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THE DRIFTING CLASSROOM

los horrores infantiles llevados a su máxima expresión

 

Rodrigo Ayala

 

¿Qué surgiría de la mezcla entre El señor de las moscas de William Golding, una película de serie B de los 40 y 50 con insectos gigantes que acechan a un grupo de inocentes, la épica novela de ciencia ficción Dune de Frank Herbert, criaturas oníricas de horror cósmico al más puro estilo de H.P. Lovecraft, extraños rituales de canibalismo, viajes en el tiempo, cultos a deidades abominables y paisajes desolados que incitan a la locura?

La respuesta podría ser The Drifting Classroom, la obra maestra del japonés Kazuo Umezu (o Kazuo Umezz, como también se le conoce en occidente), uno de los escritores de horror más respetados y admirados en la industria del manga (algunos lo catalogan incluso como el verdadero artífice y padre del manga de horror). Hablamos, en líneas generales, de una leyenda viviente de la cultura de lo siniestro que gusta vestir playeras al más puro estilo del personaje de ¿Dónde está Wally?

Kazuo Umezu

Confieso que como lector de manga soy una vergüenza; poco menos que un novato. Nunca me llamó del todo la atención hasta que cierto día me dieron ganas de enfrascarme en la lectura de algo desconocido; hincarle el diente a algo que me llevara a explorar terrenos oscuros para mis sentidos. Gracias a la efusiva recomendación de un amigo y a los milagros de internet, la historia de Umezu llegó a mí. Tras largas horas y días de continua lectura, quedé impactado con este relato de horror que se publicó por entregas de 1972 a 1974 en las páginas de la revista Shōnen Sunday de Shogakukan bajo el título de Hyōryu Kyōshitsu (Aula a la deriva, en español; The Drifting Classroom, en inglés).

Un canto infantil de brutalidad

¿De qué va esta historia llena de horror, drama y giros totalmente imprevistos que no da tregua alguna a los lectores? Una mañana, el pequeño Sho Takamatsu se dirige a su escuela luego de tener una fuerte discusión con su madre. Cuando el niño llega al colegio es recibido por una aterradora explosión que hace desaparecer por completo el edificio. En su lugar solo queda un enorme agujero sin resto alguno de la escuela, los profesores y sus estudiantes.

Sin embargo, al mismo tiempo, algo extraño pasa: los niños y los profesores sobreviven al incidente, pero al intentar salir de la escuela son recibidos por un paisaje desértico que se extiende miles de kilómetros a la redonda. ¿Dónde están? ¿Qué ha ocurrido con el mundo tal y como lo conocían? ¿Qué causó la explosión que fulminó a la ciudad, dejando intacto al colegio?

Así inicia esta trepidante historia que a lo largo de 11 volúmenes nos dará sorpresa tras sorpresa, horror tras horror. Con cada capítulo, los disgustos y amenazas que el grupo de sobrevivientes tiene que enfrentar no hacen sino crecer. Es el grupo de niños y las diversas formas en que reaccionan ante las amenazas dentro y fuera de la escuela el punto central de la historia. Pese a tratarse de un relato netamente fantástico, el realismo de la psicología de cada personaje y las situaciones a las que se enfrenta son tremendamente naturales, despiadadas. Lo cual le da un aire de completa verosimilitud a lo que leemos.

La oscura pérdida de la inocencia

Será el pequeño Sho quien, gracias a su valentía y liderazgo, se convertirá en el personaje principal de una historia repleta de horrores de todas las formas y tamaños. Al verse separado de su familia y del mundo que conoce para enfrentarse a diversas clases de monstruosidades, Sho Takamatsu se ve obligado a dar un salto a la adultez de forma dramática. Él será el líder de un grupo de infantes asustados que lucha por sobrevivir ante una situación donde no solo carecen de los elementos más básicos (agua, alimentos), sino que son testigos de actos demasiado incomprensibles para su edad.

Como suele ocurrir con muchos relatos de horror, en The Drifting Classroom ciertos escenarios se convierten en personajes sobre los cuales trascienden muchas de las escenas más aterradoras. En este sentido, la escuela y el abominable desierto que la rodea cumplirán con este propósito. La escuela es el único refugio para los alumnos y sus profesores, pero cuando las cosas comienzan a torcerse de manera salvaje, se convertirá en un infierno.

Por otro lado, el desierto que se erige a la distancia alberga misterios que más valdría no descubrir. Por encima y por debajo de sus arenas, descansa una amenaza latente que nos deja nerviosos cada vez que pasamos una página. Sin embargo, como en cualquier historia donde un grupo de seres humanos se ve obligado a buscar un método para salvar sus vidas, este territorio tendrá que ser el primer punto de exploración por parte de los infantes, cuyas necesidades son superiores a sus terrores.

