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FANTASMAS JAPONESES Y CASAS EMBRUJADAS

EL ESTRENO DE LA MALDICIÓN DE SAYURI EN LATINOAMÉRICA

 

Jessica Morales Aguilar

 

Agradecimientos a KEM Media, a Konnichiwa! y

a Casa Svank por esta maravillosa invitación.

 

Habitar un espacio propio representa un sueño obstaculizado en el contexto contemporáneo. Cuando la exhaustiva búsqueda de un hogar ideal se resuelve al encontrarlo, raramente se deja pasar la oportunidad de adquirirlo. Con el intercambio monetario no hay vuelta atrás: a cambio de los ahorros provenientes de múltiples salarios e incluso mediante alguna deuda futura, las familias de clase trabajadora obtienen su propiedad. Lo anterior ocurre con la familia Kamiki, la cual se muda de un departamento a una amplia casa de ensueño donde cada miembro puede desenvolverse con soltura. Al menos eso parece hasta que una vengativa entidad destructiva se manifiesta.

La situación anterior se retrata en La maldición de Sayuri (House of Sayuri), dirigida por Kôji Shiraishi, maestro del J-Horror también conocido por películas como Noroi: The Curse (2005), Occult (2009) y Sadako vs. Kayako (2016), entre otras más. Gracias a Konnichiwa!, este largometraje se proyecta desde el 27 de febrero de 2025 en salas latinoamericanas de cine, lo cual permite al público de este contexto geográfico acercarse a un producto cultural de terror oriental. La filmografía japonesa de este género se caracteriza por sus opresivas atmósferas inquietantes, sus amenazantes entidades sobrenaturales de singular apariencia —como el rostro cubierto por una contrastante cabellera negra— y sus heterogéneas estructuras narrativas no convencionales en el entorno occidental.

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La maldición de Sayuri se inserta en dicha tradición cinematográfica al presentar las características anteriormente mencionadas. Además de categorizarse como J-Horror, la película se integra al vasto conjunto de obras sobre casas embrujadas —o, con un término lingüísticamente más preciso, haunted houses—. Estas historias operan de la siguiente manera: en primer lugar, un traumático suceso violento deja huella en este espacio familiar, lo cual alimenta el deseo vengativo de la víctima convertida en fantasma. Este acontecimiento se presenta parcialmente desde el inicio, cuando se retrata a Sayuri como una hikikomori —persona aislada socialmente en un entorno cerrado— que reacciona con ira ante una petición de su madre. El calculado montaje omite más detalles en este punto de la película, lo cual genera suspenso y despierta la curiosidad detectivesca de los espectadores. En segunda instancia, se retoma el significado social del hogar como un lugar seguro opuesto a los peligros del imprevisible y caótico exterior; sin embargo, dicha expectativa positiva se trastoca al mostrar una amenaza interna que vulnera a los miembros de la familia en su ámbito más íntimo. Este potencial daño a seres queridos surgido al interior del cercano ambiente doméstico acrecienta el temor tanto de los personajes como del público.

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Gradualmente, la sobrenaturalidad no sólo invade la casa, sino también los cuerpos de sus habitantes. La posesión, un fenómeno abyecto que destruye la identidad, afecta directamente a una integrante de la familia. El daño se extiende hacia los demás, víctimas de una venganza insaciable. La descripción anterior no implica un spoiler: las narrativas de terror se apoyan frecuentemente en dichos lugares comunes para generar sus efectos. En consecuencia, La maldición de Sayuri juega con las expectativas derivadas del conocimiento estructural del género para configurar una historia con fluctuaciones inventivas. Entre ellas se encuentra la combinación del horror con la comedia, una eficaz estrategia para mantener un flujo dinámico. Además, tal balance entre formas prototípicamente opuestas inyecta emotividad a cada segmento. Si un individuo se mantuviera atemorizado durante un largo lapso, eventualmente se acostumbraría a dicha sensación, por lo que el impacto emocional del miedo descendería. Por ello, los momentos jocosos previenen tal aclimatación para que los sucesos terroríficos se perciban con la misma fuerza.

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La comicidad recae en las actitudes de dos personajes ante las manifestaciones de ultratumba. Sumado a esto, resulta interesante que dentro de la película se emplea el mecanismo mexicano predilecto de defensa ante lo sobrenatural: insultar a la entidad agresora.  La reacción anterior se aprovecha de la apariencia de Sayuri, quien se configura como una otredad monstruosa tanto por su condición de alma penante como por su apariencia fuera de los estrictos cánones de belleza. Este último factor, más que usarse sólo como recurso para incitar risas, debe analizarse críticamente. La corporalidad de Sayuri no es una elección gratuita, sino que posee un trasfondo más complejo vinculado a su propia conformación como onryō, término referido a “las almas de los muertos que fallecieron con un terrible rencor u odio” [1] (Donovan). Es decir, el traumático suceso violento que ancla a la difunta al mundo terrenal se expresa y deja testimonio mediante su propia carne marcada. Esto conduce a otra cuestión: ¿el daño pasado puede resarcirse? Usualmente las historias que involucran espíritus buscan la resolución para que el alma transite al siguiente plano; no obstante, en la tradición japonesa existen otras variantes, como aquellas que desencadenan el caos más allá de la redención.

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Con todos los elementos anteriores, La maldición de Sayuri suscitó un amplio espectro de emociones entre el público de la función de prensa. El asombro, los gritos y la risas provenían de distintos puntos de la oscura sala de cine. Al final de la función se realizó un Q&A con el actor de doblaje Emilio Treviño, quien da voz al protagonista. Una de las preguntas más interesantes acarreó una respuesta enriquecedora: la tarea de doblaje no es sencilla, menos cuando las escuelas de actuación varían tanto entre culturas. A pesar de las dificultades, la versión en español resulta altamente disfrutable gracias al trabajo profesional de los involucrados. Este gran esfuerzo para acercar el largometraje de Kôji Shiraishi a la comunidad hispanohablante estará disponible en salas de cine, así como una alternativa subtitulada para quienes gusten experimentarla auditivamente en su idioma original.

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En suma, ver La maldición de Sayuri representa una oportunidad para aproximarse a la sobrenaturalidad y a su articulación narrativa en otras culturas. Los amantes de esta película encontrarán su relación con Kairo (Kiyoshi Kurosawa, 2001) e incluso con Audition (Takashi Miike, 1999). Además, tanto este avezado grupo como el público en general podrán mirar críticamente la cinta, lo que motivará aún más conversaciones sobre la violencia, los miedos cotidianos que subyacen tras las figuras monstruosas, la representación de la corporalidad y la relevancia de estas narrativas en las luchas políticas actuales. Abrir este diálogo, también con los fantasmas, resulta crucial al consumir un género como el terror.

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1- Traducción propia

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Obras citadas:

Donovan, Fiachra. The evolution of yōkai in Japanese horror cinema from the 1950’s to the present. 2024. Faculty of Film, Art and Creative Technologies, tesis de licenciatura. https://illustro-iadt.figshare.com/articles/thesis/The_evolution_of_y_kai_in_Japanese_horror_cinema_from_the_1950_s_to_the_present/26031190?file=47033914

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Jessica Morales Aguilar

Estudiante de Lengua y literaturas hispánicas en la UNAM.

Le interesan tanto la literatura como el cine de terror.

El gótico representa una de sus grandes aficiones, de sus grandes amores.

Si encontrara un fantasma, probablemente éste huiría de ella.

@carmilla_of_otranto

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