Seleccionar página

EJERCICIOS DE LA IMAGINACIÓN

Francisco de León

 

Por un sentido del humor macabro del destino, por una de esas casualidades que uno no puede y ya ni busca explicar o por el simple azar y su música inconfundible, uno de mis mayores héroes murió el mismo día (10 de noviembre) que otro de los que considero grandes cumple años. Me refiero, claro, a Leonard Cohen y Neil Gaiman, respectivamente. Ambos, desde sus respectivas labores, han transformado la escena de la literatura y la música no sólo en lengua inglesa, sino de todo el mundo. Acerca de la muerte de Cohen, Gaiman escribió unas cuantas líneas en sus redes sociales: He was important, and he sang huge and important things in a chocolate-dark voice. This is him reading, not singing, and worth two minutes and twenty seconds of your time (Él era muy importante, y cantaba acerca de cosas importantes y enormes con su voz de chocolate amargo. Este es él leyendo, no cantando, y vale dos minutos y veinte segundos de su tiempo). Luego de este breve y contundente comentario, Gaiman, seguramente con un espíritu cargado de intenciones para los tiempos que vivimos, comparte un enlace de “Democracy”, una de las canciones más célebres del compositor canadiense, presentada esta vez a modo de poema.

gaimancohen

Y es que, efectivamente, la muerte de Cohen llega en un momento, en un año, que parece estar marcado por tragedias íntimas, por muertes que calan en lo hondo pues, como dije en este mismo espacio apenas unos días después de la muerte de David Bowie, son esas pérdidas las que nos confirman que un poco de lo bello de nuestro mundo está desapareciendo, dando paso a algo que aún no se muestra claro, pero sí contundente. Y no hablo sólo de músicos, autores y otros iconos de la cultura contemporánea, sino de aquellas grandes tragedias que por todo el globo han ocurrido a lo largo de 2016. El sentimiento de crisis constante, de pérdida, de derrota parece inundar todas las esferas de la vida. Ante ello, tal vez algunos podrán decir que resulta vano lamentarse por la muerte de unos cuantos por ser famosos, pero no es así. Y es que muchos de ellos nos permiten poner un rostro a todos aquellos que la estadística y la frialdad de los medios contemporáneos se empeñan en borrar. No sólo rostro, sino voz; voces que se extienden por sobre ideologías, panfletos, gustos y generaciones para dejar pruebas indudables de que incluso en los tiempos más aciagos hay muestras de humanidad.

 

El lector constante de Penumbria, a estas alturas del texto, ya debe estarse cuestionando qué hace algo así en una revista dedicada a lo fantástico, una revista hecha para leer en el ocaso. Pues para cumplir con la última de las sentencias, desearía estas líneas fueran una invitación para leer en un ocaso, en el de nuestros tiempos, en el ocaso de economías y políticas marchitas, de las pérdidas y las derrotas, de las muertes y las desilusiones constantes. Pero tiempo también ávido de la imaginación y su pleno ejercicio. Requerimos imaginantes de lo fantástico, de los realismos y de todas las dimensiones posibles. Ya lo dijo Ursula K. Leguin[1]:

Hard times are coming, when we’ll be wanting the voices of writers who can see alternatives to how we live now, can see through our fear-stricken society and its obsessive technologies to other ways of being, and even imagine real grounds for hope. We’ll need writers who can remember freedom – poets, visionaries – realists of a larger reality.

Así, ante cada pérdida y la tristeza que ella trae consigo cabe recordar que sus voces son una forma de permanecer, de resistir, ya no meramente en lo individual, ni en lo que los medios masivos o las nuevas tendencias pseudoespirituales tratan de exaltar, sino en aquello que traducido en poema, en relato, en música, es voz en la que nos hallamos todos. Cabe recordar que lo que tanto admiramos en aquellos que se han ido es algo que ya no tiene cuerpo, pero sí ocupa un espacio definitivo; que por cada héroe caído tenemos otros que se quedan, otros que mantienen viva desde sus letras, su música y un afortunadamente largo etcétera esa voz que no es grito, sino suspiro que exige atención. Al pensar en los géneros que en este espacio nos convocan, me alegra ver que gente como Neil Gaiman o Ursula K. Le Guin nos comparten letras y mundo, que nos dan pruebas de que la imaginación es capaz de sobrevivir incluso en tiempos en que las editoriales optan por obras destinadas no tanto a conmover o desbalancear el mundo de los lectores, sino a las ventas masivas. Cabe recordar, en fin, que lectores y autores compartimos no sólo un gusto sino un compromiso: de crear, dar y ser testimonio de los que alrededor de nosotros han creado.

