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DE LA REPÚBLICA A AYN RAND

II

Emiliano González

Primera parte

 

Cercano al mejor aspecto de los decadentes rusos, es materialista y dialéctico William Morris, autor de la novela El bosque más allá del mundo, iniciada en 1892 y publicada en 1894. La novela ofrece una versión personal de la leyenda de Demeter y Perséfona. El enano amarillo, que juega el papel de Plutón, es asimismo una masculinización de la enana Baubo que hace reír a Demeter en el mundo subterráneo. El héroe Golden Walter derrota a las encarnaciones del mal –el enano y su mujer– y se une con la Doncella, que no tiene nombre al ser un espíritu del verano. Golden Walter se vuelve rey del pueblo de Starkwell, feliz con la doncella, y todo acaba en un ambiente próspero, de armonía y fertilidad.

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Al ser una masculinización de Demeter, Golden Walter es asimismo una variación de Orfeo, que esta vez no pierde a Eurídice.

El mismo Morris admite que su novela no es didáctica ni social, y nosotros notamos que es meramente fantástica y personal: implica la forma poética, no política, de transformación. Y es que la prosa es poética: nos lleva a un mundo extraño, muy lejos de la realidad y de la historia. Es esta distancia la que permite la transformación mental de los lectores, que suspenden la incredulidad y se entregan a la novela sin preguntarse si lo que ocurre es real o imaginario. Depués, recuperan la incredulidad, es decir, despiertan del sueño inventado. Luciano en Historia verdadera (del siglo II d.C.) dice que su narración es para descansar de obras más serias, es decir, para suspender el juicio. La incredulidad y el juicio van juntos, ya que la capacidad de juzgar se ve acompañada de la capacidad de dudar. La incredulidad es suspendida sin temor alguno en la novela de ciencia-ficción de Morris, Noticias de ninguna parte (1890), en que el durmiente William Guest despierta en el futuro y se encuentra en la sociedad ideal, pues ha habido una revolución para llegar al mundo más atractivo que pueda imaginarse: las relaciones humanas son muy amistosas, cálidas, igualitarias. No hay conciencia de clase, no hay hipocresía e, increíblemente, no hay leyes ni prisiones, religiones ni escuelas. Tampoco hay vías para locomotoras. Las mujeres no son convencionales como las victorianas, ni son consideradas inferiores. Las inhibiciones no impiden el tacto ni las palabras. La civilización y la naturaleza conviven armoniosamente. Hay matrimonios más abiertos. El comercialismo desaparece. “El mundo nace por segunda vez”, dice un viejo. La vida carece de lujos, mas no de placeres. El durmiente despierta al final del libro, sugiriéndole a H. G. Wells un buen título, Cuando el durmiente despierta, para una distopía publicada en 1899.

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Distopía es “mal lugar”: lo que no debiera ser, lo reaccionario. Utopía es “no lugar”: lo inexistente pero lo que sí debiera ser, lo revolucionario. Distopía y utopía son elaboraciones mentales necesarias para evitar excesos y defectos de las sociedades.

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La materialista dialéctica Clemence Housman elabora La mujer-loba (1896), novela corta en que podemos ver a la licántropa unida al invierno, como en el fragmento de novela de Frederick Marriat, evocaciones de la literatura inglesa que nos llevan al antiguo ritual dionisiaco, en que el cazador-lobo representa al invierno y es ajusticiado por las ménades. El hermano de Clemence, Laurence Housman, hace un dibujo muy efectivo, art nouveau, “Pesadilla”, en que un lobo enorme ataca el cuello de una mujer, en medio de un bosque. Feminista y socialista, Clemence Housman escribe su novela corta en prosa poética y decadente, concentrándose en el odio de un hermano por otro, y en cómo Abel salva a Caín de la mujer-loba, sacrificándose como un moderno Cristo: los besos de la mujer-loba son fatales.

