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SEROTONINA GÓTICA

las cómicas investigaciones sobrenaturales en Wellington Paranormal y sus monstruos cotidianos

 

Jessica Morales Aguilar

 

La comisaría de Wellington, Nueva Zelanda, alberga una división (no tan) secreta cuyos expedientes registran transgresiones más allá de la ley humana. En sus archivos se leen casos como la insólita aparición de vacas sobre árboles, las denuncias ante el ruido de una cíclica fiesta nocturna, el ataque de un perro con pantalones a un repartidor de pizzas, una manifestación fantasmal durante pleno día en un estacionamiento y sangre robada al banco del hospital local, entre otros. La investigación de estos sucesos, unidos por su sobrenaturalidad, representa una tarea policial cotidiana tanto para el sargento Ruawai Maaka (Maaka Pohatu) como para los oficiales O’Leary (Karen O’Leary) y Kyle Minogue (Mike Minogue). Este selecto grupo desempeña sus actividades mientras se graba un documental en formato de serie titulada Wellington Paranormal.

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Este audiovisual surgió como un spin-off de What We Do in the Shadows (2014), lo cual esclarece sus similitudes formales. Asimismo, ambas presentan un tono humorístico sumamente consciente de arquetipos góticos, cienciaficcionales y detectivescos, cuyas características cuestiona no sólo para reinventarlas, sino también para insertarlas en lo mundano. En contraste con otras obras, los monstruos construidos por la serie no representan una aguda amenaza social, sus infracciones nunca grandilocuentes resultan incluso cómicas, pero siempre inteligentes en su planteamiento. Por su parte, la seriedad usualmente asociada al cuerpo encargado de mantener el orden social se tergiversa, ya que su rol se percibe más humano al despojarse del exaltado heroísmo prototípico para este tipo de personajes. Además, en una inversión de valores, parece aún menos viable analizar sucesos a través de la razón que aceptar sus causas externas a ella, pero los agentes siempre se apegarán despistadamente a su lógica.

En cuanto a estos últimos, la dupla Minogue-O’Leary se configura básicamente como los detectives de lo oculto, figuras dedicadas a indagaciones sobrenaturales ajenas a la jurisdicción de quienes sólo pueden enfrentarse a la criminalidad terrenal. Sin embargo, el binomio protagónico carece de poderes psíquicos o cualquier otro vínculo sólido a otros planos. Muy alejado de habilidades como las mencionadas, su camino profesional se determinó al haber atendido casualmente un incidente de posesión demoníaca contagiosa sin ser conscientes al respecto. El sargento Maaka —un entusiasta conocedor de lo paranormal que se inclina hacia explicaciones de tal índole— orienta a los agentes para detener la invasión infernal iniciada en su comunidad, les toma confianza y los suma a su departamento especial. Tal vez otros individuos bajo estas circunstancias hubieran tomado su lugar, ningún rasgo intrínseco ni hiperbólicamente excepcional de O’Leary o de Minogue determinó contundentemente su ocupación. Cualquiera, por más común, pudo estar en su lugar. Esta posibilidad dota de un gran encanto a la serie: lo extraordinario se torna ordinario, lo cual acerca a esferas cotidianas tanto los sucesos anteriormente percibidos inhabituales como la posibilidad de participar en los mismos.

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Recalco: en este contexto ficcional neozelandés, la irrupción preternatural suscita una calma inusitada, aquello antes considerado una desestabilización del orden pareciera ahora inscrito, completamente asimilado en él. Aunado a ello, la contemporaneidad privilegia las explicaciones lógicas para interpretar extrañezas, para constreñirlas al dominio de lo común. Los alienígenas, fantasmas, hombres y mujeres lobo, yokai, vampiros y demás entidades pasan por el filtro racional de las pesquisas policiales en niveles absurdos, es decir, resulta más difícil aceptar las cualidades sobrenaturales de un hecho que ofrecer respuestas rebuscadas. Por ejemplo, en un episodio se discuten posibles hipótesis sobre la extraña presencia vacuna sobre copas arbóreas, la cual se aclararía ante la evidente actividad extraterrestre en el área; no obstante, Minogue sugiere que la vegetación creció bajo el ganado bovino mientras éste se quedó inmóvil durante un largo, larguísimo tiempo. La inexistente sensibilidad ante sucesos irregulares parodia el uso incuestionable de la razón como única vía exploratoria del mundo.

Por otro lado, las entidades monstruosas en esta diégesis se desenvuelven de diversas maneras en el marco contemporáneo. La adaptación vampírica al contexto espaciotemporal se da coherentemente en apego a sus sabidas ocupaciones: para alimentarse del vital líquido carmesí, sustraen de forma clandestina las convenientemente empaquetadas donaciones sanguíneas del banco donde se resguardan. El contenedor plástico les permite beber como si se tratara de un jugo con popote, una forma de consumo práctica para una cementerial fiesta nocturna. En cuanto a los fantasmas, su condición mortuoria definitiva, aunque liminal, los estanca en un perpetuo pasado, no pueden escapar a éste ante su falta de reconocimiento sobre su estado, por lo que sus festejos permanecen siempre setenteros. Las agitadas veladas espectrales incluyen a diversos seres etéreos cuya apariencia varía según su forma de defunción, su atuendo en vida o por el aspecto de la popular aparición ensabanada, la cual aporta su estilo propio al cubrirse con una cobija de crochet en lugar de una blanca manta lisa.

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Wellington Paranormal trastoca cómicamente los principios de varias tradiciones para introducir en entornos mundanos otredades sobrenaturales, cuyos comportamientos se inscriben dentro de este nuevo contexto donde la humanidad no las antagoniza bruscamente: se suelen encontrar jocosas soluciones específicas para cada monstruo. En este ficticio documental la alteridad sólo existe, satisface sus propias necesidades y placeres, aunque estas acciones también disrumpan de alguna manera el orden. El otro aún será la otredad, sus características lo diferenciarán inevitablemente de los mortales, en cuya experiencia se focaliza la serie. No obstante, cualquier entidad construirá su propia cotidianidad, se relacionará con el mundo del modo que sea y coexistirá con quienes le sean distintos. Afortunadamente, este audiovisual retrata tal convivencia desde el humor, lo cual incita a la risa y anima al espectador. El gótico-cienciaficcional-detectivesco posee también una dimensión cómica muy efectiva para liberar más serotonina que adrenalina, para cuando se necesita un contenido reconfortante, para cuando se quiera ver a los monstruos desde ángulos menos espeluznantes.

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Jessica Morales

Estudiante de Lengua y literaturas hispánicas en la UNAM.

Le interesan tanto la literatura como el cine de terror.

El gótico representa una de sus grandes aficiones, de sus grandes amores.

Si encontrara un fantasma, probablemente éste huiría de ella.

@carmilla_of_otranto

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