 

En la obra de Leonard Cohen nunca hubo dejos de elementos fantásticos, pero sí de una profunda y muy sui generis forma de espiritualidad, de hallar portales en donde vida y muerte no son límites contundentes para el amor, la tristeza, la compañía, la mirada, la melancolía y todo aquello que, de nuevo, nos da un rostro más humano. Esa especie de mística de la carne que ronda la obra del canadiense es heredera de la tradición judía que le vio nacer (tan plena de mitos formadores) y de su budismo abierto, y esa mítica y mística no son sino formas más que primigenias originarias desde las cuales se han gestado muchas de las grandes obras fantásticas que hoy pueblan nuestra imaginación.

leonardcohen

Así pues, brindo a la salud del querido Neil Gaiman por su cumpleaños y brindo por que el también amado Leonard Cohen tenga un buen camino. Lo hago así mientras leo uno de mis fragmentos favoritos de El libro del cementerio y escucho la letra, tan apropiada para estos momentos, de “Tower of Song”, misma que les comparto:

Well, my friends are gone and my hair is grey
I ache in the places where I used to play
And I’m crazy for love but I’m not coming on
I’m just paying my rent every day in the Tower of Song

I said to Hank Williams, how lonely does it get?
Hank Williams hasn’t answered yet
But I hear him coughing all night long
Oh, a hundred floors above me in the Tower of Song

I was born like this, I had no choice
I was born with the gift of a golden voice
And twenty-seven angels from the Great Beyond
They tied me to this table right here in the Tower of Song

So you can stick your little pins in that voodoo doll
I’m very sorry, baby, doesn’t look like me at all
I’m standing by the window where the light is strong
Ah, they don’t let a woman kill you, not in the Tower of Song

Now, you can say that I’ve grown bitter but of this you may be sure
The rich have got their channels in the bedrooms of the poor
And there’s a mighty judgment coming, but I may be wrong
You see, you hear these funny voices in the Tower of Song

I see you standing on the other side
I don’t know how the river got so wide
I loved you baby, way back when
And all the bridges are burning that we might have crossed
But I feel so close to everything that we lost
We’ll never, we’ll never have to lose it again

Now I bid you farewell, I don’t know when I’ll be back
They’re moving us tomorrow to that tower down the track
But you’ll be hearing from me baby, long after I’m gone
I’ll be speaking to you sweetly from a window in the Tower of Song

Yeah, my friends are gone and my hair is gray
I ache in the places where I used to play
And I’m crazy for love but I’m not coming on
I’m just paying my rent every day in the Tower of Song

Ciudad de México, noviembre 11 de 2016.

**

[1] Fragmento de su discurso al recibir, en 2014, el Premio a la trayectoria de la National Book Asociation. El fragmento dice: Vienen tiempos difíciles y necesitaremos las voces de autores que puedan ver alternativas para nuestras actuales formas de vida, que puedan ver a través de nuestra sociedad golpeada por el miedo y sus tecnologías obsesivas para tratar de hallar nuevas formas de ser, e incluso imaginar nuevos territorios para la esperanza. Necesitaremos escritores que puedan recordar la libertad; poetas, visionarios, realistas de una realidad más amplia. Se puede consultar el discurso completo en:

https://www.theguardian.com/books/2014/nov/20/ursula-k-le-guin-national-book-awards-speech

****

paquito2Francisco de León

Doctor en Filosofía por la UNAM, Productor y locutor de Radio UNAM desde 1997 hasta 2010. Autor de 4 libros de Poesía: Traición al silencio, Las guerras floridas (Coautoría con Gerardo Castillo), Mitologías, Concierto para piano y poesía (música de Juan Pablo Villa) y La noche mil y un veces (CONACULTA). Fue becario del Banff Centre para Artistas residentes de Alberta, Canadá (2008) con el proyecto de poesía Tres invocaciones a la fragilidad. Miembro del Colectivo Pánico de Masas. Guionista para las cintas Íncubo (titulo de trabajo) del director Óscar Blancarte, Las orillas del infinito (FIDECINE) y para el corto “Nene”, ambos de Carlos Meléndez. Es dramaturgo de las puestas en escena El enviado de Cthulhu,ZombicentenarioMinotauro: Picasso en cierto acto, entre otras. Es autor del libro Prometeo en llamas: Metamorfosis del monstruo (UNAM, FFYL, AFINITAS) y publicó en los libros Reflexiones sobre cine mexicano contemporáneo (Cineteca Nacional) y Arte y redes sociales (Estudio Paraíso). Es colaborador en revistas como Reflexiones Marginales (México, UNAM) y Brumal (Universidad Autónoma de Barcelona) y Pasavento (Universidad de Alcalá), España).

@Pacodeleon