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Bitácora de Navegación del Nautilus 1

VIDA EN UN MUNDO DAÑADO

Marina Ortiz

 

¿Han visto estas gráficas donde varios círculos se superponen, cada uno de ellos tiene el título de un libro o programa de televisión distópico y en el centro hay una flecha grande y roja que dice “USTED ESTÁ AQUÍ”? Me parecen extrañas. La ciencia ficción efectúa un juego doble: habla del futuro al mismo tiempo que habla del presente. Por lo tanto, toda distopía es advertencia y espejo de la realidad. Estamos y no estamos en los círculos concéntricos de Brave New World, Black Mirror, 1984, The Handmaid’s Tale, Gattaca, Fahrenheit 451, etc.

Me gustan las distopías porque apuntan a otro juego doble (siendo así, una distopía de ciencia ficción podría ser un juego cuádruple): critican a la sociedad a la vez que nos dicen cómo vivir en ella. Son manuales a la vez que son expresiones de rebeldía. Un mensaje, un grito: “¡Sáquenos de aquí! Mientras tanto, aquí está la mejor manera de cruzar la calle sin que nos atropellen”. Este gesto de huida truncada tiene un particular color en el cyberpunk. Otras distopías se sienten más lejanas o más frágiles o como si en la destrucción del individuo en ellas también lo libera (y a nosotros también) de soportarlas. Pero el cyberpunk es la distopía del mundo “neoliberal”, del “libre mercado”, de las tecnologías de la información, de esas sociedades de finales del siglo XX que siguen siendo las nuestras. Ya saben lo que dice ese filósofo: “es más fácil imaginarse el fin del mundo que el fin del capitalismo”. Bueno, bien podríamos decir que mientras haya capitalismo de libre mercado habrá cyberpunk. Todas las distopías son importantes y resonarán diferente en cada quien. Para mí, el cyberpunk es relevante porque es un manual que hace eco de mis propios sentimientos: ¡Sácame de aquí! Mientras tanto, aquí está la mejor manera de navegar el ciberespacio.

¿Conocen Monterrey? Es una ciudad de contradicciones: un clásico conflicto del hombre contra la naturaleza. Las montañas se imponen, pero los edificios buscan superarlas, en medio del desierto estéril se instala una productiva industria y la rigurosa ética del trabajo no tiene su corazón aquí, sino allá en el norte (“en Estados Unidos todo es mejor…”). Parte de la población se enorgullece de sí misma y parte de ella quiere huir de sus tierras lo más rápido posible. “Neoliberal” y a la vez ranchera, rica y pobre, ecléctica. Es high tech-low life: indudablemente cyberpunk.

Tierra Adentro, 1993.

Tal es escenario de la primera novela cyberpunk de Latinoamérica: La primera calle de la soledad (1993), de Gerardo Horacio Porcayo. Un dato curioso personal: compartimos nacimiento ella y yo; es una coincidencia que no sé cómo interpretar. El protagonista, Oscar Martínez, apodado el “Zorro”, sufre de este cuádruple juego de una distopía de ciencia ficción: crítica y guía, presente y futuro. Detesta el espacio a la vez que es de los más expertos en transitarlo; su vida es nuestro futuro y presente. Se rebela contra “la congoja eterna que conlleva sobrevivir en la actual sociedad deshumanizada…” (p. 26) y contra “los seres ávidos de la noche, las patrullas que despliegan su recorrido a través del circuito vial. Los turistas que aquí y allá hacen uso de ese distintivo… El Mercado Común Universal solo ha acercado más a esas lacras sociales” (p. 26). En otro momento, le dice a su interés romántico que no la entiende y que no está seguro si podría llegar a amarla porque “pertenece a la parte agresora”. A lo que ella le responde: “El mundo es agresión pura” (p.102). El Zorro es un protagonista arquetípico del cyberpunk: el hacker todo-terreno, al margen y por encima de la sociedad, un criminal porque la vida en sí misma es criminal; sobrevive el cyberpunk mejor que nadie —cosa nada fácil—, de inteligencia excepcional, que siempre tiene una chica atractiva cerca y dispuesta y rencoroso del entorno que lo engendró. Su espíritu de desapego al espacio parece alimentar su gran habilidad para habitarlo.

Editorial Vid, 1997

El tono general de la novela está empapado del pesimismo subjetivo de su protagonista, fácil de identificar por la manera en que retrata el espacio: “como un tapiz grisáceo y agresivo a la vista” (p.11); “Tras años de búsqueda, de producción sin control, alcanzó la cúspide de la saturación. Ahora solo es una megalópolis, nada como un patrón de movimientos, de tendencias…” (p.15). Es una distopía que se desborda, una ciudad vorágine. El cyberpunk no ofrece “soluciones” o “reconciliaciones” para el espacio porque es un género que en realidad no sabe si celebrar o temer (1): las grandes ciudades impresionan a la vez que pululan de peligro. Son laberintos verticales donde una puede escabullirse a la libertad o perderse en el vacío. El espacio en el cyberpunk es uno de sus más grandes atractivos y problemas. El mundo es demasiado grande y devora a sus hijos, como Cronos. En cierto modo, el Zorro no puede escapar de Monterrey por más que lo intente, como nosotros no podemos escapar de nuestro presente.

Planeta, 2020

Pero no podemos vivir en otro mundo. Al final, creo que regresamos al cyberpunk por eso. Podemos cambiar al mundo, es verdad, pero también son consoladoras las historias “pesimistas” de lo ineludible que es la vida urbana en el siglo XXI, prolongaciones del siglo XX —como las avenidas principales de cualquier ciudad, nunca terminan, sólo se convierten en carreteras a otro lado. El Zorro es como cada uno de nosotros, en tanto siente lo mismo que nosotros. Otro regiomontano más. Su persona hace real algo que dice Baudelaire en Paraísos artificiales: “La lucha y la rebeldía siempre implican una cierta cuota de esperanza, mientras que la desesperación es muda” (p. 203).

Gerardo Horacio Porcayo

Una distopía siempre tiene algo de punk.

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(1) Me gusta algo que dice Fredrich Jameson en un ensayo: “[…] el proceso de alienación de la vida diaria de la ciudad puede ahora experimentarse en forma de un nuevo y extraño regocijo alucinatorio” (Jameson, 1991, p. 57).

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Ana Marina Ortiz Baker

Soy de Monterrey, Nuevo León, México.

Desde la licenciatura estudio la ciencia ficción y la fantasía, y estoy por terminar una maestría en Literatura Hispanoamericana.

Mi tesis de investigación fue sobre el cyberpunk mexicano, en específico el tema del espacio y su relación recíproca con los personajes.

Me gustan los temas del cuerpo, la mujer, la ciudad, los mitos, la magia y la naturaleza.

Los conocimientos que tengo, que son un tesoro para mí, aún tienen mucho que crecer.

Twitter: @maro_baker

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