Bitácora de Navegación del Nautilus 37
CUÉNTAME EL CUENTO QUE YA TE CONTÉ
Marina Ortiz
En un momento impreciso del tiempo, no importa si atrás o delante del nuestro, si tiene fecha o no, sucedió que una niña fue al mar. Quería preguntarle cuáles eran los motivos y la salida a su tristeza, porque no la entendía por más que se asomara en el espejo. El mar sólo cantó para ella y después de un largo rato la niña regresó a casa, más tranquila. La respuesta se le había anidado dentro, aunque no podía entenderla todavía.
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¿Por qué el cuento puede ser tan familiar y cercano? ¿O, por el contrario, tan desconcertante, indistinto o hasta molesto? Un mismo relato puede suscitar reacciones opuestas, incluso conflictivas. A lo largo de las eras y las culturas aparece la infinidad de variaciones de una misma idea. Los cuentos de hadas no pierden vigencia. Cada día surge un nuevo género de fantasía, terror o aventura. Nunca dejamos de contarnos la misma historia.
La fuerza del cuento, que empecé a bosquejar en la columna pasada, reside en su objetivo de contundencia. Así se configura su brevedad. Y es contundente, breve, potente, porque destila, como pócima mágica, toda una visión del mundo en un sólo suceso, un único momento, una simple frase. Así como Walt Whitman entendió que el universo entero, la vida, el misterio, se podía resumir en una brizna de hierba. Esta idea llegó a mí gracias la lectura que sigo haciendo de Martha Elena Munguía Zatarain: “(…) nunca en la vida real un momento puede constituirse en símbolo de la totalidad de la existencia del ser y es esto precisamente lo que opera el trabajo artístico del cuento: dar orden y sentido al caos que implica todo hacer; toma lo elemental, primigenio, en su brillo único, de un acto, de un grito, de un instante y logra así que definan una vida, una existencia. Es el cuento, como género narrativo, el que puede lograr transfigurar un hacer en verdadero acontecimiento que encierre todo el sentido de una vida”.
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Si hacemos un repaso de diferentes géneros, como ya he hecho usando el concepto del espacio, veremos que la idea cobra sentido:
Realismo mágico
El mundo es cotidiano pero esconde algo más grande, misterioso, absurdo, pequeño, hogareño a veces, incontrolable…
Weird
El universo es inconmensurable, peligroso, caótico, violento, frágil, impredecible, injusto, indiferente…
Terror
El mundo es oscuro, sinuoso, con sombras ocultas que muerden cuando se les provoca…
Realismo
El universo es comprensible, vasto, manejable, violento y acogedor, humano y accesible, maravilloso y terrible…
Cyberpunk
El mundo es vertiginoso, la tecnología manda, el dinero lo puede todo, la sobrevivencia sólo es posible a través de la sumisión al sistema o a su rebeldía.
Ciencia ficción
El universo es maravilloso, vasto, explorable, comprensible, accesible, honorable, respetable, amigo y soberano.
Fantasía
El universo es infinito, ingobernable, peligroso, maravilloso, incomprensible, dividido, imponente…
Folclore
El mundo es cotidiano, personal, familiar, contextuado, espontáneo, ingobernable, con lógicas ajenas pero manejables (a veces)…
Parábola
El universo es teleológico, estructurado, consecuente, rígido…
Fábula
El mundo es pequeño, cómico, irónico, estructurado, dirigido, consecuente y simple.
Esa virtud del manejo de cosmovisiones podría explicar por qué esta decisión artística (que llamamos cuento) siempre detona reflexiones alrededor de “la moraleja”, “el mensaje” o “la enseñanza”. Difiriendo de la novela, que busca algo más transformativo o meditativo, y la poesía, que hace juegos de alquimia con el lenguaje. No puede ser sólo mala costumbre de la lectura escolarizada, donde el propósito de la comprensión lectora parece ser esa “utilidad” didáctica de la lectura. El problema del cuento (como propuesta artística, no como defecto) es que nos involucra en una contienda por hacer sentido al mundo. Y cada quien resuelve ese dilema desde su propio corazón.
Ahora entiendo mejor por qué los cuentos que menos me gustan son los que exploran emociones y conclusiones nihilistas, irónicas, violentas o cómicas. Parecen decir que el mundo es irredimible y que la injusticia prevalece. Prefiero aquellos relatos donde la compasión, la ternura, la resistencia y la esperanza se defienden aún en su derrota. Mi cosmovisión antepone propósitos particulares al cuento, que otros no comparten.
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Dice Munguía Zatarain: “El cuento, es al fin de cuentas, la representación artística de esta pugna entre dos almas que se enfrentan abierta o soterradamente para fundar un sentido en la vida”. Y nosotros también entramos al quite. Ese es su intención: involucrarnos.
Hace muchos años, tantos que ese mundo ya no existe y del cuál apenas y tenemos pruebas, el lenguaje nació. El relato nació. La oralidad implica la interacción entre personas con un propósito, fuese lúdico, instructivo, estético, afectivo, etc. Conlleva un contexto, es decir, la cosmovisión. El hecho de que el cuento sea el terreno más fértil para el intercambio lingüístico-narrativo confirma nuestra capacidad inherente de recepción y diálogo. Como he dicho en otras columnas: nadie es ajeno al proceso creativo de lo literario, aun cuando “no le gusta leer” o “no es buenx para escribir”.
Esto nos presenta otro problema con el cuento ya no en su parte estética, sino en la social. Volviendo a Munguía Zataraín: «(…) de acuerdo con Lotman, la conformación de un suceso en acontecimiento relatable depende de las concepciones éticas y estéticas de la cultura en la que se produce (…)» (el énfasis es mío). No pretendo aquí entrar al eterno debate de la separación autor-obra, lo que me parece importante es el reconocimiento de las causas y efectos paratextuales del cuento. Todo texto inicia y termina, irónicamente, fuera de él. En un curso sobre fomento a la lectura, que tomé el año pasado, nos preguntamos un día si los textos llegan a las personas o las personas al texto. Yo pienso que es lo segundo. Llegamos pero la estadía es corta, el cuento nos arroja de regreso al mundo. Y nos hace responsables de algo muy precioso y personal, algo que nadie puede hacer por nosotros: entender cómo vemos al mundo y decidir qué hacer con él.
Caminas una tarde y llegas a un manzano que no debería estar ahí. Tienes que afrontarlo.
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Ana Marina Ortiz Baker
Soy Licenciada en Letras y Maestra en Literatura Hispanoamericana.
Los temas que me apasionan son la fantasía, la ciencia ficción, el cyberpunk, el cuerpo, la mujer, los espacios, los mitos y la naturaleza.
Me encanta indagar en los significados que sostienen un mundo ficticio y últimamente me siento muy cautivada por la sabiduría que lo mítico nos devela.
Me gusta mucho tejer, visitar ríos y arroyos, leer, el color beige, El señor de los anillos, Star Trek, los pulpos, los tornados y el melodrama.
Organizo el proyecto independiente de La (cíclica) Sociedad del Fruto y el Mito (Ig y X).
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