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TIENES QUE MIRAR

 

Amaranta Castro

 

 

Nada ha cambiado./ El cuerpo es doloroso,/ tiene que comer y respirar, y dormir,/ tiene una piel delgada y justo debajo de ella, sangre:/ tiene una considerable cantidad de dientes y de uñas,/ sus huesos son frágiles, sus articulaciones moldeables./ En las torturas, se tiene en cuenta todo eso.

W. Szymborska

 

 

A pesar del tiempo que ha pasado, me gusta mirar una pequeña fotografía suya en el último ultrasonido. Las palabras parecen esfumarse e invertir su orden para que su muerte permanezca en silencio. Nunca acaricié sus manos, pero soñamos juntas. Creo que esa era la forma en que me invitaba a su mundo en formación. Aun siento aquel cosquilleo en la nariz, ese animal de grandes fauces sobre mi garganta cada vez que intento escribir acerca de la muerte de mi hija.

Anna Starobinets, una de las escritoras contemporáneas con mejor recepción en la actualidad por sus escritos de ciencia ficción y terror, coloca las palabras donde se necesitan. La escritora afirma que “una cosa es inventar historias de miedo y otra muy distinta es convertirse en la protagonista de un cuento de terror”.

Necesitaba buscar palabras donde yo no las tenía, y en cada una de estas novelas encontré piezas de un sentimiento que cada día cambiaba de forma: Carta a un niño que nunca nació (1975) de Oriana Fallacci, Línea Nigra (2020) de Jazmina Barrera, Todo cuanto amé de Siri Hustvedt.

Y en versiones aún más siniestras y fantásticas acerca de la maternidad, El no nacido (1982) de David Shobin y El animal sobre la piedra (2002) de Daniela Tarazona.

Pero fue hace unos meses que encontré las palabras que pudieron traducir mi duelo a través de la novela Tienes que mirar de la escritora y periodista Anna Starobinets (Impedimenta, 2021). La novela describe la travesía de terror y miedo que la escritora vivió durante su embarazo al enfrentarse al sistema médico ruso. El bebé que espera tiene una enfermedad congénita. Desde este momento la autora despedaza la piel que recubre a la maternidad y nos muestra sus entrañas: “si estos niños no sobreviven, entonces el nene se convierte en un feto con malformaciones, en una calabaza podrida, y la futura mami, en rata […] las ratas que se vayan por la puerta trasera. Que se escondan en el sótano”.

Con una escritura híbrida, la autora nos presenta entradas de artículos y foros en los que puede leerse los testimonios de las madres de hijos con malformaciones. En ese espacio se describen los diagnósticos, así como los procedimientos al que son sometidas las mujeres con dichos embarazos. Aisladas, culpables y castigadas. Ellas dejan de ser consideradas personas. Sus bebés sólo son fetos, abominaciones. En estos foros el aborto es “algo sucio y perverso”; sin embargo, el sistema de salud ruso tampoco asiste a estas mujeres de manera digna para que lleven a término sus embarazos. Starobinets advierte la tortura a la que los médicos la orillan: “Es a mí a quien le tocará matarlo en un futuro muy próximo. O será a mí a quien le tocará seguir con el embarazo y alumbrar al niño. Y verlo morir”.

El sistema médico es descrito por la autora como una institución de total ausencia de cualidades morales, así como de nulas normas de comportamiento ético. Ahí, los médicos se despojan de su humanidad, pues la indiferencia está anidada en sus mentes. Algo de esta idea habita también en el cuento de Starobinets “Una edad difícil” (2005). En el cuento narra cómo una hormiga entra al cerebro de un niño hasta controlarlo física y mentalmente. Quizá la escritora ya advertía la manera en que las viejas ideas, pensamientos y el fanatismo se apropian de nosotros hasta hacernos irreconocibles.

La novela utiliza el lenguaje del miedo, el nombre de instrumentos quirúrgicos como “legra” que dejan a la autora con una sensación de terror. Detalla los horrores de la enfermedad del hijo, las malformaciones y sus síntomas. Un lenguaje de condolencias, de preguntas —“¿por qué?” y “¿cómo vivir a partir de ahora?”—, comentarios y denuncias acerca del aborto. Esta información, afirma la escritora, le hace sentir que no está sola, “que hay un sótano enorme lleno de ratas como yo y que todas chillan de dolor y miedo”.

