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LA SED DE LA MELANCOLÍA

 

Amaranta Castro

 

 

Diferentes manifestaciones de muerte. Cenizas, despojos de huesos, cuerpos olvidados y la sangre como una ofrenda. El olor de la muerte que no puede desvanecerse: «este es el único cementerio de la ciudad que no tiene ese olor a rancio, dulce, ofensivo de la lenta descomposición de los cuerpos» (p. 13). En la novela La sed (Blatt & Ríos, 2021), de Marina Yuszczuk, la escritora argentina hace un acercamiento hacia las calamidades del cuerpo femenino, a sus deseos, así como a una serie de elementos que reunidos nos hablan de una sed insaciable por la vida y la muerte.

La novela se estructura en dos partes, en las cuales dos narradoras que pertenecen a siglos diferentes habitan su cuerpo desde la agonía, el erotismo y la angustia. La escritora crea un encuentro entre ambas narradoras por medio de la naturaleza vampírica de una de ellas, a través de ese rasgo que le permite a dichas entidades aislarse, excluirse o confinarse por extensos periodos de tiempo. La autora logra subvertir las particularidades de la novela de este género al acercar la figura vampírica hacia la angustia de la existencia misma, además de alejarse de rasgos recurrentes que caracterizan a estos personajes. El exilio y el encierro se dan por el fastidio de la convivencia con el otro y no ya por la condición corporal de estos seres. Lo vampírico incluso está cercano a una seducción por lo religioso. Yuszczuk nos recuerda que un cuerpo crucificado es una imagen cercana a la calamidad.

En la primera parte Yuszczuk describe un acercamiento hacia lo que significa habitar ese cuerpo: ser vampira es una sed insaciable, una voluntad de no entregarse a la muerte.

Con una escritura detallada, nos encontramos ante el nacimiento de la naturaleza vampírica de una niña, cuya madre la abandona ante las puertas del castillo del Hacedor. Yuszczuk describe con minuciosidad la metamorfosis y la esencia de este ser: cómo sobrevive, quiénes la acompañan, la simbolización de la sangre, la seducción acompañada de violencia, el aprendizaje de un nuevo «lenguaje maldito, el dominio del silencio y del terror» (P.30). En el recuento de estos eventos, la novela narra con dinamismo el transcurrir de los siglos.

Marina Yuszczuk

En esta primera parte acompañamos a una vampira en su viaje hasta la Argentina del siglo XIX, en la cual sus habitantes viven bajo la amenaza de una plaga.

Con momentos muy agudos de instrospección, hay una búsqueda en esa nueva existencia. ¿Tiene algún sentido alimentarse o esa sed no cesará jamás?, se dice así misma la narradora.

Esta metamorfosis no se asume como natural, no basta despertar sabiéndose vampira. En esta primera parte del libro subyace una anatomía de esa nueva naturaleza. La disyuntiva interna de un ser inmortal, la profanación de lo sagrado, instantes de erotismo que adormecen el dolor. 

La sed es una novela que repara en la minuciosidad del lenguaje, cualidad que se aprecia demasiado en su descripción de los espacios temporales aparentemente separados de ambas narradoras. Hay en la novela de Marina Yuszczuk momentos poéticos oscuros elegidos con sutileza. Una villa italiana, la soledad de los cementerios, el ángel de la peste o ese «Buenos Aires que no cree en fantasmas» (P.61). Espacios marchitos de olores flotantes y putrefacción.

Ya en la segunda parte de la novela nos adentramos en la vida de Alma, quien es la narradora del siglo XXI. Ella es una mujer cuya madre está a punto de morir. Inmersa en su vida laboral, la vida con su hijo y, entre las caras conocidas de sus vecinos, se plantea un entorno de agonía. La muerte de la madre se convierte en un umbral que revela cómo el pasado familiar, casi siempre, tiene raíces en la oscuridad de nuestros antepasados.

Lo no dicho, aquello que pareciera poder mantenerse oculto, emerge con fuerza en el presente. Son aquellos pocos a quienes amamos, los que nos protegen de los males, los que nos anclan a la vida, pero también quienes nos exponen ante nuestra soledad y la melancolía.

Sin alejarse ni anular esos momentos que posibilitan lo insólito, la novela propone un encuentro entre lo real y lo liminar o atemorizante a partir del dilema de cómo lo que nos precede se transforma en una herencia que no podemos eludir. La interiorización de ambas narradoras sugiere una forma de acercarnos a lo infinito, a la posibilidad de superar los límites de lo humano. La sed nos arroja a los miedos que habitan el cuerpo femenino, su monstruosidad, los placeres y deseos que lo sujetan o liberan, la imposibilidad de despojarnos del dolor, así como la belleza apaciguante del exilio. La angustia de nuestra naturaleza finita. La angustia de ser eterna.

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Amaranta Castro

Estudió Estética y Filosofía del Arte. Cursó el diplomado en Creación literaria en la Escuela de Escritores SOGEM. Primer lugar en la categoría de Poesía en el 10º Festival Internacional de Escritores y Literatura, San Miguel de Allende, Guanajuato (2015). Ha publicado en diversas revistas y periódicos nacionales. Fue becaria del programa de Innovación artística (IMACP, 2018) con el libro Voces de los árboles. Recientemente algunas de sus poesías fueron seleccionadas en el libro de escritoras contemporáneas mexicanas Romper con la palabra. Estudia Lingüística y Literatura Hispánica.

IG: @_amantine_

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