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VANGUARDIA INEXPLORADA

I

 

Emiliano González

 

En el número de septiembre de 1971 de la revista Playboy aparece una colección de parodias de Jack Sharkey titulada “Quiero un monstruo devorador”, y entre ellas está “El innombrable” de Lovecraft, que empieza así: “Aunque encontré explicables los increíbles eventos que llevaron a la inoportuna muerte de mi incauto compañero, en un momento indefenso, no tenía yo restricción en mi inquieta determinación de sondear las impías e insondables profundidades del lugar, insoportablemente desagradable, en que mi amigo había indudablemente llegado a su fin innatural”. Desde el interior de la sucia y grosera cámara mortuoria viene la voz de risa ahogada del atacante desconocido del amigo. Aunque el narrador no desea el mismo destino de su amigo, sabe que debe revelar un secreto monstruoso, y se encuentra en la costa escarpada de sus “inmencionables”. El cuento termina así: “Al día siguiente, por supuesto, yo indiscutiblemente le quité el velo a la insalubre situación ante el fin”. El cuento de Sharkey nos recuerda ciertas parodias de Darío, como “Amar hasta fracasar”, en que la letra “a” se repite todo el tiempo, en cada palabra.

El cuento de Sharkey, por otro lado, le inspira a Beatriz Álvarez Klein el breve cuento ingenioso “La historia de Harry”, incluido en El libro de lo insólito.

“El innombrable” de Sharkey se basa en un fragmento como éste: “…por alguna inexplicable e inconcebible ultra-circunstancia…” El fragmento es de “El guardián del libro”, cuento de Henry Hasse, publicado en Weird Tales en 1937. Sin embargo, “El innombrable” de Sharkey se basa también en ciertos títulos, como Cultos sin nombre, del autor imaginario Von Junzt, inventado por Robert E. Howard. Von Junzt, ocultista dedicado a lo prohibido, es hallado muerto en una habitación cerrada, con marcas de dedos afilados en la garganta, en el cuento “La piedra negra”, en que Howard simboliza los efectos del opio.

En una ciudad hecha de piedras negras hay una culebra en una calavera en la primera versión de “El fuego de Ashurbanipal”, de Howard, y la culebra en la calavera es la escena final, basada en el final del cuento “El miedo” de Valle Inclán. En la segunda versión, Howard elimina la culebra en la calavera. En la primera versión, la culebra (venenosa) muerde la mano del sheik Nuredin, que ha robado la piedra roja a los huesos de un rey o de un mendigo, y en la segunda versión un tentáculo que proviene de otro planeta y de otro tiempo estrangula y decapita al ladrón, que ha robado la piedra carmesí a la mano del esqueleto de un rey. El robo del objeto sagrado, tema de Bécquer, de Flaubert, de Chambers, de M. R. James y de Lovecraft, reaparece en este cuento de Howard. Hay un recuerdo del pitón de Salambó en la culebra del cuento. El color carmesí de la piedra (color que en la primera versión surge con los rayos del sol) le inspira el nombre King Crimson al grupo musical subterráneo.

La exclamación Allaho akbar! (Dios es grande) al principio del cuento de Howard le inspira a Borges el título “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”, para un cuento en que es desenterrada una máscara de oro, que nos recuerda a “Stella” de Darío, autora que se adelanta a Marcel Schwob con su tema del rey de la máscara de oro, que en el cuento “La turquesa” de Stella se vuelve el marqués de la máscara de oro.

Este tema es usado después por Valle Inclán en Jardín umbrío (volumen que contiene el cuento “El miedo”, que influye sobre Howard). La ciudad silenciosa en el desierto, en que está el rey con la piedra roja, me recuerda mis textos intuitivos “Una sorpresa en el desierto” y “El rey (trova-love)”. Ashurbanipal es llamado Sardanápalo por los semitas. En el cuento de Howard hay un recuerdo del pesadillesco sueño de Sardanápalo, de Byron, también presente en las “Palabras liminares” de Darío para Prosas profanas. La piedra roja es inmediatamente anterior a la piedra filosofal en el proceso alquímico, y tal significado tiene para los autores que hemos visto, así como lo tiene para Machen en su novela Un fragmento de vida (1906).

