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MODERNA GORGONA

LA SUSTANCIA

 

Amaranta Castro

 

En los cuentos de hadas abundan las pócimas, manzanas y otros amuletos que prometen la belleza o cualquier anhelo que se le asemeje. Como Alicia adentrándose en la madriguera y bebiendo líquidos que alteran su cuerpo, Elisabeth se interna en una habitación blanca y diminuta, donde es enumerada. La sustancia (Coralie Fargeat, 2024) es un relato cálido, perturbador. Se sitúa entre palmeras y ejercicios aeróbicos, donde los cuerpos, sus movimientos y formas son puestos en el centro de la escena.

La estética de la película me recuerda a algunos elementos de Kubrick: esos pasillos largos y despojados o diálogos que se destacan por ser casi teatrales en su exageración.

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Pero en el fondo del filme nada resulta más aterrador que el cumplimiento del deseo. Eliminar todo obstáculo que impida el cumplimiento de ese sueño. El espacio donde ese deseo se realiza también es el momento en que nace un terror puro. La sustancia que da título a la película podría ser, en esencia, uno de los remedios de La celestina u otro relato que posea este rasgo maravilloso: un instrumento o pócima que parece común, pero cuya influencia es decisiva.

En la raíz de la película surge una voz masculina, un narrador que parece no intervenir, pero lo hace. Esta voz transita entre ser una especie de oráculo que, con halo divino y amenazante, manipula o guía.

La resignificación de los cuentos de hadas en La sustancia es notable. La narrativa toma elementos clásicos como la manzana de Blancanieves o el espejo que refleja lo inmutable y lo irremediable. Estos símbolos son utilizados como monedas de cambio en el contrato que acompaña el cumplimiento del deseo. El filme bebe de manera directa de los cuentos de los hermanos Grimm, evocando la crudeza, así como los miedos atemporales que habitan en ellos. Aunque los temores no cambian, sus vehículos simbólicos son infinitos.

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En el transcurso del deseo se pierde algo, ya sea por partes o en su totalidad. Cuando el dedo de Elisabeth envejece, también lo hace su mente. Ese dedo envejecido es una maldición, que también rodea la idea del cuento de «La pata de mono» de W. W. Jacobs. El dedo de Elisabeth es también un dedo inquisidor, que señala, acusa,  juzga y castiga.

Tanto en La sustancia como en los cuentos de los hermanos Grimm hay un anhelo de narrar las consecuencias extremas del deseo, quizá sin moralizar ni enseñar, sino dejando que la mutilación, las pócimas mágicas y las metamorfosis hablen por sí mismas. Cada deseo que se cumple se paga con una cuota de mutilación física, emocional o ambas. Los deseos al cumplirse son efímeros, acompañados de una aparente subida que nunca es permanente.

Una referencia infantil —que casi todos tenemos al alcance— también hace una sutil aparición en la película. Las brujas (Nicolas Roeg, 1990), adaptación del libro homónimo de Roald Dahl, resuena en esta narrativa. Como en aquella adaptación, el ser grotesco posee un vestido negro que acentúa los rasgos de su destrucción: se le nota encorvada, su espalda acentúa la espina dorsal deforme y más tarde nos regala la imagen arquetípica de la bruja.

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En esta lectura pienso en la transformación de la mente de Elisabeth y Sue, que al tomar esta sustancia rompen la continuidad de su ser hasta casi deshumanizarse. Sin embargo, la transformación también podría ser catártica. Podría leerse como una búsqueda de trascendencia, aunque implique destruir los límites de la mente racional.

Finalmente, los mitos también vuelven. Como una moderna Gorgona, Elisasue —o su mente— se convierte en piedra, en un ídolo inmóvil. Es una estrella de piedra. En un reflejo del anhelo de trascender, de brillar eterna. En un instante que es culminación y condena que nada tiene que ver con las estrellas celestes.

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La puedes ver en Mubi.

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Amaranta Castro

Primer lugar en la categoría de Poesía en el Festival Internacional de Escritores y Literatura de San Miguel de Allende.

Ha publicado en diversos periódicos y revistas.

Sus poesías fueron seleccionadas en la obra de escritoras contemporáneas mexicanas Romper con la palabra (Eon, 2017) y participó en la antología peruana Microrrelatos de horror escritos por mujeres (Luna Negra, 2022).

Autora del libro Bosque Camaleón (Crisálida, 2022).

IG:_amantine_

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