LICANTROPÍA CUTE
La mujer perro
Ser un lobo en Japón nunca ha sido fácil. En esta ocasión no quiero perder la oportunidad de recomendar y reseñar —con spoilers— Ōkami Kodomo no Ame to Yuki (おおかみこどもの雨と雪, 2012), en español Los niños lobo Lluvia y Nieve, del director Mamoru Hosoda. Una película donde convergen cuatro historias.
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Por el título sabes que trata sobre lomitos salvajes. Sin embargo, al inicio Yuki (Nieve, la lobita mayor) explica: «Esta es la historia de mi madre». Porque claro, la historia de nuestra madre es, en parte, también nuestra historia. Lo cual a veces resulta definitorio y decisivo en nuestras vidas.
El eje principal de la trama es Hana, la madre de Yuki y Ame (Lluvia, el hermano menor). La primera historia es la de ella enamorándose de un hombre lobo —del último descendiente del lobo japonés extinto, aunque en realidad se parece más al lobo de Hokkaidō— en la ciudad. La segunda, ella siendo una madre soltera. Y las últimas dos son sobre el camino de Ame y Yuki.
Es una película sobre la melancolía del instinto. Hana se queda sin su pareja por una necesidad instintiva de cazar y casi pierde a su hijo menor por la misma razón. Pero pareciera ser que hay tal grado de sublimación en los actos instintivos, que un lobo —o una madre— está dispuesto a pagar el precio por ello.
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No es difícil empatizar con Hana. Si la crianza de dos bebés de por sí es cansada, se complica tratándose de niños lobo. Los problemas llegan, es tachada de débil y permisiva y la señalan de mala madre. Los niños se enferman, servicio social la busca y la situación llega a ser abrumadora. En ese punto se cuestiona cómo debe criarlos, ¿como lobos o como humanos?
No sólo queda en ella, cuestiona a sus hijos: “¿A partir de ahora qué quieren ser?” Aún son muy pequeños para responder, se limitan sólo a mirarla. Entonces toma la decisión de mudarse al bosque, un lugar en donde eventualmente podrán tomar esa decisión.
Esta última parte va sobre la adultez, la responsabilidad y el cobijo. Un proceso agotador en donde por un momento Hana tendrá que reconocer “no sé hacer esto y no tengo remedio” frente a Yuki, que le preguntará “¿aunque seas una adulta?” Cierto es que la adultez no resuelve todos los problemas, en ocasiones a pesar de querer valerse por uno mismo llegan momentos en que necesitamos ayuda de otros.
Aquí toca mutar no sólo con la luna llena, en el camino de pronto nos volvemos distintos, distintas, creciendo, y nuestras personas más cercanas se alejan de nuestra concepción de cómo llevar la vida. Yuki y Ame van definiendo el rumbo.
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Tengo que reconocer que por mucho mi personaje favorito es Ame, a mi parecer el más sublime y existencialista. Pasa de odiar ser lobo a observase detenidamente en un espejo, un lobo gris enjaulado en un observatorio natural. Es un punto de quiebre que lo empuja a adentrarse al bosque, ahí encuentra al “maestro”, ese que “no baja de la montaña”.
Ame sigue siendo un niño, pero a los diez años un lobo ya es un adulto que comprende que, aunque solitario, no está tan desamparado cuando habita y comprende la inmensidad del verde. Por su parte, Yuki comienza a tener curiosidad por la escuela, se manifiesta su deseo por socializar.
El papel de Hana es transcendental, porque, a pesar de cuestionarse continuamente su papel como madre, el lobo le deja clara su respuesta con aullido, y su hija relata su vida.
El ritmo general de esta cinta se siente genuino, el tiempo pasa conforme tiene que pasar. Para algunas personas puede parecer melosa, pero las criaturas feroces también tienen su corazoncito.
Y sí, ser licántropo es difícil, pero al final puedes guardar tu secreto y llevar una vida más o menos normal … Hasta que alguien se dé cuenta de que hueles a perro.
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Soy la mujer perro.
Me encantan las historias de terror, el anime, los taquitos y el rámen.
Me gusta bordar. Vivo alejada de la gente, convivo más con animales, pero siempre buscando conectar con mis colegas.
Escribo para no morir de envenenamiento.
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