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PENUMBRIA Y EL SADISMO

IV

Emiliano González

Primera parte

Segunda parte

Tercera parte

 

Hay en “Rudisbroeck” un recuerdo de la similitud de las palabras francesas automne (otoño) y automate (autómata) e intuición de mi lectura del manifiesto simbolista de Jean Moréas:

La concepción de la novela simbólica es polimorfa: a veces un personaje único se mueve en un entorno deformado por sus propias alucinaciones, por su temperamento, en esta deformación es donde radica la única realidad. Seres de gestos mecánicos, con siluetas ensombrecidas, se agitan alrededor del personaje único: para él no suponen más que pretextos que llevan a sensaciones y conjeturas. Él mismo no es otra cosa que una máscara trágica o bufonesca, de perfecta aunque racional humanidad.

Jean Moréas

Jean Moréas

Esta deformación artística se ve deformada cuando la realidad histórica convierte a los villanos en héroes y viceversa, como en las épocas de guerra del siglo XX, en que también hay deformaciones de edificios y cuerpos.

El hecho de que Orlando sea el segundo caballero loco de la literatura (el primero es Tristán) no debe distraer al público lector de otro hecho: Cervantes es el primer autor que se refiere a la realidad que imita a la literatura (fenómeno después llamado romántico) y a la deformación de la lectura realizada o de la obra presenciada. Esos fenómenos son perceptibles en el Renacimiento y Cervantes es el primero que los registra. Sin embargo, son fenómenos anteriores al Renacimiento, como lo demuestran las locuras de Nerón y del cínico Crates. El cura del Quijote no cree que el Quijote deforme obras leídas: cree que los autores son locos, dignos de la hoguera, y que el Quijote ha enloquecido al leerlos. Pero los problemas que tiene el Quijote implican una deformación de las lecturas de novelas caballerescas, en sus aspectos misteriosos y terroríficos.

Machen llama a su novela La colina de los sueños “un Robinson Crusoe del alma” para referirse a la distancia mental que separa al protagonista del resto de la humanidad. La metáfora de Machen se vuelve el subtítulo de un capítulo surrealista sobre la vida nocturna, “Una Coney Island de la mente”, en el libro Primavera negra (1936) de Henry Miller, subtítulo que luego se convierte en el título de un poemario de Ferlinghetti. Miller recomienda La colina de los sueños en su libro de experiencias vitales Los libros en mi vida (1950). Sin embargo, en el mismo libro Miller recomienda el uso del opio (preferible según él a la lectura de una enciclopedia), sin entender la crítica al opio realizada por Machen en La colina de los sueños. No sé si Miller leyó la crítica de Machen al movimiento nietzscheano llamado vorticismo, en el libro Bálsamos preciosos (1924), pero si la leyó no estuvo de acuerdo, ya que alude elogiosamente a Nietzsche aquí y allá, dividido ––como D. H. Lawrence–– entre lo dialéctico y lo erístico, entre Unamuno y Nietzsche, influyendo sobre Kerouac, dividido también entre la literatura beat y el irracionalismo, en el libro En el camino. Los fragmentos vorticistas de Trópico de Cáncer (como los de La serpiente emplumada y El amante de Lady Chatterley) vuelven problemático el libro, rechazado por los cristianos, que tarda veintisiete años en entrar a los Estados Unidos, faltándole solamente un año para completar el tiempo vivido por Robinson en su isla. No es bueno prohibir libros, aunque sí criticarlos.

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En el capítulo “Una Coney Island de la mente” el mundo es “sórdido, falso, delgado como cartón” y se ha vuelto “un laberinto místico erigido por una pandilla de carpinteros en la noche”, pues “todo es mentira, una impostura”. En el capítulo, “las ventanas llenas de pies y hamburguesas, los ferrocarriles cambiando de curso rápidamente, las viejas sensaciones, las viejas memorias” invaden al narrador. Este ve a una mujer con una calavera en sus hombros, y con la palabra “sexo” escrita en la frente sin piel, palabra “pétrea como un lagarto”. La sangre viene en tragos blancos, “en sofocantes tragos blancos”. En otro capítulo Miller dice que Robinson Crusoe es “el relato de un artista que quiso construirse un mundo, la historia del primer neurótico genuino, un hombre que naufragó para vivir fuera de su tiempo, en un mundo propio” y “encontró una felicidad relativa”. Miller añade que desde el siglo XVIII no hay islas desiertas. “Desde entonces cualquier sitio en que el hombre nace es una isla desierta. Cada hombre es su propio desierto civilizado, es la isla del ‘yo’ en que ha naufragado: la felicidad, relativa o absoluta, es imposible. Desde entonces todos huyen de sí mismos para encontrar una isla desierta imaginaria, para realizar su sueño de Robinson: Melville, Gauguin, Rimbaud, London, James, Lawrence y otros”. La plaga del progreso moderno, con sus guerras y enfermedades físicas y mentales, niega al Paraíso y a las islas desiertas.