En la segunda versión de “El fuego de Ashurbanipal” de Howard, el tentáculo lovecraftiano que oculta a la culebra valleinclanesca proviene de un ser gigantesco, negro y sombrío, grande y pesado, un monstruo que camina erecto como un hombre pero que semeja un sapo, alado y tentacular. Este dios monstruoso es como el del cuento “La cosa en el tejado”, en que un arqueólogo trata de robar la gema carmesí a una momia ubicada en la cripta subterránea de un templo prehispánico en la selva hondureña. El templo del sapo, mencionado por Von Junzt, le es inspirado a Howard por Carmen de Burgos, la autora modernista española, que en el cuento “El viejo ídolo” se refiere al templo de Bochica, el dios con ancas de rana, “el último resto de un culto perdido en la lejanía de los tiempos”. El templo colombiano de Colombine (seudónimo de Burgos) provoca la codicia de los exploradores, que sienten “el vértigo que rodea al oro de un velo rojo”. Pero el ingeniero inglés Swift impide que los trabajadores roben los adornos del dios, al ver que recibe flores tropicales, merecido tributo de los adoradores del Principio de todas las cosas. El cuento de Carmen de Burgos es publicado en 1908.

En el cuento “Antiguas brujerías” de Blackwood, la joven bruja convertida en gato, que es en realidad la princesa Ilsé, proviene del cuento “La princesa del aquelarre” de Jean Lorrain, sobre una narcisista que ama espejos, flores y ranas, ya que estas últimas, al ser feas, agudizan su hermosura. Ilsea, tratando de atrapar unas flores azules, va a dar a un aquelarre soñado en que es agredida por varios animales, y al despertar ve que los espejos no la reflejan, como si fuera una vampiresa. Ha dejado su imagen con las brujas y ya no puede amarse en los espejos. Ilsea nos recuerda a la orgullosa Maisie, y la doncella alegre de Walter Scott, jóvenes que al ser vanidosas deben ver cosas fúnebres y macabras. El modernista español Eduardo Marquina ofrece una variación de la historia de Lorrain, en que un sapo gigante y estúpido deja caer su baba verde sobre los jazmines que un joven cuida, para lograr el amor de la princesa Ilsa, y al final se marchitan las flores. El sapo –que algo tiene de hombre corrupto– es muy bien recibido en la corte, por amigos, ministros, senadores, soldados y damas. En los pechos flojos de ellas, el sapo moja sus labios. En la segunda versión de este poema, la definitiva, el joven y la princesa mueren y se unen en el más allá, como Heatcliffe y Cathy de Cumbres borrascosas. Pero en este caso, el hombre-fiera no ha sido Heathcliffe sino el sapo. La Ilsea de Lorrain se vuelve Ilsa de Marquina e Ilsé de Blackwood.

Mère Antoinette es una bruja que tiene sapos como demonios familiares y es parecida a un batracio (por lo visto emparentada con los hombres-peces de Innsmouth), en el cuento “Madre de sapos” de Clark Ashton Smith. Mère Antoinette es vieja, pero puede convertirse en una joven voluptuosa, como la hechicera Alcina de Orlando furioso. Y convertida en joven, hace el amor con un muchacho, después de darle un vino embrujado. Él la rechaza y ella lo hace víctima de un diluvio de sapos. En los cuentos de los mitos de Cthulhu, Tsathoggua o San Sapo es un Gran Antiguo parecido a un sapo peludo, que dormita en la caverna negra de N’Kai.

Continuará…

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AQUÍ puedes leer «Amar hasta fracasar».

AQUÍ puedes descargar Cuentos de Colombine.

AQUÍ puedes escuchar «Lo innombrable».

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Emiliano González

Autor de Miedo en castellano (1973), Los sueños de la bella durmiente (1978, ganador del premio Xavier Villaurrutia), La inocencia hereditaria (1986), Almas visionarias (1987), La habitación secreta (1988), Casa de horror y de magia (1989), El libro de lo insólito (1989), Orquidáceas (1991), Neon City Blues (2000), Historia mágica de la literatura I (2007) y Ensayos (2009).

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