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EL CUERPO GÓTICO EN MOVIMIENTO

FRANKENSTEIN Y LA DANZA CONTEMPORÁNEA

 

Jessica Aguilar

 

Oh, my creator, why… Why did you not make me of steel and stone?

Why did you allow me to feel? I would rather be the corpse I was than the man I am.

Penny Dreadful

Todos nos habitamos diariamente, vivimos con el cuerpo. Somos seres sumamente carnales cuya existencia y entendimiento del mundo se desprenden de su propio organismo: nos concebimos a nosotros mismos como un cuerpo, describimos a un complejo grupo de personas como un “cuerpo social”, incluso denominamos “cuerpos textuales” a diversos escritos. La extensión del discurso somático para referirse a diferentes materialidades conlleva el cuestionamiento de los límites: ¿dónde empieza mi cuerpo y dónde termina?, ¿puede fundirse con el de otros (incluso cuando no son seres orgánicos)?, ¿nos afectamos mutuamente?  Estas difuminación fronteriza entre yo y los otros causa ansiedad ante la inestabilidad que supone no tener un cuerpo propio y puro, sino uno compartido y contaminado por los demás. Dicha heterogeneidad se vincula fuertemente a la monstruosidad, una condición encarnada por un ser que adquirió su cuerpo textual en 1816 durante una noche lluviosa, cuando Mary Wollstonecraft Shelley compuso Frankenstein.

El cuerpo textual

En la novela, el doctor Victor Frankenstein adopta el papel de creador secularizado, uno que engendra vida mediante el conocimiento científico desprovisto de intervención divina alguna. El doctor logra infundir vitalidad en un organismo humano conformado por distintas partes de diversos cadáveres; sin embargo, esta gran transgresión provoca el repudio de Frankenstein, quien abandona a la criatura recién (re)nacida. Este ser desprovisto de nombre carece de una identidad definida, su fragmentación se señala desde su propia corporalidad heterogénea conformada por fragmentos de distintas proveniencias. La apariencia señala su diferencia respecto a los demás individuos, por lo que su dimensión somática se convierte en un aspecto fundamental para entender su historia, marcada fuertemente por la monstrificación que complejiza la condición humana.

La lectura de esta novela gótica nos permite interactuar con el cuerpo del monstruo de distintas maneras: leer implica adoptar ciertas posturas y efectuar algunos movimientos que nos ponen en contacto tanto con el cuerpo textual en general como con el de cada personaje. No obstante, existen otras expresiones artísticas con dinámicas corporales distintas, tales como la danza: quienes bailan despliegan ante nuestros sentidos maneras menos cotidianas de desplazarse, girar, mecerse, saltar y estremecerse. Para una novela tan corporal como Frankenstein resulta muy potente y coherente la adaptación coreográfica. El Royal Ballet tiene su producción, en México tenemos las presentaciones de La Infinita Compañía en el Instituto Cultural Helénico, específicamente en la Capilla gótica de este recinto.

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Los cuerpos en movimiento

Una noche otoñal lluviosa brinda la atmósfera perfecta, hasta propicia, para entrar en la recinto y ver la puesta en escena de Frankenstein mediante la danza contemporánea. El edificio fue construido en España en el siglo XIV, posteriormente llegó a México en 1954. Además, esta estructura es la única de índole originalmente gótica en México y Latinoamérica. Este cuerpo arquitectónico representa el espacio ideal para el desarrollo de la danza, pues entrar en la sala implica acceder a un ambiente completamente distinto, lejano, incluso misterioso. Mientras los asistentes entran a la sala, un cuadro permanece inmóvil al fondo del escenario: detrás de los arcos apuntados, las cálidas lámparas acentúan dos humanas estatuas. La figura del estudioso doctor se mantiene erecta en posición de lectura, la criatura yace recostada sobre una pétrea plancha inclinada. Absortos en la contemplación del estatismo, el tiempo transcurre y las puertas se cierran, quedamos enclaustrados en un íntimo espacio pequeño. Envueltos en esta cercanía, la música comienza y, en consecuencia, el movimiento se desencadena. Los espasmos indican que el cadáver ya no lo es más, ha cobrado vida.

Esta adaptación carece de vestuarios decimonónicos y opta por enfatizar el cuerpo de los bailarines con el mínimo necesario de prendas, las cuales mayormente coinciden con el color de piel de sus portadores. En contraste con lo anterior, sólo aparece un vestido de novia en ciertas ocasiones, el cual porta un gran valor simbólico como objeto del deseo tanto para Frankenstein como para el monstruo. Estas decisiones, así como los bruscos movimientos ejecutados, se vinculan a la danza butoh, definida como “un lamento bailado, un retorcerse en la condición humana” (Gómez Cifuentes 236). Dicho medio expresivo resulta sumamente adecuado para Frankenstein, ya que la elección de la forma se corresponde completamente con el conflicto del monstruo, derivado de su organismo no hegemónico que le impide integrarse al resto del cuerpo social. La angustia, la violencia, la pasión, el amor, el rechazo y la culpa brotan en cada movimiento trazado dentro de la capilla gótica.

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Conclusiones

Las corporalidades, tanto orgánicas como textuales, se afectan entre sí. Un clásico como Frankenstein perdura hasta nuestros días por la influencia que la novela ha tenido en los lectores provenientes de distintos tiempos y contextos, quienes toman un papel activo en relación con la obra. Éste, además de ejercicios interpretativos, propicia la creación. El cine, la televisión, la música, el teatro y la danza son medios artísticos sumamente interesantes para la adaptación. En particular, la producción de La Infinita Compañía muestra un claro entendimiento del gótico como exploración del trauma, la violencia, la transgresión, la pasión y lo sublime. Todo el montaje despliega su potencia ante los espectadores, aunque me gustaría resaltar especialmente los primeros pasos de la criatura, todas las escenas que involucran el vestido y a Victor Frankenstein después de la boda. Esta última es sumamente fantasmal, la palabra haunting la describe perfectamente. Este Frankenstein reanima los cuerpos, les inyecta sensibilidad, los paraliza, los pone en movimiento y, especialmente, nos pone en contacto. Sólo queda seguirnos preguntando qué nos hace humanos y hasta dónde están nuestros límites corpóreos.

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Obras citadas:

Gómez Cifuentes, Rebeca. “La danza butoh: ética y estética del cuerpo volcado hacia afuera”. AusAurt Journal for Reasearch in Art, vol. 7, 2019, pp. 229-241.

 

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Jessica Morales Aguilar

Estudiante de Lengua y literaturas hispánicas en la UNAM.

Le interesan tanto la literatura como el cine de terror.

El gótico representa una de sus grandes aficiones, de sus grandes amores.

Si encontrara un fantasma, probablemente éste huiría de ella.

@carmilla_of_otranto

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