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El poemario de Ferlinghetti, Una Coney Island de la mente (1958) es “una especie de circo del alma”, pero también critica guerras y enfermedades, y alude a los personajes de Goya revividos en el siglo XX, atormentados por “falsos molinos de viento”, en autopistas y en un continente de concreto, lleno de anuncios “que ilustran imbéciles ilusiones de felicidad”. Son ciudadanos mutilados en carros pintados, “con extrañas placas / y motores / que devoran América”.

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Los beats heredan de Miller la sátira, la libertad de expresión, el humor, la unión de sexo y amor, la escritura poética y natural que se aleja de la afectación, el budismo zen, la cita de Unamuno al principio de Primavera negra, pero también heredan ciertos excesos y defectos. En el poema en prosa surrealista “Finale” de La sabiduría del corazón (1941) Miller dice: “…la vida es un poema, la droga y el incienso de ayeres y mañanas infinitos…” Pero en su ensayo “Hacia el futuro”, del mismo libro, dice: “…causar la muerte de un viejo orden despierta una especie de placer sádico” y “los hombres del futuro son los músicos del nuevo orden, los que llevan las semillas, los espíritus trágicos”. En otro ensayo, “El absoluto colectivo”, Miller propone la temeridad individual como remedio contra la cobardía social, y elogia la actitud temeraria de los líderes del fascismo y del nazismo, según él unidos a su destino, viviendo positivamente, habiendo decidido vivir sus propias vidas. Este Miller reaccionario nos hace recordar las palabras de Hitler, transcritas por Hauschning (Jefe de Gobierno de Danzig) y por el doctor Dulmas, palabras que afirman que el hombre nuevo vive entre ellos y es intrépido y cruel, y ante él ha sentido miedo. Una persona próxima al führer asegura que éste se despierta por las noches “lanzando gritos convulsivos”, pidiendo socorro, sentado al borde de su cama, como paralizado, presa del pánico, temblando, profiriendo voces confusas, jadeando y afirmando que él ha venido y está en un rincón. Luego es tranquilizado y calmado poco a poco. Todo esto nos lleva a la descripción hecha por Mathers en un pasaje del manifiesto a los “Miembros del segundo orden”, en 1896:

Con referencia a estos Jefes Secretos a que me refiero, y de los cuales he recibido la sabiduría del segundo orden que os he comunicado, nada puedo deciros. Ignoro incluso sus nombres terrenales y sólo los he visto muy raras veces en su cuerpo físico… Nos encontramos físicamente en tiempos y lugares previamente fijados. En mi opinión son seres humanos que viven en esta Tierra, pero que poseen poderes terribles y sobrehumanos… Mis relaciones físicas con ellos me han enseñado lo difícil que es para un mortal, por muy avanzado que sea, aguantar su presencia. No quiero decir con ello que, en estos raros encuentros, experimentase el efecto de la depresión física intensa que sigue a la pérdida del magnetismo. Por el contrario, me sentía en contacto con una fuerza tan terrible que sólo puedo compararla al efecto experimentado por alguien que se encontrara cerca de un relámpago durante una violenta tempestad acompañado de una gran dificultad de respirar…

Mathers añade detalles que yo no experimenté al ver a los Jefes Secretos. “La postración nerviosa de que os he hablado iba acompañada de sudores fríos y de pérdida de sangre por la nariz, por la boca y a veces por los oídos” (trad. J. Ferrer Aleu).

