PROFUNDO CARMESÍ
SACRÍLEGO RELATO DE DOS IMPERFECTOS
Miguel Sandoval
Nicolás y Coral, vestidos con recato y sobre su auto rojo, transitan el México provinciano para embaucar a mujeres solitarias, ancianas o viudas. Son finales de los años 40, se desplazan impunemente de destino en destino sin que la policía consiga atraparlos, cuando menos no al principio de esta historia dirigida por Arturo Ripstein y escrita por Paz Alicia Garciadiego.
El personaje de Daniel Jiménez Cacho envía cartas al de Regina Orozco, luego estrechándose sexual y obsesivamente; él vive de su galantería y de su falso acento español, ella es una enfermera que abandona a sus hijos por perseguir su delirio amoroso, mismo que la tornará en cómplice asesina. También sufre de sobrepeso, la acosan la edad, su mal aliento, los comentarios hacia su cuerpo constantemente abatido.
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Ripstein y Garciadiego centran parte de su atención en los defectos físicos, usándolos cómicamente con diálogos como: “Será que te cobrabas mi gordura, el peso de mi sobrepeso”, o, en un tono trágico con la calvicie de Nicolás quien dice a propósito: “Soy un monstruo”. Marginados, volcándose en pasiones tabú, la dupla que finge ser hermanos para cometer sus crímenes acelera en la gravedad de estos y hacia un punto sin retorno.
El juego incestuoso, además, se suma a la blasfemia religiosa, en la oscuridad, de rodillas y en medio del rezo. Aquí, Ripstein parece absorber las manías de su maestro Luis Buñuel, remarcando que la fe ni la bondad purifican el deseo de carne, el cual incluso usa a su favor el imaginario espiritual en el diálogo: “Deja que tu vino se derrame en mi cáliz”.
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Por otro lado, una de las muertes de Profundo carmesí (1996) es filmada como en Ensayo de un crimen del propio Buñuel, tensionando erotismo y fatalidad, entregándonos sensaciones tan dispares como sensualidad caduca, horror y más guiños sacrílegos desde el lente ripsteniano. Quizás es este uno de los episodios más oscuros del largometraje, precedido por una boda atípica en el cementerio, en una imagen mórbida y surreal que se queda en la memoria.
Coral confecciona de su cabellera un peluquín para Nicolás, incrementándose la dependencia de los dos; sobre este asunto, el historiador de cine Román Gubern expresó que el personaje de Jiménez Cacho “así protege su calva que le mortifica (…), (el peluquín) adquiere para él la condición de verdadero fetiche, al punto de convertirse literalmente en su talón de Aquiles, pues su ocasional carencia provoca el desmoronamiento de su personalidad”.
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En otro tema, el cariño de los protagonistas no los aísla de su locura, ya que, de acuerdo con el cineasta Arturo Ripstein, “no son dos asesinos que se aman, sino dos amantes que se asesinan”; es decir, son dos individuos que por separado habrían contenido su frustración y odio, pero que juntos se ponen el pie frecuentemente, produciendo su propio sufrimiento y degradación moral, lo cual trágicamente deriva en la ruina de otros.
Profundo carmesí, en este aspecto, no es ajena a la censura. Su director contó para El Universal que “por contrato la película no podía durar más de dos horas y la película duraba dos horas 15 minutos”, a lo que se añade que el productor francés Marin Karmitz, responsable también de la trilogía Tres colores de Kieslowski, “cortó tres escenas por censura moral”.
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Las cosas con el tiempo parecen no haber cambiado. Entre las angustias más frecuentes de los hombres está la alopecia, mientras que en el caso de las mujeres subir de peso de manera irreversible; ambos males son parte de la comedia y el albur nacionales, tienen gran importancia en el terreno de las relaciones amorosas y en términos de una política de cuerpos cada vez menos democrática, focalizada en la homogeneidad de gimnasio y el autocuidado extremo.
Arturo Ripstein, hoy de 80 años, ha consolidado una filmografía en que las contradicciones de la sociedad mexicana están más que a la vista. Además de la pasión homicida en Profundo carmesí, también está detrás del adoctrinamiento moral de Gabriel Lima en El castillo de la pureza (1973) y de un pueblito tremendamente homofóbico, a la vez que anhelante, en El lugar sin límites (1978).
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La historia de Nicolás y Coral obtuvo los premios a Mejor Guion y Mejor Diseño de Producción en el Festival de Cine de Venecia.
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Fuentes consultadas:
Román Gubern y Profundo Carmesí.
Especial Arturo Ripstein de Revista Purgante.
Declaraciones de Arturo Ripstein en El Universal.
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Miguel Sandoval
Estudiante de Ciencias de la Comunicación en la UNAM.
28 años, lector y gran fanático del terror.
Escribo sobre cine, microrrelatos y de mis experiencias cotidianas.
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