Aparece la idea de un Dios castigador, que las llevará al infierno, o de la Supermatrona, que curará de manera milagrosa a los bebés de estas mujeres. Pero sobre todo (como detalla Starobinets), la conexión entre la interrupción del embarazo y el infierno ardiente.

“El niño que llevo dentro se estremece como una polilla”. Starobinets piensa llevar a término su embarazo y confronta las ideas de que su hijo es un monstruo. “Un monstruo, un discapacitado”. A partir de esta decisión, la escritora deberá buscar un veredicto en un hospital alemán.

Anna Starobinets

Ante las numerosas lecturas que pueden hacerse de este libro, me interesa la idea que atraviesa los veinticuatro capítulos de la novela, la cual es la representación del sufrimiento y la tortura. Cuando Starobinets realiza un trabajo de investigación para mantener con vida a su hijo obtiene hallazgos cercanos a un umbral liminal inclasificable. Los testimonios de las mujeres son los vórtices y las raíces del libro. Mujeres que confrontan el pensamiento inquisitivo de los médicos, la historia de sus cuerpos vulnerados y castigados. Mujeres mutiladas que sangran y gritan y que piden dignidad para ellas, para sus hijos e hijas. Métodos inquisitivos cuyo objetivo es controlar el cuerpo de las mujeres por medio de la tortura.

El autor Michael Kerrigan, en Una historia acerca de la tortura (2018), refiere que en el siglo XIX surgen las penitenciarias como un medio para aislar a las personas. Dicho aislamiento era un castigo, pero también era considerado una cura. Este encierro mental suponía que mediante la reflexión, las personas culpables llegarían a la solución de sus enfermedades. Starobinets narra situaciones similares respecto a la forma de proceder de los médicos rusos en los centros obstétricos. La manera en que son aisladas de manera innecesaria de sus parejas y familias (cual si fueran prisioneras) durante semanas o meses para realizarles el procedimiento. El encierro en el que son obligadas a sufrir y a soportar el dolor. El castigo del hostigamiento social que recae sobre ellas. Exhibir cómo padecen y mueren sus bebés.

Las prácticas de interrupción del embarazo, tal como las narra la autora, son lo opuesto a un tratamiento donde se tome en cuenta la dignidad humana de la madre y el bebé. Respecto a esta problemática, Donatella Di Cesare reflexiona entorno al límite entre la existencia de la tortura y la dignidad humana. La autora italiana deja claro que donde hay un elemento de tortura no puede existir un espacio para la dignidad. En esta fiesta lúgubre punitiva (como la nombra Di Cesare), existen “técnicas ingeniadas por la fantasía humana para infligir dolor y tormento, se demora en la desnudez inerme de la víctima y en la expresión hosca del verdugo”.

No obstante, en la novela existe un contrapunto al terror. La mirada es el acto que repara. La mirada le permite a la escritora desprenderse del ciclo de deshumanización. Es mediante la mirada que la novela presenta cómo los sentimientos encuentran una dirección.

En diferentes momentos, Anna Starobinets describe cómo es reemplazada por su otra yo. Entonces puede mirarse así misma actuando de otra manera, a su otra yo abatida, rígida; a su otra yo que llora, a su otra yo que piensa: “en mi interior está la muerte […] la muerte nace en silencio”.

Puedo reconocer que si existe una catarsis para la historia de terror que narra la autora, se encuentra en la mirada al final del sufrimiento. Existe un momento en el que un acercamiento indescriptible puede, paradójicamente, llenar de significado las infinitas sensaciones y sentimientos por las que atraviesan las mujeres en dicha situación. Este sentimiento es la mirada que nos relaciona con el mundo en el que vivimos. En este caso, una mirada a quien estuvo presente en la narración de la novela desde el inicio y no tuvo un solo diálogo.

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Amaranta Castro

Estudió Estética y Filosofía del Arte. Cursó el diplomado en Creación literaria en la Escuela de Escritores SOGEM. Primer lugar en la categoría de Poesía en el 10º Festival Internacional de Escritores y Literatura, San Miguel de Allende, Guanajuato (2015). Ha publicado en diversas revistas y periódicos nacionales. Fue becaria del programa de Innovación artística (IMACP, 2018) con el libro Voces de los árboles. Recientemente algunas de sus poesías fueron seleccionadas en el libro de escritoras contemporáneas mexicanas Romper con la palabra. Estudia Lingüística y Literatura Hispánica.

IG: @_amantine_

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