Pawels y Bergier en El retorno de los brujos (1960) nos dan estos datos sobre los Jefes Secretos y al incluir en su libro el “diálogo” con Ambrose de “El pueblo blanco”, dicen que habían pedido a un texto de Machen, que les había chocado, “una iluminación general de ciertos aspectos del nazismo que nos parecen más significativos que todo lo referido por la historia oficial”. Podemos añadir que los crímenes políticos mencionados en la Orestíada y Hamlet, por su crueldad, prefiguran a los nazis. En la Orestíada y en Hamlet la imagen sobrenatural ––el dragón del futuro, el fantasma del pasado–– es justiciera, y por ende siglos después el Jefe Secreto, aunque es temible, es bueno, según los que lo han visto. Lo sobrenatural, como en toda religión, provoca un respetuoso temor. Apenas es explicado como alucinación y no como entidad objetiva, como fantasmático y no como fantasmal, como irreal y no real, deja de provocar ese respetuoso temor.

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Cuando la divinidad es símbolo de la realidad y no la realidad misma, no da origen al fanatismo (entusiasmo ciego). La explicación científica y el control artístico previenen la manifestación y la divinización del Jefe Secreto. El estoicismo del filósofo y la capacidad organizadora del poeta (que interpreta las palabras inconscientes del dios, eliminando el caos, volviendo sagrada la locura profana) previenen el fanatismo de toda religión.

El “hombre nuevo” tiene un aspecto de Jefe Secreto y también otro de Jefe Conocido, militar y deportivo. El militar es archi-conocido y no es necesario insistir en él: es una magnificación del soldado prusiano, cruel y despiadado. El deportivo, al ser poco conocido, al ser olvidado, requiere ciertos datos. Es una variación moderna del deportista de la República de Platón, cuyo ejercicio físico es usado con odio, para estorbar a las parejas amorosas: es una deformación del deporte. La variación moderna del antiguo deportista inhumano se inicia con el futurismo italiano y el vorticismo inglés, en que el deporte y la guerra son amigos (modelo espartano propuesto por Platón). Todas las pequeñas deformaciones actuales del deporte (fanatismo, abuso de fuerza, competencia con otras aptitudes o aficiones, uniformidad y conformismo de masas) provienen de esa gran deformación que se inicia con futuristas, vorticistas, fascistas y nazis.

En la deformación del deporte, la agresividad predomina sobre el juego, y el competidor es visto como un enemigo. Cuando la competencia deja el área deportiva y se adentra en terrenos de estudio, literarios u otros, se vuelve muy agresiva, en vez de ser simplemente estimulante. Cuando el que estudia una cosa compite con el que estudia otra, el asunto se vuelve aun más caótico,  y la envidia –consciente o inconsciente– juega un papel, sobre todo cuando uno puede hacer algo que el otro no puede hacer.

En el box, los dos pugilistas se defienden: ninguno de ellos agrede. Sólo cuando la pelea se sale del deporte, uno es agresivo y el otro defensivo. Pero entonces se está deformando el deporte, y la pelea se vuelve un hecho anti-social, en que el agresivo es culpable. La defensa personal, que tiene varias formas, es aplicable sólo en caso de peligro de muerte en la realidad, y el resto del tiempo es un deporte como cualquier otro.

Durante la segunda guerra mundial, el “jiu-jitsu” deja de ser defensa personal y se vuelve agresión individual.

Todo ser humano necesita cierto ejercicio y si el humano es sensible es mejor invitarte a realizar los placeres del cuerpo en movimiento (como decía el hedonista Aristipo). En vez de invitarlo a realizar los deberes del cuerpo en movimiento.

