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THE SUBSTANCE

erotismo exuberante, autodestructivo y sanguinario

 

Miriam Gálvez Mancera

 

 

El cuerpo de la mujer y su proceso de deterioro se encuentran constantemente en el ojo del escrutinio, principalmente del masculino. Somos «satanizadas» por hacernos mayores, por cómo lucimos e irremediablemente en todos los casos por subir de peso, tener arrugas y no cubrir nuestras canas con tintes. Este cauce natural de la vida nos convierte en «mercancía fuera de stock» sustituidas por «modelos actuales» —menores de 30 años—, marginadas por la edad ante la mirada inquisidora patriarcal por no cumplir con los absurdos estándares sexuales y somáticos, siendo objeto de las más crueles críticas. Además, si las «transgresoras» tienen la desfachatez de ser figuras públicas son lapidadas socialmente por dejar de lucir atractivas, frescas, firmes  y delgadas.

Con el boom de las redes sociales experimentamos en carne propia día a día los estereotipos inalcanzables y frustrantes para la gran mayoría —incluyéndome—, provocando imágenes de caras blanqueadas con filtros, inexpresivas, sin arrugas ni gesticulaciones. Ojos de colores falsos, intervenciones corporales, abdominales y pechos impecables en ropa ajustada y provocativa por doquier son el resultado de la abrumadora presión por mantener el modelo juvenil perfecto que nos afecta primordialmente a las mujeres y que puede llevarnos a funestas consecuencias, desde desórdenes alimenticios hasta la muerte.

Aplaudo la sátira y crítica social construida desde la perspectiva de nuestro género que Coralie Fargeat (Revenge, 2017) realiza en su segundo largometraje The Substance (2024) para analizar y llegar a la conclusión trágica trayendo esta tremenda, apabullante y elevada comedia fantástica de body horror y erotismo sangriento llevada al extremo que enfatiza con proeza la dura carga autodestructiva por envejecer en la industria del espectáculo —permutando la cámara y emulando brillantemente la óptica viril—,  imperio mordaz liderado en su gran mayoría por depredadores, hombres mayores, blancos, privilegiados y sin escrúpulos.

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Elisabeth Sparkle (Demi Moore), estrella en decadencia, se aferra por no ser destituida de su exitoso programa de televisión fitness que la catapultara a la cumbre de su carrera —Pump It Up— por alguien más joven y con físico insuperable  (en los ochenta, el  formato de ejercicios aeróbicos en video distribuido en VHS fue muy socorrido, siendo Workout de Jane Fonda —la entrañable Barbarella— el más vendido de todos los tiempos*), ya que al desquiciado productor de éste, Harvey (Dennis Quaid), le parece vieja y acabada, jugando despiadadamente con sus inseguridades. Para él, ella es un producto reemplazable. La misógina y repugnante actitud del hombre (que podría hacer alusión al caso Weinstein, famoso productor cinematográfico y fundador de Miramax declarado culpable de dos delitos sexuales en febrero de 2020 y cuya condena fue aclamada como un momento histórico en el movimiento #MeToo**) contribuye a la baja autoestima de Sparkle, quien en su momento brillaba como el apellido lo delata. Innumerables afiches de la bombshell que fue en el pasado son mostrados tanto en el estudio de grabación como en la colosal fotografía que cuelga orgullosa en la pared de la de sala de su apartamento con sexys leotardos que dejan al descubierto su increíble y atractiva figura.

En los primeros segundos de la película obtenemos la alegoría maravillosamente ejecutada mientras vemos flashbacks sobre la presentación de su estrella en el Paseo de la Fama en Hollywood para luego desvanecerse fielmente con los años hasta que se convierte en una parte más de la cuarteada y sucia banqueta.

En su desesperación fatídica, tiene un accidente automovilístico. Ya en el hospital, mientras se recupera colapsada —milagrosamente sin rasguños, ni fracturas aparentes—, recibe información de carácter anónimo sobre «La sustancia», droga que puede crear una copia más joven y mejorada de sí misma. Sin dudarlo se aferra a la inusual experiencia. Su último tren. Esto le permite pasar una semana con un cuerpo «perfecto» y otra en su forma habitual, siendo los personajes principales dos versiones de ésta: Sparkle y su novel hermosa exégesis Sue (Margaret Qualley). Pero, como en todo pacto, existen cláusulas estrictas sobre mantener el proceso, con la advertencia que a pesar de lo que pueda suceder siempre serán una misma; incumplir las estrictas instrucciones no sólo podrá ocasionar consecuencias funestas sino irrevocables.

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Trágica y sublime historia de terror sobre las acciones que algunas personas son capaces de cometer por sus banales y vacías pretensiones, incluso a costa de sabotearse, convirtiéndose en sus propias y sanguinarias rivales. Clara disquisición de lo que las obsesiones, traumas, adicciones y excesos pueden ocasionar en todos los aspectos de la vida.

