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ZOMBIS, HUMANOS Y UNA ALIENÍGENA

 

Margarita Aurora González Ramírez

 

 

A propósito de que la semana pasada fue 30 de abril, día del niño y de la niña en México, quiero hablar de la película Z-O-M-B-I-E-S, un musical de Disney estrenado en 2018. La película se desarrolla en Seabrook, un pueblo en el que, 50 años atrás, ocurrió un terrible accidente que ocasionó que algunos integrantes de la comunidad se convirtieran en zombis y que en última instancia dividió al pueblo. Tras el accidente, los humanos levantaron una barrera que los separara de Zombietown, hogar de los zombis.

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En el lado de los humanos todo es perfecto, ya que es una comunidad planeada en donde la vida de cada uno de los habitantes es, en apariencia, ideal. Estos humanos visten de color pastel: azul o rosa. En Seabrook no toleran lo diferente, como ya podía entreverse desde su decisión de separarse de los zombis. El lado donde viven los humanos me recordó un poco a Paradise, la ciudad búnker subterránea de la serie homónima (2025), aunque también tiene algo de Barbieland y la Seahaven de The Truman Show. Todas ellas son ciudades aparentemente perfectas, pero cuya existencia está basada en un engaño, por decir lo menos.

Zombietown es un área poco agradable, pero que los zombis han sabido adaptar. Los zombis son pálidos, incluso blancuzcos, y su cabello es de color verde. En su mayoría, su vestimenta es de color guinda y verde. A pesar de ser libres en su ciudad, los zombis tienen que obedecer el toque de queda, además de que deben portar un brazalete, la banda Z, un dispositivo que emite descargas electromagnéticas que “anulan su deseo de comer cerebros” y que les permite llevar una vida “normal”. Los zombis le temen al fuego y no se les permite tener mascotas, ya que los humanos creen que podrían alimentarse con ellas.

En la historia, los humanos permitirán por primera vez que los zombis asistan a su secundaria. Eso emociona a los zombis porque parece un paso importante hacia su aceptación. Sin embargo, asistirán a la secundaria sin saber que lo harán bajo condiciones muy estrictas: no podrán convivir con los humanos, el espacio designado para ellos será el sótano y no podrán participar en actividades deportivas.

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Esto último es un impedimento para que Zed, el protagonista zombi, cumpla su sueño de ser jugador de fútbol americano, lo que también lo ayudaría a ser aceptado como un integrante de la comunidad y, a la vez, contribuiría a la aceptación general de los zombis. Cuando accidentalmente golpea su banda, su naturaleza rápida y su fuerza se manifiestan y el entrenador lo considera como una opción para el equipo, el cual no ha ganado juegos desde hace algún tiempo. El entrenador consigue que la directora permita que el zombi se una al equipo. Zed aprovecha el interés del entrenador para negociar con la directora algunas cosas en favor de los zombis.

Pronto, Zed se percata de que no basta con su entusiasmo para cumplir con su sueño, sino que tiene que recurrir a su naturaleza. Para ello tiene que liberar su banda y le pide ayuda a su amiga Eliza, quien es muy hábil con la tecnología y sabe cómo intervenirla. Como consecuencia, Zed consigue que el equipo gane y, de la noche a la mañana, los zombis son aceptados y los humanos quieren convivir con ellos. (Un poco como el lobo estrella del baloncesto del que hablé en la entrega anterior.)

Addison es la protagonista humana. Es hija del alcalde de Seabrook y de una ex porrista, por lo que carga con la expectativa de ser aceptada en el equipo de animadoras, ya que eso la hará destacar y pertenecer a un grupo selecto. Ella, en el fondo, se sabe diferente, empezando por el color blanco de su cabello, que sus padres le obligan a ocultar bajo una peluca rubia. El color de su cabello es una señal de que ella tiene un origen diferente, que quizá la acerca más a los zombis que a los humanos. De hecho, en la película Z-O-M-B-I-E-S 3 (2022) se revela que es una alienígena.

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Al final, los zombis son aceptados y, si bien no dejan de vivir en la zona designada para ellos, se derrumba la barrera: humanos y zombis viven y conviven sin restricciones. Sin embargo, los zombis no dejan de usar las bandas. Los zombis de esta película son relegados por los humanos, ya que aun cuando los han sometido al uso de una banda para despojarlos de su naturaleza monstruosa, no los aceptan por ser distintos a ellos, porque no sólo representan la consecuencia del accidente ocasionado por un descuido, sino que representan lo que los humanos no quieren ser, aquello que les recuerda lo que fueron y que ya no son.

En esta película los zombis son un medio para hablar, al estilo Disney, de la aceptación de los otros y las otras, y para abordar también el tema de la aceptación personal. En una próxima entrega les platicaré de una propuesta más arriesgada, y quizá también más divertida, de contar la historia de una Julieta humana y un Romeo zombi: Mi novio es un zombi Warm Bodies (2013).

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Margarita Aurora González Ramírez

Licenciada en Lingüística y Literatura Hispánica y maestra en Literatura Mexicana por la BUAP.

Ha tomado talleres de escritura. Diplomada en Literatura Fantástica y Ciencia Ficción por la Universidad del Claustro de Sor Juana.

Actualmente es maestrante en Escritura Creativa en la Universidad de Salamanca.

Escribe y lee acerca de monstruos y de terror.

https://www.instagram.com/lavoraginedeeos/

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