En 1909, Filipo Tomasso Marinetti publica en París el Manifiesto futurista, en que aparece la exaltación de “el movimiento agresivo, el insomnio febril, el paso gimnástico, el salto peligroso, el puñetazo y la bofetada”. En contra de “la inmovilidad pensativa, el éxtasis y el sueño”, Marinetti glorifica la guerra, a la que llama “única higiene del mundo, el militarismo, el patriotismo”. Pío Baroja, en 1946, publica El hotel del cisne, en que hay un sueño, “En el Coliseo”, en que está el circo romano, con un público brutal que quiere ver lucha y sangre. Un empleado le dice: “estamos en la época de la metafísica, de la patada y del puñetazo” (Baroja recuerda a Marinetti). El soñador dice: “…entonces me marcho, porque ésta no es mi época”. Varios hombres invisibles lo llaman loco, y así termina su sueño. En Juan de Mairena (1936), Antonio Machado titula un capítulo “Contra la educación física”, en que el mismo Mairena confiesa que siempre ha sido enemigo de la educación física y afirma que no hay que educar físicamente a nadie, aunque él mismo es profesor de gimnasia, por necesidad monetaria. Dice que para crear hábitos saludables “no hay peor camino que el de la gimnasia y los deportes, que son ejercicios mecanizados, en cierto sentido abstractos, desintegrados tanto de la vida animal como de la ciudadanía”. Mairena añade que cuando los ejercicios son saludables, nos acompañan por poco tiempo. Es mejor despertar en el niño el amor a la naturaleza o la curiosidad por ella. Todo deporte es en cambio, trabajo estéril, cuando no juego estúpido. Y esto se verá claramente cuando una ola de ñoñez y americanismo invada a nuestra vieja Europa. Machado menciona a Unamuno, “tan antideportivo”, un hombre que tiene afinidades con Mairena. En su libro radio (1924), el erotista estridente Quintanilla anota: LOS ALARIDOS DOLOROSOS DE LOS VALIENTES JUGADORES DE FUTBOL QUE SE MATAN A PUNTAPIES POR UNA PELOTA. Dos años antes decía Arthur Machen en su novela La gloria secreta que el joven estudiante británico no ha sido ni observador ni imaginativo, ya que “sus poderes de observación, habiendo sido muy especializados en cierto terreno limitado de pensamiento y experiencia (limitado sobre todo por el críquet y el futbol) son muy débiles fuera de esos límites; mientras que es uno de los trabajos principales del sistema matar, destruir, hacer pedazos y reducir a la nada todos los poderes de la imaginación que habría podido poseer”.

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La novela Orlando de Virginia Woolf se inicia con la escena de Orlando cortando la cabeza de un moro, cabeza “del color de una vieja pelota de futbol”. Por medio de la metáfora, Woolf une presente y pasado.

En el filme Olimpia (1938) de Riefenstahl el cuerpo humano se vuelve un objeto, un adorno, y el expresionismo se ve tan deformado como el deporte, ya que el filme es nazi. La retórica idealización es una cursilería que tiene como contrapartida la crueldad de los campos de concentración. En un texto sobre Auschwitz, la autora polaca y judía Sofía Nalkowska describe un criminal que deformaba el deporte, ya que mataba judíos en la mañana con una porra especial y “con paso de atleta”, haciéndonos  recordar el manifiesto futurista de Marinetti, en que eran exaltados “el movimiento agresivo, el insomnio febril, el paso gimnástico”. No podemos hablar de una deformación del manifiesto sino de una consecuencia de éste, pues el manifiesto es ya una deformación irracionalista, que lleva a la locura nazi.

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Cuando B. Morales San Martín, en su novela Eva inmortal se refiere a “los seres superiores que han de reproducir en la especie humana las razas de grandes hombres”, emplea con ingenuidad las palabras “superiores” y “razas”, ya que se refiere a una humanidad mejor, en que no hay guerra ni agresiones. La locura nazi implica deformaciones de muchos libros, entre ellos Eva inmortal y Ella de Rider Haggard. Los nazis toman del último los elementos de personalidad mala de Ayesha, el anti-judaísmo y el imperialismo, eliminando el erotismo de la personalidad buena, ya que los villanos de la literatura decadente se vuelven los héroes de los inmoralistas y de los nazis. Toman del primero el elemento de la cámara de la muerte. B. Morales San Martín alude a “la desintegración intra-atómica de la energía condensada actualmente en la materia”, y en su novela Eva es modernizada y da a luz de nuevo a Abel, jugador divertido, y a Caín, jugador agresivo. Los hijos de Eva son asimismo variaciones del espíritu ligero Ariel y del monstruo pesado Calibán.

En las escuelas de hoy el box debe ser optativo dentro de educación física para evitar problemas extra-deportivos, anti-sociales e insalubres.

Continuará…

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EGPenEmiliano González

Autor de Miedo en castellano (1973), Los sueños de la bella durmiente (1978, ganador del premio Xavier Villaurrutia), La inocencia hereditaria (1986), Almas visionarias (1987), La habitación secreta (1988), Casa de horror y de magia (1989), El libro de lo insólito (1989), Orquidáceas (1991), Neon City Blues (2000), Historia mágica de la literatura I (2007) y Ensayos (2009).