapten a los tiempos, pues si bien antes eran las villanas, ahora, como forma de denuncia y justicia tardía, se les retrata como lo que en verdad fueron: víctimas.

Akelarre (2020), del director Pablo Agüero, ejemplifica perfectamente esto al mostrarnos la historia de Ana, una adolescente quien, junto a otras jóvenes y niñas de su aldea, es acusada de supuesta brujería. Para salvar a sus “hermanas”, se someterá a las horribles torturas de la Inquisición con la intención de demostrar si es o no una bruja… Lo que sea necesario para vivir.

Aunque es importante mencionar desde el principio que Akelarre es una película medianamente entretenida, es su certero y centrado mensaje contra la violencia de género lo que la hace sumamente potente, ya que sin ser pretenciosa ni caer por completo en un feminismo muy marcado, es mucho más crítica y atinada que otras que intentaron lo mismo, como la fallida Black Christmas (2019).

Respecto a sus fallas, el principal punto en contra de Akelarre no es su trama, sino su ritmo, ya que la primera mitad de la cinta puede parecer bastante lenta y por momentos aburrida. Esto provoca que se piense que todo el metraje mantendrá el mismo ritmo y la poca emoción; por fortuna, la segunda mitad se inunda de un buen suspenso y una gran angustia que llega a la impotencia.

Esto último surge al ver el horrible trato, desprestigio y vejaciones que los hombres imponen a las mujeres (¿brujas?). Así, toda esa angustia e impotencia se plasma de forma muy bien lograda en los horribles e injustos juicios con los que se acusa a las jóvenes de ser concubinas del diablo.

Cabe mencionar que los juicios, métodos y “requisitos” que aquí se muestran para comprobar si una mujer era bruja o no, son los mismos que el histórico y verdadero inquisidor Pierre Lacre escribió en su Tratado de brujería vasca.

Es esto último lo que provoca más enojo en el espectador, quien debe ser testigo de cómo una mujer estaba sentenciada a ser tratada como bruja, ser torturada como bruja, morir como bruja, ser condenada a las llamas del infierno como bruja sin importar qué o, en el mejor de los casos, ser declarada inocente con la sentencia de muerte como su única prueba de dicha inocencia.

Por todo esto, el final de Akelarre sabe a libertad, sí, pero también a dolor y enojo. Todo en una gran y simbólica última secuencia. Volemos…

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Akelarre se puede ver en Netflix.

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Carlos Israel Yerena Cruz

Egresado de la carrera de Comunicación de la Facultad de Estudios Superiores Acatlán. 

Contribuyente de la revista electrónica “Encuadres”, escribiendo reseñas y noticias acerca del género de terror.

Titulado mediante la tesis “La masacre de Texas: del asesino histórico al fílmico”.

Amante de los temas tabúes, lo retorcido y lo bizarro, desde muy temprana edad -cuando apenas era un pequeño Ghoul– encontró en el género de terror un refugió en el cual depositar y liberar todos aquellos deseos perversos que crecen hasta en la mente más pura. Sin importar la vertiente, ya sea literaria o cinematográfica, el horror es un género que lo ha sumergido en un mundo que le ha enseñado que, a veces, la belleza más extrema se encuentra en las obras más grotescas.

De estómago curtido principalmente por los filmes slashersel género de horror también le ha demostrado que la mente y la naturaleza del ser humano son, quizá, las fronteras más lejanas y oscuras que nunca terminarán de ser exploradas, pero que piden a gritos que alguien se adentre en ellas. En la literatura, gracias a Lovecraft, ha aprendido que, aunque sea en unas cuantas páginas y en breves oraciones –escritas a veces por las mentes más solitarias e incomprendidas se alberga el horror más profundo de todos, aquel para el que ni siquiera se han creado las palabras ni ojos que sean dignos de describirlo.

¡! ¡Cthulhu fhtagn!

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