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UNA CLASE DE SEGUNDO AÑO

A.H. Ucán

MÉXICO

 

—Niños, ¿ha quedado claro?

—¡Sí, maestra! —gritó el grupo de veintiún niños a coro. Todos ellos pequeños, de no más de nueve años, y enfundados en sus uniformes rojos para las niñas y violetas para los niños.

La maestra Leni no podía estar más orgullosa. Leni era una chica que siempre soñó con ser maestra de niños en la escuela primaria de su pueblo. Luego de empaparse en la biblioteca del lugar de cuanto conocimiento se guardaban los libros, quiso trasmitirlo a las nuevas generaciones. Esos conocimientos se iban perdiendo con el pasar de las décadas y de la aparición de nuevas formas de comunicación y de trabajo de la tierra. Ella tenía que hacer algo.

—Muy bien, mis amores. Ahora, ¿alguien que me quiera decir los tres tipos de portales que existen? —dijo Leni hinchada de orgullo.

En el fondo del salón Edwin fue el único niño que levantó la mano. Leni dudó entre darle a palabra o esperar a que cualquier otro niño, el que sea, quisiera participar. Edwin brincaba en su lugar alzando la mano.

—¿Alguien más? ¿Ricardo? —el niño más fuerte del salón, y también uno de los más bajitos, siempre con el cabello cortado a dos milímetros de la cabeza.

—No lo sé, maestra.

—Tú, Selene —apenas terminó el nombre y Selene ya lloraba por el pánico a hablar en público; su compañera de pupitre la abrazó.

—Está bien, Edwin. ¿Cuáles son los tres tipos de portales que podemos abrir? —dijo Leni bufando, sabía que venía una explicación interminable como toda participación del alumno estrella.

Edwin respiró mucho, hinchando el pecho como un toro orgulloso de ser el único capaz de dominar a la manada ignorante. Después de todo, él era el único niño que sus padres lo habían llevado a visitar lugares lejanos dimensionales y traer cosas como recuerdo.

—Los tres tipos de portales, maestra, como lo dice el libro en la cuarta unidad, son: uno, portales espaciales; dos, portales temporales; y tres, portales dimensionales. Ese es el orden de dificultad, porque cualquiera de nosotros podemos abrir un portal para ir de un lado a otro; es más, mi mamá ni me viene a buscar a la escuela: salgo a la calle, abro mi portal y llego a casa. El segundo de ellos no me sale muy bien por ahora, sólo puedo mandar cosas cinco segundos atrás en el tiempo. Es muy difícil, pero mi hermano ya pudo regresar por diez minutos a la rebelión de los enanos de Kaal’Chen. Bueno, sólo pudo en espíritu, pero me da envidia. ¡Es muy bueno! El dimensional es muy peligroso. Mamá y papá me han prohibido siquiera intentarlo, dicen que con un sólo segundo podría entrar a nuestro mundo alguna plaga o algo grande y oscuro.

Leni estaba con la boca abierta, ella apenas si podía conjurar un portal que la llevara al patio de recreo y de vuelta al aula, ya pensar en ir a su casa en portal era una locura descarada, incluso a sus colegas maestros les era difícil hacerlo más allá del patio de sus propias casas con años de entrenamiento.

—Aunque mi papá me ha dicho que existe un cuarto portal —Leni cerró su quijada con la mano derecha. En sus años en la biblioteca del pueblo apenas si encontró información de los portales y ahora un niño veinte años menor que ella le estaba enseñando que hay un “mucho más allá” de lo que ella jamás imaginó con tantos años de estudio.

—Mi papá dice que es el espiritual —dijo Edwin e inmediatamente se sentó, puso los ojos fijos y entró en ansiedad; supo que había dicho una indiscreción. Afortunadamente, los niños de la clase apenas si le prestaron atención. De hecho, Calín, el niño más alto del salón, le tiró una bola de papel que le rebotó en la cabeza.

—Calín, ¡¿qué te he dicho de tirar hojas de tu libro en blanco?! —gritó Leni.

—Que si alguien las recoge y las usa podría hacer una maldición que convierta a mi familia en sapos verrugosos enanos —dijo Calín avergonzado.

—¡Recoge eso y pégalo a tu libro otra vez! —ordenó Leni al niño.

Selene contagió del llanto a su compañera de pupitre y ahora ambas lloraban. A Leni le tomó un par de horas volver a tomar el control del grupo. El resto del día hablaron de cosas menos importantes, como los usos de la sabia de palmeras púrpura en ciencias naturales, los árboles móviles desérticos en geografía y las melodías encantadoras de larvas de mantícoras grises en educación artística… Eso le tomó horas.

El director pasó poco antes del final de las clases, robó la atención de los niños cuando tomó como pareja de baile improvisado a Leni y discutió el baile escolar de fin de curso y la participación del segundo grado grupo “B”.

Al acabar el día, Leni apuntó el término “portal espiritual” en su libreta que guarda en el único cajón de su escritorio de profesora. Ya lo investigaría luego con el gran maestre de la ciudad capital en la siguiente convención de maestros, o quizá lo preguntaría a la guardiana del árbol Pitch del centro de la ciudad. Por ahora estaba muy cansada y solo quería llegar a casa a darse un baño.

La clase terminó y los niños salieron corriendo a sus casas. Todos ellos se atropellaban al momento de recoger sus báculos en la entrada el salón. Edwin fue el último en salir… Tomó su báculo, caminó tranquilamente hasta fuera de la escuela, conjuró un portal de tamaño moderado en que podía verse una sala muy bonita (Leni, quien estaba cerca, supuso que era la sala de la casa de Edwin), entró al portal y este se cerró tras él.

Edward Gorey

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Alberto Hernández Ucán (Escárcega, Campeche).

He vivido en muchas ciudades, ahora radico en CDMX.

Me encantan los libros, la tecnología y la ciencia ficción, por ello estudié ingeniería y docencia.

Instagram: @a_ukn

Twitter: @albertohucan

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