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John Evelyn Barlas, poeta y socialista, nacido en 1860, sufre la muerte de su hija, es golpeado en una manifestación en Trafalgar Square en el “Domingo Sangriento” (noviembre de 1886) y desde entonces muestra ciertos trastornos mentales. A comienzo de la “década amarilla” de fines del siglo XIX, es detenido por disparar en la Casa de los Comunes, y pasa sus últimos años en un manicomio escocés. Muere en 1914. La muerte de la muerte (un tema de Barlas abordado antes por su maestro Swinburne) le inspira en parte a Lovecraft un dístico de su imaginario poeta loco Alhazred. Antes de su locura, Barlas escribe un ejemplo de teatro poético: el drama La reina de la Isla Escondida (1885), en que Amanda, una reina mortal, pretende a Hermadon, caballero amado por la reina Elzir, que es eterna y vive en la Isla Escondida de Cefalonia. Como Hermadon la rechaza, Amanda lo vuelve cautivo, pero lo libera para que la ayude, defendiéndola de los Filisteos, que la consideran una prostituta. Elzir –basada en la ninfa Calipso de la Odisea– recibe finalmente a Hermadon. Elzir es el amor perpetuo y Amanda el amor mortal. Otro personaje, el caballero Clarimonde, es un prosaico que pretende llegar al amor divino sin haber pasado por el amor humano, y que fracasa al pretender a Elzir.

John E. Barlas

John E. Barlas

Las utopías decadentes se ven acompañadas por las distopías.

El uruguayo Herrera y Reissig, viendo por intuición el futuro de la humanidad y criticándolo, dice en su soneto “Misa bárbara”:

 

Entonces los egregios Zoroastros,

en un inmenso gesto de exterminio

erizaron sus barbas de aluminio,

 supramundanamente, hacia los astros.

Julio Herrera y Ressing

Julio Herrera y Reissig

 

Este final se convierte en los versos del mexicano Maples Arce:

 

un pájaro de acero

 ha emprorado su norte hacia una estrella.

 

La ciencia-ficción distópica, pesimista, de Herrera y Reissig se vuelve la ciencia ficción utópica, optimista, de Maples Arce, materialista dialéctico y estridente. Las clepsidras, libro de Herrera y Reissig que incluye el soneto, es de 1909; Urbe, el libro de Maples Arce que incluye los versos citados, es de 1924.

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Parecido al poeta de Las montañas del oro de Lugones, que libera a la esclava amada, el poeta de Avión (1923) (1923), Luis Quintanilla, une el afán personal y el colectivo. El erotismo particular se vuelve general, cósmico. Pero en vez de usar imágenes decadentes como Lugones, Quintanilla usa imágenes estridentes. Los colores traen recuerdos de infancia. Las flores y sus aromas se unen en la paz. La mujer de párpados violetas y cuerpo negro, Dinah, lo recibe. Y en una oración, Rusia es la amada y la amada es Rusia.

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Las bases del estridentismo, del surrealismo, del existencialismo y del movimiento subterráneo de 1967 son el materialismo dialéctico en general y el decadentismo en particular. Hacia 1880, en París, hay una serie de cenáculos de jóvenes (los Hidrópatas, los Hirsutos, Nosotros y otros) que inician el simbolismo. Son grupos de estudiantes, aprendices y gente de letras. Con opiniones filosóficas y políticas vigorosamente violentas y con revistas de tendencias socialista y revolucionaria, que simpatizan con las más avanzadas opiniones políticas y sociales o multiplican las profesiones de fe materialistas y anti-religiosas, estimulan las “reconstrucciones comunistas de Francia” o promueven “la demolición de la moral” y reivindican “la libertad absoluta de la carne”. También proclaman “el derecho a la pasión integral”. En ese medio ambiente aparece el espíritu decadente, primera manifestación del espíritu simbolista. Este fenómeno, que se da a partir de 1880, es descrito por el profesor de literatura P. Martino en su libro Parnaso y simbolismo, publicado en 1925.

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Martino observa que “la revuelta de la nueva generación”, o al menos parte de ella, no se ha instalado cómodamente en los marcos sociales. “Estos jóvenes se rebelan contra todo el sistema político, social, intelectual y artístico que han heredado (a pesar de ellos mismos) de sus mayores: el ejército, el orden moral, el arte demasiado estilizado, la novela realista, la fe positivista, todo es puesto en duda”.

Precursores de estos jóvenes decadentes son los pre-rafaelitas, que describían a la Edad Media como “un período místico y socialista al que atribuyeron todas las virtudes que habían buscado en vano en la época victoriana”, según Phillipe Jullian en su libro Estetas y magos (1969). Dice Jullian que “Rossetti y Swinburne, los discípulos de William Morris, eran demócratas y tenían poca admiración por Wagner”. La hermandad pre-rafaelita surge en 1848.

