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BESTIAS EXTINTAS

QUE SE ESCRIBEN CON Ñ

 

Alicia M. Mares

 

Para viajeros improbables, de Cecilia Eudave

Grandes autoras han homenajeado animales icónicos o a sus criaturas favoritas; sin embargo, Cecilia Eudave ha sido de las pocas en honrar animales que jamás existieron.

O, más bien, ha sido única en el sentido de que se dio a la tarea de escribir un breve cuento que recupera la historia de aquellos animales que existieron hace miles de años, pero que quedaron extintos tras el diluvio de origen divino y casi fueron borrados de los anales de la humanidad.

A partir de esta premisa nace el cuento “Los ñañarapus”, otra evidencia más del colosal potencial imaginativo de Eudave.

Dicho cuento aparece en Para viajeros improbables, recién reeditado por la UNAM en su colección Hilo de Aracne (de la cual Socorro Venegas es directora).

“Los ñañarapus” se ubica en la 3ª sección del libro, pero eso no es impedimento alguno para que se vuelva una lectura memorable.

En este, Eudave combina un estilo narrativo académico —de interés arqueológico y antropológico—, junto con la descripción concisa y maravillada de un bestiario perdido hace mucho, recién recuperado y traducido.

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Animales con Ñ

Reminiscente a las descripciones que otrora hiciera Marco Polo sobre bestias lejanas, “Los ñañarapus” es la historia de cómo Noé construyó diligentemente el Arca, obedeciendo el comando de Dios. Desgraciadamente, por muy devoto que fuera Noé, no era muy buen carpintero, y a mitad del trayecto unas bestias específicas —los ñañarapus— armaron tanto escándalo, azotando las cabezas contra las vigas de madera, que arriesgaron a hundir el Arca y a todos en ella.

De allí la pregunta, la chispa que alumbra este cuento entero: ¿Por qué hay tan pocos animales cuyo nombre incluya la letra ñ? Los ñañarapus, triste ironía, son la respuesta.

Descritos como cabras que soportaban frío intenso, también se les conocía como los animales más amorosos del mundo, pues tras atraer a su contraparte con un estruendoso canto, se emparejaban de por vida.

Y debido a que Noé no había subido a una pareja, sino a dos ñañarapus que se consideraban extraños, estos ya habían creado agujeros en toda la estructura del navío debido a su furia confusa y desagrado.

Ahora bien, más que una reflexión humorística, más que una reconstrucción mítica, el relato es una carta de amor al mismo poder de la imaginación, que se permite preguntarse Qué tal si. Qué tal si todo esto es cierto.

Porque Eudave nombra, aparte, animales que sí sobreviven hasta nuestros días: ñacundas, ñacurutú, ñandúes. Convergen, por lo tanto, la imaginación con la investigación, las posibilidades con las certezas.

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Más que nunca, manticorías

Eudave crea un compendio mitológico en apenas un párrafo, haciéndonos redescubrir el poder del asombro, de sentir que somos niños y es nuestra primera lectura de una fábula:

“Cuando Noé y sus hijos llegaron con maderas, clavos y todas sus fuerzas para tapar los agujeros, ya se habían perdido varios animales que fueron arrastrados por la corriente: los ñacorápidos, una especie de roedor que comían enfermedades y eran excelentes mascotas; los ñarapitas, unos lagartos fosforescentes de sabor afrodisíaco qu estatuían a las lámparas en noches terriblemente oscuras; las ñiratás, culebras venosísimas pero con cuya piel se fabricaban cataplasmas para los dolores reumáticos; las ñioturezas, unas babosas de tamaño descomunal cuyo caparazón se usaba como cazuela; los ñoroyis, caballos miniatura con tres cuernos en la frente y dos en las caderas, poderosos en fuerza y contradictoriamente tan mansos.

Noé no pudo hacer nada para rescatarlos, sólo los miró desaparecer sepultados por el agua”.

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Cecilia Eudave

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 “Los ñañarapus” es un relato de argumento tragicómico —en el que decenas de animales del compartimiento Ñ se ahogaron debido a la pobre planeación de Noé, aunque algunas aves logran sobrevivir—, pero también un ejercicio en creatividad; en una minificción que percibe huecos en la historia humana y los rellena con ternura y maravilla.

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Alicia Maya Mares (Ciudad de México, 1996)

Graduada del 12º Máster en Creación Literaria de la Universidad Pompeu Fabra y correctora de estilo en formación. Trabaja como redactora en una agencia digital. Ha publicado en la sección “Piensa Joven” del Heraldo de México, en las revistas Marabunta, Colofón, Origami y Efecto Antabus, y le lee su columna de revista Palabrerías a sus seis gatos. Creció al lado de un árbol de jacaranda.

Twitter: @AliciaSkeltar

Facebook: @AliciaMaresReading

Instagram: @aliciamayamares

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