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EL ÚLTIMO KAPPA SIN HOGAR

 

La mujer perro

 

Esta columna se llama Sismos espectrales porque me llama la atención eso que queda en los lugares a pesar de que cambien, esos espectros que se aferran a un lugar. Aunque esta vez no es la excepción, el protagonista no es precisamente un espectro.

Si tan sólo por el título crees prever que esta es una historia que te romperá el kokoro —corazón, alma—, estás en lo cierto.

La película Kappa no Kū to Natsuyasumi (en español El verano de Coo), escrita y dirigida por Keiichi Hará (2007), ciertamente no tiene la mejor animación, pero explora la sin límites monstruosidad humana (algo paradójico al ser el protagonista un demonio cuya vida se ve condicionada por las decisiones tomadas por las personas). La peli está bien buena, la verdad.

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Kū es un kappa. A los kappas les gusta el pepino, el pescado y el sumo. En el folklore japonés estos seres son uno de los yōkai más populares. Su nombre deviene de la conjunción de los kanji kawa —río— y wappa —niño—. Kū es del tamaño de un infante pequeño, con cuerpo de tortuga, pico de ave, pelo de paja, membranas en manos y pies y, como rasgo más característico, un plato en la cabeza que debe mantener hidratado para no morir.

—Papá, ten cuidado, hay algo raro esta noche.

—Lo sé, mi plato está seco.

Este diálogo es de la primera secuencia ambientada en el periodo Edo (1603-1868), cuando Kū es marcado por la muerte de su padre que intentaba evitar que el pantano cercano al río Kurume donde vivían fuera convertido en un arrozal por un terrible samurái corrupto —los samurái eran guerreros, pero también señores feudales o funcionarios—. En ese momento la tierra se abre engullendo a Kū, o tal vez evitando que también lo asesinen.

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Los kappa son monstruos acuáticos ligados a ríos, lagos y pantanos. Así, el pequeño Kū es encontrado más de dos siglos después a la orilla del ahora llamado río Kurome por Koichi, un niño con quien irá entablando amistad. Kū se dará cuenta de que el lugar en el que vivía ya no existe, sólo queda el río al que no se puede acceder.

No hay hogar al cual volver, tampoco parece haber sitio en el que pueda ser un kappa. Pronto descubrirá que en realidad no hay lugar seguro donde esconderse.

Cada uno de los personajes cumple un fin en los engranajes de la historia. Por ejemplo, Koichi (el niño que lo despierta de su letargo) es quizás el personaje que más muta, pues sus sentimientos tienen varias transformaciones a causa de lo que Kū le hace sentir, pero igualmente lo mueve el aceptar lo que siente por su compañera Kikuchi, a quien en principio maltrata junto a otros compañeros de escuela. Pues otra cosa que se pone en claro es lo terrible que somos los seres humanos con otras especies y con nosotros mismos.

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El carácter voluble de las personas conflictúa constantemente a Kū. Llega un punto en el que le resulta imposible vivir lejos de la naturaleza y rodeado de estos individuos que sólo buscan poseerlo.

Entra en una encrucijada constante de querer volver a esa tierra que lo contuvo y protegió para después soltarlo ahí, en el río que debería ser su morada.

En este punto Koichi se vuelve egoísta, descubre que tiene la posibilidad de obtener fama, mientras Kū se sumerge en la profunda soledad de saberse el último de su especie, al amparo de los humanos. La lección es mutua, ambos tienen que aprender a aceptar y dejar ir, ¡Shōganai! (¡Qué se le va hacer!)

La relación con Koichi es muy importante, pero la más memorable para mí es la de Kū con alguien que no puede faltar en esta columna, un perro.

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Ossan es un viejo sabio encadenado a su casita de perro en la entrada de la casa de la familia de Koichi. Con él, Kū tiene las conversaciones y momentos más profundos y dolorosos. Gracias a Ossan, el kappa entenderá sobre el abuso, lo terrible que es el mundo contra la fidelidad, la amistad y la inocencia, y que los humanos hacen cosas que dan miedo, aunque hay algunos que no son tan malos.

Y pues nada, si eres de esas personas monstruosas pero sensibles, esta película es para ti.

Aunque tengo que ser bien sincera y decirte que los kappa son conocidos por ahogar personas y animales que se acercan a los cuerpos de agua para alimentarse de su sangre, su hígado o, en el peor caso, extraerles su shirikodama, un bolita ubicada mmmh… dentro del ano.

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Supuestamente esta bola es mágica, y la gente cree que se trata de la próstata de los hombres. Pero tampoco es como que las mujeres estemos a salvo. Algunos escritos cuentan que las violaban, preñándolas con sus hijos. Asimismo, se dice que tienen el poder de enloquecer a las personas.

En Japón conviven dos religiones (o formas de vida, pues, pa´que no se azoten los budistas). Y la verdad es que no siempre coinciden. Por ejemplo, el sintoísmo considera a los kappa dioses del agua, mientras que para el budismo son ogros hambrientos.

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Sea como sea, la era de los kappa malvados terminó en la década de 1950, cuando comenzaron a tener una representación más amable, pintoresca y tierna para ser utilizados en anuncios de sake, personajes de manga e incluso la mascota oficial del Día del Ciudadano en Tokio.

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En algunos lugares estos dioses del agua tienen templos dedicados a ellos, pues se dice que en el pasado ayudaron a algunos pobladores. Este es el caso del Sōgenji Kappa-Dera, en Tokio. Cuentan que aquí hay un brazo momificado de kappa. Está situado en el barrio dedicado a los kappas, Kappabashi. Aquí mero también encuentras cuchillos con filo de katana y utensilios de la cerámica más bonita con el esmaltado más hermoso.

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Pero bueno, ojalá te animes a ver la película y te guste tanto como a mí, y ya después me dices qué opinas sobre los kappa. ¿Son buenos, malos o simplemente eso lo van decidiendo como cualquier humano? Eso sí, si te molestan, dice la leyenda que siempre puedes ahuyentarlos con fuego, un pedo o hacerles una reverencia. Así se sentirán obligados a responderla y al inclinarse tirarán el agua de su plato.

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Soy la mujer perro.

Me encantan las historias de terror, el anime, los taquitos y el rámen.

Me gusta bordar. Vivo alejada de la gente, convivo más con animales, pero siempre buscando conectar con mis colegas.

Escribo para no morir de envenenamiento.

@dar_inag

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