Dos diosas autócratas eclosionan a cuadro, no sólo por su tremenda apariencia. Moore está imponente con este personaje tan arriesgado y trascendental en su carrera. Feroz y valiente. Se adapta vorazmente a cada cambio de cuerpo que sus escenas exigen. No contenta esputando con destreza su ejecución a pesar de que en innumerables momentos debe permanecer absorta de la realidad en estado vegetativo como la matrix inanimada que es alimentada a través de una sonda intravenosa, su expresión es lánguida, vacua.

Y Qualley… suspiro profundamente. En 2022 el póster con el tagline “I want to tell me how disgusting I am” me obsesionó y supe que necesitaba ver desesperadamente ese filme. Sanctuary (Zachary Wigon) es desmesurada y oscura. Comedia sexy, lascivamente seductora, inclemente pero también un thriller monomaníaco con insinuante score. Encontré entonces a Margaret haciendo el papel de dominatrix, sosteniendo conversaciones chispeantes y perversamente agudas con su cliente millonario, encontrando rangos actorales complejos. Personaje fascinante y de química abrumadora. ¡Tremenda! El ritmo de la narrativa fue vorágine que apenas permite deglutir el caos para llegar a situaciones cada vez más extravagantes y extremas de juegos sexuales y emocionales de codependencia, como en Punch-Drunk Love (Paul Thomas Anderson, 2002), pero con tonos obscenos y exuberantes.  El papel de Rebecca se queda corto con el que desarrolla en The Substance. Ser joven y cruelmente preciosa le concede poder absoluto y, con esas herramientas a su favor, Sue toca el cielo de la fama como si de un moderno Dorian Gray se tratara.

La cámara la adora y sigue cada movimiento y centímetro de su impecable, tierna y brillante piel. Son remarcables las tomas seductoras y eróticas, paletas coloridas new wave con vestuario y bailes sugestivos de close ups a primorosos cuerpos desnudos, glúteos y turgentes senos, pero también despuntan escenas repulsivas e hiperrealistas —como en el opening de la serie del cautivador asesino serial Dexter (Showtime, 2006)—, secuencias gore con baños EXTREMOS DE SANGRE (sí, con mayúsculas, que me provocaron varias, varias risotadas maníacas) y monstruos de materias deformes con fluidos chorreantes, tumores supurantes, abscesos estrambóticos. Es evidente el excepcional gusto de Fargeat por los géneros más oscuros del terror, del slasher, la exploitation, los años ochenta, la serie B y la ciencia ficción.

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Hay clarísimos e innumerables guiños a los grandes directores y pioneros de su categoría: Cronenberg —NATURALMENTE el más representativo— o los planos geométricos inmaculados del maestro esteta en diseño de producción Kubrick; también a Lynch (The Elephant Man, 1980 / Mulholland Drive, 2001), Gordon (Re-Animator, 1985), Guilliam (Brazil, 1985),  Jackson (Bad Taste, 1987 / Braindead, 1992), Aronofsky (Requiem for a Dream, 2000) o Winding Refn (The Neon Demon, 2016), pero desarrollando un método más repulsivo, poético y caótico que posiciona a The Substance como la mejor y más sarcástica, inverosímil, provocativa, irreverente, divertida, repulsiva y agridulce comedia de 2024 que se cuela a toda velocidad como filme de culto y que ocasionará aflicción severa al que prefiera el cine más convencional y mainstream.

Estoy en extremo satisfecha por presenciar a gente agobiada a mitad del filme saliendo de la sala en la que se proyectó o a los que no dejaban de lanzar maldiciones por el «terrible y asqueroso» filme que acababan de ver. He escuchado y leído que el último tramo es desbordado para algunos. En mi particular percepción la duración del metraje y escenas finales están perfectamente argumentadas desde la catarsis y conmiseración femenina. Nada falta. Nada sobra. N A D A. ¡Agasajo total!

Se puede ver en cines por su reciente estreno (y pronto en Mubi).

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* «Jane Fonda’s Original Workout: Follow Along With Classic Step Aerobics», 2022, TONIC. YouTube  https://www.youtube.com/watch?v=fwQ1PrED9IE

** «Wagmeister, Elizabeth. 2024, Accusers of Harvey Weinstein want new trial after overturned rape and assault conviction», CNN [en línea] https://edition.cnn.com/2024/04/25/us/accusers-harvey-weinstein-conviction-overturned/index.html

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Miriam Gálvez Mancera

SuperHeroína coyoacanense. Bakeadicta. Cazadora de imágenes.

Pesadilla, malestar creado por la mente enferma de algún noctámbulo en insomnio desesperado.

Fundadora de The Junkie Cinema Club y colaboradora de Fantasmagoría: festival de cine fantástico y de terror de Medellín.

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