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EL ROSTRO INDEFINIDO DEL MAL

 

Amaranta Castro

 

 

En el año de 1986 el mundo recibía It, una de las novelas más emblemáticas del terror y horror en los últimos treinta años. Aquella novela aterraba en sus entrañas por presentar la posibilidad de que un ser amorfo pudiera resucitar cada cierto tiempo para matar a los niños, además de ciertas connotaciones sexuales que se hacen en la obra. Para ese entonces el autor aún revelaba de maneras muy claras la oposición entre bien y mal. En la narración subyace la historia de Henry, un niño trastornado que mata animales y posteriormente a su padre. La novela devela de diversas formas el tema de la pedofilia, el abuso psicológico y sexual, así como la condena de poseer una madre fálica, según los términos psicoanalíticos. Por esa parte, el mal está vivo y avanza en cada página. Por el lado del bien, se presenta a un grupo de niños y una niña, quienes al sufrir dichos abusos –que el lector habrá de interpretar en mayor o menor medida– deciden defenderse desde las raíces de la confidencialidad y la amistad. King nos presenta las secuelas del abuso familiar en un grupo de niños que viven atemorizados por un payaso, quien va dejando claro que su predilección es hacia niños temerosos y abandonados, víctimas de un entorno familiar descompuesto y un contexto social enfermo.

A partir de lo anterior, veintiséis años después, la imagen de lo ominoso se revierte. No hay amenaza tal, no hay dientes desafiantes ni ojos que lancen luces que logren dominar a la víctima, como en caso de It. Slenderman es un ser sin rostro; ahí donde el gesto pondría el acento en el miedo, hay sólo vacío. Permanece quizá la ambigüedad, lo amorfo, el hecho de que ambos personajes puedan ser uno y distintos. En Slenderman cada persona dibujará el rostro de sus propios miedos. Así, en el documental Beware the Slenderman, estrenado en 2017, se devela una historia que bien pudo ocurrir veinte nueve años atrás. En 2014, las niñas Anissa y Morgan intentan asesinar a Payton Leutner durante una mañana en un bosque. Payton sobrevive. El objetivo de estos actos: simpatizar y probar la existencia de Slenderman. ¿Desde qué momento la infancia ha dado este giro en el que recurre a seres ocultos para obtener aquello que no reciben de su familia? Sobre esta pregunta me detengo, pues en el documental se presentan diversos argumentos y teorías que pudieron favorecer o no a que se cometiera tal acto.

Por un lado Anissa, una niña sobreprotegida, con poca vida social, cuya pubertad transcurre pasivamente en frente del monitor y bajo vigilancia constante. En el caso de Morgan, una niña quien desde pequeña reconoce sus alucinaciones y quien más tarde sabrá que su padre sufre el mismo trastorno esquizofrénico que ella. Estas circunstancias podrían llevarnos a pensar que son suficientes para que el intento de homicidio se diera tal y como sucedió.

Pero por otra parte, si tomamos lo que se enraíza en ambas niñas, podemos extraer el concepto del miedo. Jean Delumeau refiere que las civilizaciones antiguas ofrecían ofrendas, es decir, aprendieron a convivir y a negociar con las entidades que más les producían miedos. De la misma forma en que Anissa y Morgan ofrecían la vida de su amiga para obtener la aceptación de Slenderman. Por otra parte, David Roas, en su libro Tras los límites de lo real, refiere la precisión entre miedo y angustia. En el caso de Anissa y Morgan hay un detonante que es la angustia, esa espera dolorosa (como bien la define el autor) en donde aquello que se teme es amorfo, precisamente sin un rostro definido. Lo más terrible es que ese detonante nace en sus propias casas, en las que ambas intentan sobrellevar su vida en un contexto de problemáticas familiares. Estos problemas las alcanzan como un tipo de sombra que avanza y cada vez las absorbe más.

Para ambas niñas, la figura de Slenderman representa una entidad de protección y aceptación, aunque de una manera deformada. Luego viene el momento de fantasía… Un ejemplo claro es el caso de Morgan, cuando en el documental se muestran los diversos dibujos y frases que dedicaba a Slenderman. En ella se hace claro lo que Roas define como “miedo metafísico”, en donde el propio miedo nos hace perder por un momento la conexión entre lo irracional y lo que no existe. Sin embargo, hay que tener en cuenta que este tipo de miedo pudo instalarse en ella cuando era más pequeña y avanzó hacia algo patológico hasta convertirse finalmente en un trastorno.

Roas también hace una precisión en donde, por ejemplo, ambas niñas pueden ubicarse muy bien: el caso de Dr. Jeckyll y Mr. Hyde. Importa aquí rescatar el valor simbólico que dicha novela posee: lo desconocido y lo irracional, esa dualidad que habita en nosotros.

Habituados a una cultura popular en donde cada año se celebra Halloween, la cultura norteamericana ha inventado cientos de personajes en donde la amenaza pareciera ser externa la mayor parte del tiempo. Es por ello que la historia de Anissa y Morgan nos muestra el sentimiento que produce el miedo fantástico, en donde el hecho acontecido subvierte el mundo aparentemente ordenado por la lógica y la razón, de acuerdo a David Roas.

Dicho en otras palabras:

El mal habita en nosotros y el mundo de lo real es sólo el escenario en el que se representa.

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Amaranta Castro

Estudió Estética y Filosofía del Arte. Cursó el diplomado en Creación literaria en la Escuela de Escritores SOGEM. Primer lugar en la categoría de Poesía en el 10º Festival Internacional de Escritores y Literatura, San Miguel de Allende, Guanajuato (2015). Ha publicado en diversas revistas y periódicos nacionales. Fue becaria del programa de Innovación artística (IMACP, 2018) con el libro Voces de los árboles. Recientemente algunas de sus poesías fueron seleccionadas en el libro de escritoras contemporáneas mexicanas Romper con la palabra. Estudia Lingüística y Literatura Hispánica.

IG: @_amantine_

 

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