Bitácora de Navegación del Nautilus 36
¡ESOS SON PUROS CUENTOS!
Marina Ortiz
Por una buena parte de los años que tengo escribiendo he sentido perplejidad frente al cuento. Intento tras intento, fracaso tras fracaso, no consigo descifrarlo y elaborarlo como he podido con otros géneros. He pensado, y se me ha dicho en talleres, que la brevedad es mi gran reto. Que mi mente “es de la novela”, así como hay espíritus “de poeta”. He llegado a pensar que, por lo tanto, no estaba realmente familiarizada con el cuento (así como llegué a pensar y decir, en este mismo espacio, del terror) y que cualquier empresa en él sería fútil. Pero seamos cautas: ¿Qué acaso no crecí oyendo cuentos de hadas antes de dormir y fábulas y parábolas que los adultos gustan orar para educarnos e historias de fantasmas que circulaban en la escuela, en grupos de niñas apiñadas para poder escuchar antes de que la maestra llegara? ¿Qué acaso no son parte del currículo académico en todos sus niveles? ¿Qué acaso no escucho, atorada en el tráfico, podcasts dedicados al relato folclórico? ¿Qué acaso la anécdota, el chisme, los videos cortos en redes sociales, las películas incluso no son narraciones compactas, intensas, poderosas y ágiles (estaría cuestionando a Cortázar, que dijo que la novela “es” película y el cuento fotografía)?
*
*
Mi inconformidad me llevó a buscar respuestas en la teoría literaria. Llegué a las ideas ya digeridas y repetidas de Quiroga (que nunca me gustó de niña porque me pareció muy grotesco cómo describió la decapitación de una tortuga por un tigre), Poe (un obsesivo con la perfección de su forma), los formalistas (que generaron interesantes categorías interminables (1)) y las contradicciones que surgen entre ellos. La teoría en Hispanoamérica, a mi parecer, poco mira la tradición folclórica y mítica; no lo digo como un defecto, pero mientras leía las ideas de Cortázar y Borges me parecía que eran las explicaciones entusiastas de unos aficionados al género detectivesco que poco resonaban con las teorías que Tolkien explora sobre la esperanza, el asombro y la naturaleza en su ensayo “On Fairy-stories”.
Las explicaciones más comunes sobre la brevedad, el knockout, la sorpresa, la tensión, el final, la primera oración, el enigma/historia secreta y el tiempo no me satisficieron porque no podía ubicarlas en todos los cuentos que he leído. Ni siquiera es como que los y las escritoras “cumplan” con esas características todo el tiempo: Poe podrá abogar por la pureza y precisión del lenguaje, pero sus cuentos no son muy minimalistas o simples que digamos. Lo que sabemos y enseñamos del cuento tiene mucho de nuestra experiencia particular con ellos, pero es diferente comprender sus virtudes como género. Dice la teórica Martha Elena Munguía Zatarain —en Elementos de poética histórica: El cuento hispanoamericano (2002)— que el problema con el cuento es que no hemos reconocido ni estudiado su devenir en la historia. Tiene un camino y una intencionalidad distinta a la de la novela, por lo que es un error considerarlo como inferior o bien una acotación o derivación de ésta. El cuento no surgió en el siglo XIX con Hoffman o Dickens.
*
*
Munguía Zatarain dice que el cuento es corolario de lo oral. Del encuentro, de la extensión de una idea en una conversación, de la capacidad de la memoria, de la potencia que contiene una epifanía, una decisión o un accidente. Esto explica el sentimiento que me da cuando leo un cuento y siento que la presencia del autor (o una voz enunciativa, si queremos hablar en términos más refinados) es más fuerte que en la novela, donde se desdibuja un tanto más por la extensión, la complejidad de los personajes, la pluralidad de temas, tiempos, etc. Los autores que antes mencioné sí reconocen el sumo control que el cuento exige para su creación, pero parece que lo ven como un aspecto técnico y no como una postura poética que lo antecede.
La oralidad apunta a lo popular, lo “no artístico”, la falta de oficio y rigor, la no-exclusividad y la informalidad. Parece que hay, a veces, una contienda por enaltecer a los géneros para legitimarlo frente a los demás o a uno mismo. Lo que nos convierte en porteras y porteros (2) juiciosos donde sólo pueden entrar los y las que comprenden y comparten nuestra versión particular de un género. De seguro he caído en estos comportamientos alguna vez. Es inevitable. Pero la consciencia de esto ya me demanda no repetirlo, sino a contrarrestarlo.
Tal vez la virtud del cuento sea esa cierta consciencia de saberse narrado y que irá de mano en mano (la novela podría ser, más bien, una entidad que enhebra sucesos y cosas). Y por ello percibo algo de camaradería en este género. De juego o humor. Los otros géneros también participan de esta dinámica, pero sus virtudes son otras. El cuento viene del ingenio creativo, travieso, cotidiano y universal. Lo mítico, esa explicación o sentido necesario que surge de nosotros, no se constriñe a una fórmula, sino que la expande. Tampoco pertenece a un grupo de mentes privilegiadas, inspiradas en un sentido abstracto y místico (como se dice de la poesía y fue otro argumento que Cortázar postuló a favor del cuento). Lo que se busca y consigue es una jerarquización de los géneros y una consecuente obstaculización a ellos. Si la brevedad “se me dificulta” es más por esa condicionada educación que por una “estructuración innata” de mi pensamiento. Lo mítico supera toda imposición. El cuento es un cachito de la vida que se tiene que decir. Algo que se pueda cargar y transportar, como una manzana. Todos tenemos algo que decir. Todos podemos lanzarnos esa manzana unos a los otros para comer, sembrar su semilla o hacer una tarta para los demás.
*
**
(1) Como la Clasificación Aarne-Thompson-Uther.
(2) Gatekeeper en inglés, que regulan la entrada o el paso a un lugar. Se usa este concepto para nombrar a esas personas que les gusta excluir a otros de sus gustos.
****
Ana Marina Ortiz Baker
Soy Licenciada en Letras y Maestra en Literatura Hispanoamericana.
Los temas que me apasionan son la fantasía, la ciencia ficción, el cyberpunk, el cuerpo, la mujer, los espacios, los mitos y la naturaleza.
Me encanta indagar en los significados que sostienen un mundo ficticio y últimamente me siento muy cautivada por la sabiduría que lo mítico nos devela.
Me gusta mucho tejer, visitar ríos y arroyos, leer, el color beige, El señor de los anillos, Star Trek, los pulpos, los tornados y el melodrama.
Organizo el proyecto independiente de La (cíclica) Sociedad del Fruto y el Mito (Ig y X).
¡COMPÁRTELO!
Sólo no lucres con él y no olvides citar a la autora y a la revista.