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BEAU IS AFRAID

cine simbolista y efigies familiares disfuncionales

 

Miriam Gálvez Mancera

 

 

¿Qué pasa cuándo la figura materna que (supuestamente) debe cuidarnos y protegernos nos manipula al grado de controlar cada aspecto de nuestra vida hasta fracturarnos mentalmente?

Hablemos (nuevamente) de Ari Aster y los infortunios afectuosos plasmados a través de su cinematografía. El más reciente largometraje, Beau is Afraid / Beau tiene miedo (2023) —la producción más costosa hasta el momento de A24, incluso por encima de Everything Everywhere All at Once (Los Daniels, 2022)—, basado en su cortometraje de 2011 BEAU, muestra la existencia desde los ojos tristes, oscuros y desesperados de Beau (¡Joaquin Phoenix enorme!): adulto sobreprotegido desde la niñez que le impide vivir una existencia plena a causa del dominio implacable de su progenitora.

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Patti LuPone (Mona Wassermann), actriz avezada de teatro en Broadway (Of Sweeney Todd: The Demon Barber of Fleet Street, 2004) a quien podemos recordar como la afectuosa madre de Corky (Chris Burke) —adolescente y tierno personaje con síndrome de Down— en el programa televisivo de drama Life Goes On / La vida sigue su curso (1989), hoy se contrapone en esta cinta como una despiadada, abusiva, psicótica mujer, así como exitosa y conocida empresaria, quien hará todo lo posible por gobernar cada suceso en la atormentada actividad de su único hijo, obligándolo a subsistir en un verdadero infierno.

Propuesta en extremo compleja (con casi tres horas de duración y cortes de escenas acentuados que pueden hacer dudar de la continuidad; no sé si es un dislate o recurso diseñado a propósito) que nos mantendrá con los pelos de punta, pero también — contradictoriamente— permitirá soltar innumerables carcajadas a lo largo de la sucesión de su lacrimosa historia con palmarios apuntes de comedia negra fársica y absurda que Aster desarrolla en la inexplicable pero profunda fábula. Este es un análisis personal de lo que he rescatado, ya que la historia tiene grosas capas esgrimiendo diversos contextos de cada uno de los sucesos. Si no la has visto, quizá no te haga sentido lo que voy a plantear. El enganche es extremo para los espectadores y la sucesión se transforma en imágenes que difícilmente podremos olvidar.

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El prólogo presenta el testimonio sobre el nacimiento de un Beau aterrorizado. La siguiente secuencia muestra a nuestro personaje tomando terapia psiquiátrica a causa de marcados problemas mentales en los cuales se indaga la profunda repulsión que siente por su superiora —incluso deseos de que la fémina en cuestión sucumba—, provocando insondable culpabilidad. El principal acontecimiento se desarrolla a partir del viaje que debe realizar a otro estado para visitar a Mona por el aniversario de su padre muerto, a quien nunca conoció. El terapeuta, en tono irónico, recomienda un medicamento que debe ser ingerido solo con agua (conjetura alegórica), de lo contrario podría traer graves consecuencias. Beau precisa las indicaciones con particular atención, desanudando paranoia y ansiedad descontrolada a causa del fármaco que dará pie a varios eventos desventurados.

En este punto de inflexión la Ley de Murphy se presenta en su máxima expresión: pierde el vuelo y se entera del recién fallecimiento de su mommie dearest en extrañas circunstancias mediante una bizarra llamada, causando que todos sus traumas se desborden emprendiendo una odisea desquiciada cuando es atropellado y apuñalado al haber salido de su zona de confort: el departamento que mora en un barrio marginal, rodeado de estrafalarios personajes criminales con acentuados episodios de violencia y noticias excéntricas en la atmósfera que consumen todo a su paso.

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El tema doméstico es exhibido como un doble juego para presentar situaciones con marcadas críticas sociales acerca de la familias nucleares “tradicionales”, y serán tomadas de premisa para que la mente fracturada de Beau pueda lidiar y representar sus más recónditos anhelos —como pertenecer a una casta regular—, permeados desde los miedos intrínsecos por ser secuestrado o su madre fingiendo su propia muerte, desconectándolo de la realidad y persiguiendo un constante cometido de perfección que no puede alcanzar.

De los aciertos más consistentes y espléndidos dentro de la película se encuentra el trabajo artesanal de stop-motion: escenarios impecables de carácter divino diseñados por los chilenos Cristóbal León y Joaquín Cociña, conocidos por el asombroso quehacer realizado en La casa lobo (2018), y que hoy engendran «una versión distorsionada del teatro dentro de la ficción con profundidad psicológica», recursos que Aster presenta para poder crear secuencias fulminantes de fantasía mediante un firmamento único y tan metafórico como los vínculos parentales y la castración sexual, así como el pánico que sufre el protagonista por morir consumando situaciones carnales, mostrando su interpretación en los hechos que se presentan en imágenes retorcidas y biografías apócrifas desde la propia concepción del hombre con una supuesta paternidad, suponiendo circunstancias sobre la hipótesis en donde su procreador se presume con vida.

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El viaje de Beau está plagado de obstáculos y magullamientos físicos que se interpolan en sus propios miedos por hacer lo correcto; sin embargo nunca se siente seguro con sus acciones. La narrativa supone una desconexión con la épica para poder esgrimir su propio entorno que cobra vida en su realidad percibida y por tanto objetiva, como relacionarse con una figura del mundo “real” que lo hace sentir vivo. La sentencia final en un juicio contra la persona que representa su efigie idónea de bienestar lo engulle en el mar de rabia reprimida en su inconsciente, siendo el epítome del cine simbolista que Ari retoma con marcadas influencias de esta corriente intelectual y conceptual: «el mundo como un misterio y el arte como onirismo».

Drama estrámbotico que resulta en un ejercicio demente de la sustantividad, abordando los principales temas sobre la codependencia, toxicidad y ansiedad que representan los lazos familiares disfuncionales en su potencia al cuadrado.

 

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Miriam Gálvez Mancera

SuperHeroína coyoacanense. Pseudo aprendiz sibarita. Bakeadicta. Cazadora de imágenes. Pesadilla, malestar creado por la mente enferma de algún noctámbulo en insomnio desesperado.

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