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La falsa democracia que condena a Sócrates, una vez muerto Pericles, es comparable con la democracia francesa de la época de Baudelaire, dominada por el imperio y la burguesía. En las situaciones de falsa democracia que retrata Baudelaire, lo personal es anulado por lo social, y ya presentimos los cuentos crueles de Villiers de l’Isle Adam. Baudelaire en su proyecto “El pobre hambriento” se detiene en una injusticia: “Supongamos un pobre hambriento que quiere aprovechar, para comer, de una fiesta pública y de una distribución de víveres. Es pisoteado por la multitud.” En otro momento Baudelaire observa que los demócratas no gustan de los gatos porque estos animales son hermosos y despiertan ideas “de lujo, de limpieza, de voluptuosidad, etc.” Ante la falsa democracia, los jóvenes baudelerianos de 1880 buscan la verdadera democracia y la encuentran en el materialismo dialéctico.

En los diarios íntimos de Baudelaire podemos leer el siguiente fragmento: “Aviso a los no comunistas: todo es común, hasta Dios”.

Sobre Felipe Trigo, narrador y materialista dialéctico español, ha escrito la crítica Lily Litvak: “Considera que Marx y Engels  se han concentrado principalmente en el aspecto económico de las transformaciones sociales, olvidando la faceta antropológica”. Litvak añade: “… considera que las transformaciones socioeconómicas no bastan y se propone recrear también las condiciones morales y psicológicas necesarias para su revolución. Por ello pone de manifiesto un impulso que dirigirá el proceso revolucionario: el erotismo. Esta dimensión dará los cimientos pasionales a su nuevo Estado” (Erotismo fin de siglo, 1979).

Felipe Trigo

Felipe Trigo

Trigo, realista y místico, autor de comienzos del siglo XX, se ve sucedido por el surrealismo, que según el crítico Herbert Read es el único movimiento en el arte moderno que “en verdad aplica los principios del materialismo dialéctico”, pues se opone por igual a las concepciones burguesas del arte y a la doctrina oficial del realismo socialista. En el manifiesto titulado Por un arte revolucionario e independiente (1938), André Breton y Diego Rivera dicen que es necesario unir los elementos reprimidos de la personalidad con el “ego” para alcanzar la libertad y que todo sistema totalitario, nazi o socialista, debe ser atacado pues se opone a la libertad.

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Hay una supuesta relación entre el socialismo y la anarquía. Sin embargo, los anarquistas, a través de los medios políticos, se proponen una finalidad apolítica, sin la organización propia de los gobiernos ya conocidos, pues cualquier gobierno según ellos es disfraz de la opresión. El libre albedrío es filosófico pero al darle un sentido político los anarquistas se han visto acompañados por la violencia, una violencia que ellos mismos han provocado, elogiándola y volviéndola una realidad, por medio de actitudes irracionalistas. El elogio de la violencia culmina en la agresividad, más que en la defensa. La anarquía no ha implicado la misma auto-determinación que siempre ha existido en filosofía y letras, pues sus partidarios, al aplicarla políticamente, han causado serios obstáculos que impiden la libertad.

El original Aleister Crowley, cuando escribe la palabra “magia”, en realidad se refiere a la filosofía, teórica y práctica, e implica la misma auto-determinación que siempre ha existido en filosofía y letras. La anarquía es parecida, pero no ha funcionado, ya que ciertas frases anárquicas, al rechazar a los burgueses, son simplemente verdades filosóficas aplicables a muchas situaciones, que en la aplicación política han suscitado violencia. La cooperación en vez de la competencia, la convicción de que un humano no debe imponer su voluntad sobre la de otro, el trueque preferible al mismo dinero de siempre, son elementos positivos dentro de la anarquía, aunque ésta nunca ha llegado al poder en ningún momento. Artaud confunde libertinaje con libertad cuando llama anarquista a Heliogábalo.

Antes de los surrealistas, los expresionistas buscan la libertad. A veces la encuentran.

