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LO FANTÁSTICO DE

EL DIABLO ENAMORADO

Concepción Figueroa

 

Empecemos por imaginar a Álvaro, un joven español del siglo XVIII tan fascinado por la servidumbre de los espíritus hacia un conocido que le solicita ayuda para encontrarse con uno de ellos. Ante la duda del amigo en iniciarlo en tremenda tarea, jura sin miedo tirar de las orejas del mismísimo Belcebú con tal de convencerlo. Por la mera posibilidad de verle el susto en la cara, el amigo le concreta la cita… el resultado supera toda expectativa, pues ante el arrojo de Álvaro el mismísimo diablo cae a sus pies, enamorado.

Jorge Luis Borges lo explica en el prólogo de la edición que escribió para la colección La Biblioteca de Babel:

“El Demonio, enredado en su propio juego, se enamora de Álvaro, como si la fugaz mascarada hubiera transformado su esencia, hasta convertirlo en la verdadera y apasionada heroína de la obra. Nada queda en Biondetta de la monstruosa aparición que responde al conjuro de Álvaro en las ruinas de Portici y que le dice en italiano: Che vuoi?”

Este texto, considerado uno de los primeros de naturaleza fantástica, vio la luz en 1772, presuntamente en Nápoles y sin firma de autor; después se le atribuiría a Jacques Cazotte, conocido como escritor de poemas con tinte sobrenatural y que, años más tarde, moriría en la guillotina acusado de conspiración, no sin antes haber sido acusado, también, de develar en su texto secretos celosamente guardados para los iniciados en el sendero esotérico.

El diablo enamorado presenta la clásica historia en la que el demonio toma forma de mujer y seduce a los hombres. Hasta aquí nada que pudiera parecer distinto de la leyenda, pero Cazotte crea en la trama lo que más tarde se asociaría con lo fantástico: el hecho sobrenatural que irrumpe en la cotidianidad del personaje estableciendo, por un momento, una realidad alternativa perfectamente funcional y en la que no hay terror ni duda. Borges explica un poco esto:

 “La satánica seductora es la seducida y seguirá siéndolo, ansiosa y plañidera, en el decurso de la fábula, tan llena de episodios idílicos. Una y otra vez Belcebú-Biondetta agota las diversas artimañas que todas las mujeres inventan para atraer a un hombre. El estilo, deliberadamente frívolo, suele jugar con el terror, pero, a diferencia de Vathek, que es de fecha ulterior, no se propone nunca alarmarnos”.

Esta ausencia de alarma es lo que llama la atención de los estudiosos que infieren algo distinto en esta propuesta, tanto así que el mismísimo Freud, en su momento, se da a la tarea de profundizar en ella como nos comenta nuevamente Borges:

“Cazotte no pudo prever que su fábula sería sometida a la mitología patológica del reciente Procusto, Sigmund Freud. Gabriel Saud, discípulo de Procusto, ha conseguido que el Belcebú-Biondetta sea una hipóstasis de la madre y del padre del escritor, lo cual es más quimérico y, sin duda, más terrorífico que el libro que se propuso explicar. Agreguemos que es menos encantador”.

A casi trescientos años de su aparición, esta nouvelle sigue siendo objeto de estudio y obligada cita en cada análisis sobre el género, aunque también sigue siendo, a pesar del espacio y del tiempo, una lectura apasionante para el gustoso de la literatura escrita a la maravillosa umbría de lo sobrenatural.

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Concepción Figueroa, mujer, literata y profe.

 

 

 

 

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