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LA MAGIA Y EL MISTERIO

TIENEN OJOS AMARILLOS

 

Alicia M. Mares

 

“Nos acercamos: era ruido de animal. Los pasos sobre las ramas, la manera en que se quebraban, y el olor del aliento, caliente, más cálido que la noche.”

Un lugar soleado para gente sombría

La misteriosa presencia de un puma es uno de los elementos vitales que conforman el argumento de este cuento, homónimo del último libro de Mariana Enríquez: Un lugar soleado para gente sombría.

En este relato, una periodista vuelve a la soleada Los Ángeles después de ocho años, con el objetivo de hacer un artículo sobre la enigmática muerte de Elisa Lam, joven que desapareció y luego fue hallada en el tanque de agua del hotel Cecil, en el centro de la ciudad.

Por un lado, la impulsa su fascinación con el tema, pero por otro, la desalienta la memoria de Dizz, hombre al que amaba y falleció de una sobredosis, como otros tantos desafortunados en la ciudad. Volver a Los Ángeles reincide en la herida de su pérdida, todavía fresca.

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P-22, el puma

La mayor parte del cuento orbita alrededor de la trágica figura de Elisa Lam, que ha provocado peregrinaciones al hotel Cecil e incluso sesiones espiritistas alrededor del tanque donde fue hallada. En ellas, los freaks intentan contactar a su espíritu y preguntarle cómo murió, entre otras cosas. Pero lo intentan sin éxito.

Es en el marco de este argumento que la presencia del puma se menciona:

“P-22, un puma silvestre y solitario que vive en Los Ángeles; escapado de su hábitat, se quedó en la ciudad solo, y rondaba sobre todo Griffith Park y el área cercana. Aparece poco y es un ejemplo del destrozo de los incendios y una especie de símbolo del fin del mundo tal como lo conocemos.”

El puma, de inicio, podría parecer un simple detalle escabroso; un símbolo de todos los enigmas que encierra la ciudad de Los Ángeles, a la que Kerouac describe como “la más solitaria y brutal de las ciudades americanas”.

No es hasta que la protagonista se reúne con dos viejas amigas, Jenny e Isabella, y van a la casa de esta última, lujoso estudio en el vasto Laurel Canyon, que se entiende la conexión del puma con la protagonista y con Dizz, el difunto pelirrojo de ojos azules que ella amó profundamente:

“Cuando me fui de la ciudad, recién había sido descubierto. Dizz estaba obsesionado con él y me llevaba a caminar por Griffith Park por si lo encontrábamos. Decía que era el alma de la ciudad, si es que quedaba algo así.”

Es así que el puma es descrito como un heraldo del fin de los tiempos, como un símbolo de los enigmas y la encarnación del alma de la ciudad. El puma bien podría ser un mito urbano, un gato grande que alguien confundió, una leyenda creada por añoranza. Su presencia es etérea y casi mística.

No obstante, todo esto cambia cuando las tres amigas, a mitad de la noche, escuchan de pronto los pasos de un animal que se aproxima.

Y sí, sí, después de todo, es el puma.

“P-22 abrió la boca como si fuera capaz de contestarme, pero solo bostezó y sacó la lengua rosada y suave. Después nos miró detenidamente a cada una. Isa le tendió una mano, pero él no le hizo caso y es alejó, majestuoso bajo las luces, una retirada de mutis, y se perdió en la oscuridad.”

Así de simple se desmitifica la leyenda. Pero queda explorar la faceta más íntima y personal de la presencia del puma en la historia.

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Dizz y el puma

El hecho de que Dizz buscara tanto al puma cuando recién se reportaba su presencia, que el animal no haya sido visto nunca en los ocho años que pasaron tras la muerte del pelirrojo, y que apareciera justo cuando la protagonista vuelve a la ciudad, parece indicar una conexión del puma con Dizz.

Sus amigas parecen creer lo mismo:

“Fue una visita de Dizz, vino a saludarte en forma felina. Estoy segura, lo creo. Pero no te vuelvas loca. El animal solo lo trajo un ratito, pero no es él. ¿De acuerdo?”

Surgen varias opciones: el puma es un mensajero por parte de Dizz, o fue poseído temporalmente por el alma del hombre, a fin de ver una vez más a la mujer que amó y comprobarle que, al final, sí pudo encontrar al puma. Puede significar que el tiempo que pasaron juntos buscándolo no fue en balde; que su amor no fue en balde.

El puma, quizás, es simplemente la mayor evidencia de que existen misterios que sí se pueden contemplar, aunque nunca resolver del todo. En este contexto, la presencia del puma es carnal y cercana, muy espiritual.

Esto parecería encajar con el final del cuento, cuando las personas logran invocar a Elisa Lam a medio seánce. Pero eso es algo que prefiero no describir aquí, en temor de arruinar el disfrute del cuento de otros lectores.

Queda, entonces, esta frase:

“Y entonces lloré yo y, las tres borrachas, nos dimos la mano, conscientes de que habíamos visto la magia y el misterio, y que tenía ojos amarillos.”

Tanto la voz de Elisa como la memoria de Dizz y la majestuosidad del puma, alma de la ciudad, pueden ser contempladas por un solo segundo.

Enríquez propone que la magia y el misterio tienen ojos amarillos, pero apuesta, una vez más, a que estos se guarecen mejor en la memoria si no pueden ser apresados nunca.

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Mariana Enriquez

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Alicia Maya Mares (Ciudad de México, 1996)

Graduada del 12º Máster en Creación Literaria de la Universidad Pompeu Fabra y correctora de estilo en formación.

Trabaja como redactora en una agencia digital.

Ha publicado en la sección “Piensa Joven” del Heraldo de México, en las revistas Marabunta, Colofón, Origami Efecto Antabus, y le lee su columna de revista Palabrerías a sus seis gatos.

Creció al lado de un árbol de jacaranda.

Twitter: @AliciaSkeltar

Facebook: @AliciaMaresReading

Instagram: @aliciamayamares

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