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MÁS ALLÁ DE LA DISTOPÍA

el cyberpunk ruso como modelo ontopolítico de resistencia

 

Juan Manuel Díaz de la Torre

 

El término «cyberpunk ruso» puede parecer a simple vista una categoría estética, una variante regional del subgénero de ciencia ficción nacido en el neoliberalismo anglosajón. Sin embargo, esta perspectiva es insuficiente. Más que un estilo narrativo, el cyberpunk ruso constituye una cartografía ontopolítica de los residuos del comunismo real y del capitalismo periférico. Es decir, no se trata de imaginar futuros posibles, sino de representar visual y narrativamente la promesa rota de una modernidad tecnológica que nunca llegó para liberar, sino para perpetuar la dominación. Estamos ante la distopía como residuo ideológico del progreso fallido.

Siguiendo la línea de Donna Haraway, quien propone al cyborg como figura liminal, blasfema y contrahegemónica, puede pensarse el sujeto del cyberpunk ruso como un producto ontológico de la transición post-soviética: un ser sin pasado redimible ni futuro prometido. Esta figura, más que operar en la lógica del héroe rebelde, encarna la condición espectral del proletariado semiocapitalista, hibridado con ruinas ideológicas y prótesis tecnológicas obsoletas.

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Antes del término «cyberpunk« ya existían figuras cyborg en el imaginario soviético. Los hermanos Strugatski desarrollaron una literatura de ciencia ficción que se resiste a la linealidad utópica del marxismo ortodoxo. Qué difícil es ser Dios o Mil millones de años antes del fin del mundo no plantean viajes hacia el progreso, sino regresiones epistemológicas hacia el colapso de la racionalidad ilustrada.

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Hermanos Strugatski

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Estas narrativas, influenciadas por la burocracia soviética, por el estancamiento del pensamiento científico bajo el dogma político, instauran un modelo anticipatorio del cyberpunk. Un modelo que, como menciona Zizek, revela la crisis del universalismo moderno: ya no hay sujeto revolucionario, solo un científico que asiste impotente al desmoronamiento del orden simbólico.

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Con la caída de la URSS, la estética del cyberpunk ruso no surge como una fantasía futurista, sino como una lectura en clave hiperreal del presente. Victor Pelevin, en Generación “P”, expone un mundo donde la verdad ha sido sustituida por el simulacro mediático y la subjetividad ha sido absorbida por la publicidad. En este sentido, el sujeto ruso post-soviético no es un cyborg por incorporación tecno-optimista, sino por colonización simbólica: vive en la membrana creada por gadgets pegados al cuerpo. Una membrana que media entre nosotros y la realidad, que no observamos pero sí sentimos. La realidad está mediada por el filtro de realidad y pantallas creadas por nuestros aparatos tecnológicos pero también estéticos. El celular como creador de realidad y de símbolos, provocando que toda identidad es residual y toda subjetividad es escopofílica.

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Pelevin, como Haraway, subvierte el mito del origen. No hay ni padre simbólico ni futuro redentor. Hay solo mercado, pantalla y melancolía de una ideología muerta. El cyborg ruso no tiene promesa de inmortalidad digital, sino condena a un eterno presente simulacionista.

A diferencia del cyberpunk japonés, que celebra el neón, la velocidad y la hibridación biotecnológica, el cyberpunk ruso opera en un registro estético de la oxidación. No hay hiperconectividad, sino chatarra informatizada. La tecnología no es promesa, sino residuo. Esta dimensión material está profundamente enraizada en la experiencia postsoviética: edificios brutalistas abandonados, fábricas convertidas en centros comerciales y una población que ve en la tecnología una forma de control, no de liberación.

En el cine, obras como Hard to Be a God (Aleksei German, 2013) radicalizan esta estética. En ella, la ciencia y la inteligencia son perseguidas, la modernidad es sospechosa y la civilización, una capa delgada de barro sobre la barbarie. No hay avance: hay estancamiento. El tiempo histórico ha colapsado.

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El sujeto del cyberpunk ruso no es un hacker emancipado, sino un salaryman postcomunista atrapado entre el autoritarismo nostálgico y el capitalismo clientelar. En esta figura converge la crítica de Haraway al cyborg como blasfemia, la crítica de Virilio a la endocolonización y la de Lacan a la mirada como objeto escópico. El cyborg ruso, más que resistir, sobrevive. No habita el futuro, sino el loop perpetuo del trauma: la promesa del comunismo traicionada, la imposibilidad de un capitalismo totalizante, la vida entre prótesis rotas y sueños reciclados.

Más que un subgénero, el cyberpunk ruso es una forma de pensamiento visual. No imagina futuros, sino que resignifica ruinas. No celebra la tecnología, sino que denuncia su incorporación como forma de servidumbre. En esta medida, funciona como una contraestética, una blasfemia narrativa contra el progreso lineal, y una trinchera desde donde repensar las condiciones ontológicas del sujeto en la era posthistórica.

Así entendido, el cyberpunk ruso no es una derivación periférica del canon anglosajón, sino una de sus críticas más radicales: un espejo oscuro que devuelve al centro su rostro espectral, colonizado y terminal.

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Referencias

Haraway, D. (2012). El manifiesto cyborg.

Zizek, S. (1998). Multiculturalismo o la lógica cultural del capitalismo global.

Strugatski, A. y B. (1972-1976). Pícnic extraterrestre, Qué difícil es ser Dios, Mil millones de años antes del fin del mundo.

Pelevin, V. (1999). Generación P.

Gómez Camarena y Aguilar (2022). Sobre la mirada y la aletósfera.

Virilio, P. (1997). La bomba informática.

German, A. (2013). Hard to Be a God (film).

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Juan Manuel Diaz de la Torre

Nací en la Ciudad de México un 11 de octubre de 1985.

Ese día fue viernes y debí nacer a las 6 de la mañana, pero llegué hasta las 8.

Tal vez por eso me gustan los viernes y dormir hasta tarde.

Soy escritor de poesía, cuento, novela y viñeta, aunque mi trabajo diurno es ser profesor e investigador.

En realidad, creo que mi chamba es comunicar: sin importar que sea una reflexión en forma de cuento, un análisis de una película o algún apunte sociológico, lo único que hago es comunicar.

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