El blues de la desesperanza al ritmo de Kazuo Umezu

El voraz relato de Umezu es absolutamente un canto a la desesperación, la locura y la muerte en todas sus vertientes. Es, asimismo, una odisea sin contemplaciones donde las víctimas pueden serlo sin importar su bondad o maldad, su corta o avanzada edad, su género o sus ideales. Para Umezu, el destino despiadado y la muerte gélida aplican para todos. En ese sentido, es un artista en cuya obra la vida se refleja como una especie de monstruosidad cósmica a la que no le importa hacer sufrir. Pienso que, si este manga fuera un producto de nuestros días, tal vez sería censurado debido a la violencia explícita en contra de los menores que se muestra en sus páginas.

Kazuo Umezu

The Drifting Classroom brilla no solo por una trama malévola donde sus personajes se hunden en la desesperación absoluta, sino también por un cúmulo de escenas bastante siniestras. Ejemplos de ello los tenemos un cada uno de los volúmenes que componen esta sinfonía de horror. Una de las escenas más memorables de la historia es aquella en la que los niños comienzan a ser atacados y devorados por diminutos insectos similares a ciempiés. En cuanto estos entran en contacto con la piel de sus víctimas, la consumen en cuestión de segundos para dejar a los desdichados en los huesos (no sin antes sufrir una agonía absoluta).

Quizás el punto más alto y retorcido del relato es cuando los infantes deciden dividirse en dos bandos, que se disputarán no solo las provisiones básicas para su supervivencia sino la supremacía a toda costa en ese mundo inhóspito y oscuro. Es en este punto de quiebre que la obra de Kazuo Umezu nos remonta a la novela El señor de las moscas de William Golding con todo el horror de ver a unos niños antes inocentes convertidos en máquinas de matar.

Hay ciertos pasajes donde, como lector, te preguntas si realmente tu cordura será capaz de mantenerse en equilibrio al ser testigo del sufrimiento físico y mental de los niños. Y es que la figura infantil siempre será causa de angustia y horror a partes iguales. The Drifting Classroom imparte una cátedra psicológica y sociológica acerca de cómo los niños son capaces de reaccionar ante todo tipo de estímulos. Y el resultado es escalofriante.

Importante también es resaltar el arte gráfico de esta obra, a cargo del mismo Kazuo Umezu. Esos memorables claroscuros no hacen más que acentuar la angustia del relato. Hay dibujos que abarcan hasta una página entera, con lo cual el horror cobra dimensiones inabarcables. Los gestos de escalofrío, alegría y congoja de los personajes quedarán en tu memoria durante largo tiempo gracias a esos juegos de sombras.

Tal vez, para algunos lectores, el magnífico arte de The Drifting Classroom hoy luzca algo anticuado, pero me parece que es esa esencia clásica parte de su aterrador encanto. De todas maneras, llega un punto de la historia en que el detalle de las ilustraciones (que no dejan de ser absolutamente impactantes) pasa a segundo plano y es la historia la que se roba por completo el protagonismo.

Un legado que hay que conocer

The Drifting Classroom es declarada hoy como una historia esencial y clásica en la historia del anime del horror. Casi una reliquia injustamente olvidada a excepción de lectores entregados que rinden honor a quien se lo merece. Puede que su historia e ilustraciones hoy no sean tan demenciales y pavorosos como los relatos de Junji Ito (otro coloso del manga del horror), pero no hay duda de que su trama, ritmo y atmósfera crearon una escuela que inspiró a decenas de autores. La historia es adictiva y su ritmo no hace más que acelerar en cada vuelta de página.

Si gozaste con series como Stranger Things, seguro que The Drifting Classroom será una historia que devorarás con gusto, sin importar si eres amante o no del manga. Eso sí, la serie de los Hermanos Duffer es un bonito cuento de hadas comparada con este relato donde la violencia está presente siempre y el miedo es paralizante. Por lo menos a mí, la brutal historia de Kazuo Umezu me impresionó lo suficiente como para seguirle la pista al resto de su obra.

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Rodrigo Ayala Cárdenas

Humano con el deseo de ser extraterrestre.

El rock, el heavy metal, los libros, el cine de horror, lo extraño, la noche, los bosques,

lo sobrenatural, el café y las carreras de larga distancia son sus amadas obsesiones.

Ilse es el amor de su vida.

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