En el espectáculo en cinco actos titulado Gas (1928), el expresionista Georg Kaiser nos presenta un fragmento macabro sobre un hombre ubicado en medio del infierno capitalista, un obrero que es sólo la parte de su cuerpo que acciona la máquina de su trabajo en una fábrica de gas. Cuando ésta estalla, el obrero pierde esa parte (su mano). El autor se pregunta, a través de un personaje, cuándo llegará el hombre verdaderamente libre, dueño de su vida y no propulsor ni víctima de la nueva época industrial. Al final, la hija de un multimillonario quiere dar a luz a ese hombre libre. La obra es un lamento por el gas como emblema del capitalismo y de la guerra. En ella están los esqueletos de los hombres destruidos por el gas. “Toda la industria de armas está organizada a base del gas.”

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Del mismo año es la obra extraña de Bertolt Brecht La ópera de dos centavos, cuadro de la sociedad burguesa y del hampa, que se inicia con la alusión a la pérdida de una mano, así como la obra de Kaiser concluye con la misma alusión. Semejante a la noche del Ulises de Joyce, que transcurre en el burdel de Bella Cohen (moderna Circe), la obra de Brecht es poética y satírica y su lenguaje es natural, obsceno y profuso.

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Transición entre el expresionismo y el surrealismo, el drama satírico Matusalén (1922) de Ivan Goll, muestra los curiosos sueños de un original burgués y contiene una rebelión de animales que anticipa la novela Granja de animales (1945) de George Orwell, autor también de 1984 (1949), en que se muestra que toda la sociedad tradicionalista, no basada en la experiencia, y que reprime la libertad y el amor, contiene algunos excesos y defectos del socialismo y horrores del nazismo. La frase “La ignorancia es fuerza”, de la novela de Orwell, proviene del drama de Goll, en que está la frase “La brutalidad es fuerza”. El proletariado, según Goll, es una raza prometeica, que debe escalar “los rascacielos de la fortuna” para luego llegar a las estrellas.

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La novela de Orwell se basa en Nosotros, novela escrita en 1920 por el ruso Yevgeni Zamiatin. El narrador imaginario D-503 es uno de los constructores de la espacionave Integral, que se propone subyugar a seres de otros planetas, en vez de dejarlos en “un estado salvaje de libertad”, y llevarlos a una felicidad matemáticamente infalible: la felicidad de los terrestres, cuyo símbolo es la línea recta, “grande, divina y exacta”. Para lograr esa felicidad es necesaria una sumisión total. D-503 pierde su capacidad de fantasear, que implica un poco de voluntad humana en un mundo dominado por el Estado Único, frío e inhumano. El intento de liberación de D-503, propiciado por la revolucionaria E-330, fracasa y se ve anulado por la fuerza todopoderosa de la línea recta. La cámara de gas, el caos y los cadáveres mencionados al final son anticipaciones críticas de Zamiatin. La novela, prohibida en Rusia, se vuelve famosa en otros países.

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Parecida a Nosotros es la novela Himno (1937) de Ayn Rand: la palabra “yo” ha sido borrada (junto con la palabra “electricidad”) en un mundo totalmente colectivista:

 

 Somos uno en todos y todos en uno

No hay hombres sino sólo el gran NOSOTROS,

 Único, indivisible y eterno.

 

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Según la autora, la palabra “Nosotros” se vuelve un monstruo cuando está colocada en primer lugar en el alma humana. En cambio el dios que da paz y libertad al hombre es llamado “Yo” (“Ego). Al final esta novela distópica se vuelve utópica. La autora hace bien al criticar al gobierno que no reconoce a las personalidades valiosas y por ende las desprecia. Sin embargo (como algunos otros escritores rusos), al ser despreciada, Rand adopta una actitud enemiga del socialismo y se pone a elogiar el capitalismo, en vez de reconocer a la democracia americana que ha simpatizado con ella. Rand cree que la democracia no puede existir sin el capitalismo. A pesar de esta creencia absurda, el objetivismo de Rand rechaza al escolasticismo y, siendo humanista, conserva cierto aspecto bueno del materialismo dialéctico.

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EGPenEmiliano González

Autor de Miedo en castellano (1973), Los sueños de la bella durmiente (1978, ganador del premio Xavier Villaurrutia), La inocencia hereditaria (1986), Almas visionarias (1987), La habitación secreta (1988), Casa de horror y de magia (1989), El libro de lo insólito (1989), Orquidáceas (1991), Neon City Blues (2000), Historia mágica de la literatura I (2007) y Ensayos (2009).