Bitácora de navegación del Nautilus 31
I’LL BE THERE FOR YOU AS THE WORLD FALLS DOWN[1]
Marina Ortiz
Vivo en una ciudad que sueña con ser invencible. Tanto que cree que ha domado a un río. Años de encausamiento, desazolve y desmonte, presas, infraestructura vial y recreativa, vertedero, escombro, despojo, desalojo… Hacen creer que el afluente (por ende la naturaleza misma) existe como un niño malcriado al cual hay que amonestar y educar. O un animal perdido que Dios Nuestro Señor nos encargó, a nosotros su creación más elevada, sus pastores, sus gerentes.
La crisis climática, antropogénica, evidencia nuestro error. Las últimas lluvias extraen la memoria del agua, que ningún plano vial podrá borrar. Nuestro cronotopo moderno, de tiempo teleológico y espacio maleable, con el Hombre en la cúspide de su potestad, es sólo una narrativa de muchas que proyectamos sobre las cosas. ¿Qué hacemos ahora, en el umbral de esta insostenibilidad, donde parece que sólo nos esperan desastres en el horizonte discernible?
La ficción del desastre formula un juego interesante, contradictorio: busca expresar nuestro lugar en el mundo a través del melodrama y el espectáculo visual. ¿Qué significa ser humano cuando un meteorito se acerca a toda velocidad y sólo unos intrépidos astronautas pueden salvarnos? ¡Nueva York se congela, el monte Fuji explota, el pueblo de Wroclaw se hunde! ¡Salven a los niños, a las abuelitas, al perro! ¡Adiós, normalidad, tráfico, impuestos y contaminación! ¡Ay de nosotros!
No es ilógico verla como una extensión de la ciencia ficción: el cronotopo moderno-realista donde el tiempo-espacio es comprensible, aprehensible, materia prima para edificar nuestra teleología, se ve de pronto perturbado por un agente externo, extraño y peligroso. El tiempo lineal (el Progreso) se abre, pierde su significado y parece “volver” a otro previo, menos constrictivo. El espacio de la saturación cae, el control se pierde, el poderío se resquebraja. Pierde su significado y parece “volver” a otro previo, menos subordinado.
El deshacer es la clave. Es un proceso alético y axiológico a la vez, porque hay un replanteamiento de lo que es posible hacer y cuáles son los valores que dirigen tal esfuerzo. Permanece cierta noción de agencia humana, pero es la fragilidad quien cobra una renovada consciencia. En una visión moderna el hombre puede enfrentar su precariedad, aun si fracasa, pero en el mundo del desastre su fragilidad se vuelve urgente, siempre latente. Como si la visión mítica se “reinstaurara”: el imperio de lo natural sobre lo humano. Obviamente, el heroísmo estriba en esta relación, en el enfrentamiento, aun cuando se llegue a una reconciliación (no todo antagonismo concluye con la destrucción del enemigo, puede suscitar un replanteamiento de la relación misma).
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Son películas como Twister (1996), The Day After Tomorrow (2004), La sociedad de la nieve (2023), la novela Night of the Twisters (1984) o la serie High Water (2022).
Susan Sontag, en “The imagination of disaster” (1965), nos dice que estos mitos tratan de nuestra relación con lo “impersonal” y la “deshumanización” que la vida moderna formuló, y que la recuperación de nuestra humanidad se obtiene con la destrucción parcial o total de nuestra creación[2]. Una hermosa destrucción, poética, trágica. Sontag argumenta que en el fondo la CF es una imaginación del desastre, un emblema a las respuestas incorrectas, en un curioso juego que moviliza una banalidad protectora (para digerir eventos horribles) con un profundo terror (natural ante una gran violencia). No parece muy segura que consiga resolver bien esta contradicción. (AQUÍ puedes leerlo)
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La profesora Despina Kakoudaki, en “Spectacles of History: Race Relations, Melodrama, and the Science Fiction/Disaster Filmcoincide” (2002), coincide con Sontag en la fuerte vena moral de estas ficciones, ya sea en su resignificación del mundo o el reforzamiento de ideas hegemónicas. Dice que “The representation of the moral landscape as a natural or visible landscape, therefore, is equivalent to the use of flashbacks offering a psychological perspective on the characters: both render visible what is past, hidden, forgotten, or lost.” (p. 136, énfasis mío). También menciona el involucramiento de lo sublime, que apela a sentimientos épico, trascendentes, hasta catárticos. Ambas coinciden en que son sueños de unión (una visión utópica). Una reconciliación con nosotros mismos, nuestra individualidad, familia, comunidad, país o el planeta entero. (AQUÍ puedes leerlo).
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El resurgimiento del espacio con el desastre natural se entiende como una demanda o necesidad por resignificar la realidad. En la columna anterior mencioné muchas propuestas conciliatorias, de veneración y respeto a la naturaleza, pero se corre el riesgo de enajenarnos de ella. El mundo del desastre tiene una intuición utópica de deshacer el cronotopo moderno para construir uno nuevo o bien afirmar de sus bondades, como el valor de lo mundano. Al inicio de Night of the Twisters vemos un retrato entrañable de la vida ordinaria de un chico de 12 años que goza sus espacios cotidianos (lago, vecindario, escuela), cuya calma será trastocada por un poderoso tornado que casi lo aniquila, y debe entonces reencontrarse y recuperar a su familia.
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Este mundo ficcional, pienso, apunta a un anhelo de apropiación, donde el/la individuo pueda significar el mundo frente a los que lo hicieron de antemano en su lugar. Agenciarse ese poder. Trascender estructuras opresoras. Destruir lo que ahoga y sólo quede lo que valoramos. La fuerza N de Dolezel es despiadada, pero carece de intención. Es la humanidad quien atribuye signo, significado y sentido al mundo. En el mundo moderno, que la distopia retrata en su máxima expresión, la Institución tiene todo el poder; en el mundo del desastre “regresa” a la pequeña e inconmensurable persona. Esta afronta se explora en los conflictos personales o profesionales entre los personajes y las instancias que representan (“He’s in it for the money, not the science!”[3]), pero es en el encuentro con lo natural, lo ilegible, que lo axiológico se vuelve imperante, esencial. Es la voz que no comanda ni maldice la tormenta, sino la que mira a su semejante y le dice “Este no es el fin, sino el principio”.
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[1] “As the World Falls Down” (1986), David Bowie.
[2] Ahora que lo escribo así, de verdad suena bastante mítico, casi análogo a los mitos del Diluvio, presentes en muchas culturas.
[3] Diálogo de Twister.
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Arte de portada: Joel Hudson.
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Soy de Monterrey, Nuevo León, México.
Desde la licenciatura estudio la ciencia ficción y la fantasía, y estoy por terminar una maestría en Literatura Hispanoamericana.
Mi tesis de investigación fue sobre el cyberpunk mexicano, en específico el tema del espacio y su relación recíproca con los personajes.
Me gustan los temas del cuerpo, la mujer, la ciudad, los mitos, la magia y la naturaleza.
Los conocimientos que tengo, que son un tesoro para mí, aún tienen mucho que crecer.
Twitter: @maro_baker
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