REALITY+
MONSTRUOS ORDINARIOS
Miguel Sandoval
Algunas veces, el body horror da lugar a finales felices, sin conclusiones catastróficas en que el cuerpo es ultrajado. Reality+ (2014), de la directora Coralie Fargeat —hoy aclamada por The Substance—, es un cortometraje que le brinda a sus protagonistas la oportunidad de vivir ese algo más.
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Mediante un dispositivo subdérmico que toma prestada la visión y el oído, sus personajes pueden cambiar cada 12 horas al aspecto físico que deseen, dentro de un abanico de opciones como el que prepara a un personaje para un videojuego; quienquiera que use la aplicación en sí mismo te puede ver con tu nueva apariencia, cual si estuvieras en una actualización del cuento clásico de “La cenicienta”, con la caducidad de la magia cumplido el plazo. A su vez, puedes observar a otro portador de la aplicación, bajo su máscara ideal.
El uso del point of view adelgaza, infla la musculatura, cambia el peinado, incluso la tonalidad de la voz; la tecnología de Reality+ crea un doble de ti, sólo que mejorado y exclusivo para los sentidos de aquellos que puedan adquirir esta aplicación. A mi parecer, este es uno de los puntos más interesantes de la historia, especialmente cuando nuestros protagonistas van a un club exclusivo de individuos transformados.
En él, tu apariencia normal, cotidiana, te hace un monstruo; lo que es un doble juego, pues si algo falla esto significa ver la monstruosidad de los que te rodean. Ser ordinario es estar degradado según esta nueva óptica humana, aunque quizá cabría preguntarse si los dobles, con sus cabellos perfectamente peinados, sus pieles lisas y narices pequeñas no son antinaturales y horrendos.
A tono con las ideas de Jean Baudrillard, los cuerpos del cortometraje son hiperrealistas, entran para sustituir lo común y corriente, lo mundano, convirtiéndose en el simulacro de lo que las ciudades modernas, pulcras y tecnológicas debieran aspirar a tener. A decir verdad, los espacios públicos de la producción también tienden a esta forma hiperrealista de urbes perfectas, diseñadas para deleitar la comodidad del ojo.
En este sentido, a su vez ingresa a discusión lo expuesto por Byung-Chul Han en La salvación de lo bello, ya que los ambientes asépticos, sin rugosidades, que permiten aprehenderlos sin mayor dificultad, parecen preferirse en el mundo contemporáneo, lo cual, asimismo, aplica en las personas, sus rostros y sus personalidades. Sé lo que mi vista desea, lo que mi subjetividad busca: el minimalismo, reducir complicaciones, que todo sea inmediato y esté dado rápidamente para mí.
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No obstante, todo lo anterior imposibilita la autenticidad amorosa, misma que en el fondo buscan los protagonistas de Reality+, la conexión real, pues para ello es necesaria la vulnerabilidad, exponerse a que el otro descubra nuestros defectos y los sume a su día a día. Con esto no quiero decir que el amor se construye a partir de laceraciones mutuas, sino a consciencia de las aristas y filos que nos hacen humanos.
Cabe añadir que el cariño acontece en la intimidad de los balcones, en la oscuridad de una calle, en las escaleras de un edificio, donde la ciudad simulacro parece dejar de existir momentáneamente, creándose así una división con el mundo que es puramente de la apariencia, lo cual apunta hacia la conclusión del filme. Fargeat da una oportunidad más a sus personajes para conocerse, para aceptarse y para amar con criterio.
Reality+ sirve de introducción para el universo de The Substance, en cuanto a su persecución del ideal de belleza; al igual que en el largometraje, uno de sus protagonistas se verá tentado a romper las reglas, adquiriendo así la imagen perfecta sin interrupciones. Aurélia Poirier (Marianne), Vanessa Hessler (Astérix en los juegos olímpicos) y Vincent Colombe (Revenge, de la propia Fargeat) son algunos de los histriones de esta producción.
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También disponible en MUBI.
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Miguel Sandoval
Estudiante de Ciencias de la Comunicación en la UNAM.
28 años, lector y gran fanático del terror.
Escribo sobre cine, microrrelatos y de mis experiencias cotidianas.
¡Larga vida a la Nueva Carne!
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