GÓTICO QUEER
la monstrificación en “Felisa” de José Luis Sampedro*
Jessica Morales Aguilar
Para ti, Angie, porque tú me enseñaste la utopía monstruosa y juntas la habitamos.
Él ve en el reflejo su mismo cuerpo, su misma cara, pero a través del cristal lo mira otro. Lo nota ante una pequeña distorsión que lo desfamiliariza, trastorna su cotidianidad, lo obsesiona. No les cree a los diagnósticos psicológicos, su cansada mente no idea quimeras por el desgastante estrés experimentado ante su ocupada vida de músico exitoso. Alguien lo mira desde una siniestra dimensión ajena cuyo umbral se ubica en el espejo heredado por su familia. La intriga lo seduce, busca respuestas, progresivamente desenmaraña el misterio, luego comprende que debe dejarse poseer por el otro, convertirse en alguien más, transformar su antigua corporalidad. De Riancho pasa a ser Felisa, ella se siente plena así. Sin embargo, esta coexistencia entre lo femenino y lo masculino amenaza el heteronormado discurso del poder fundamentado por supuestas verdades médicas. El orden teme al cuestionamiento de su autoridad, de sus construcciones, de sus normas. Aquello que no pueden controlar resulta aversivo, por ello monstrifican a Felisa.
En el cuento homónimo, escrito por José Luis Sampedro, el montaje textual muestra la patologización mental de un individuo afectado sobrenaturalmente, a quien se estudia bajo un ojo clínico. El relato se estructura mediante narraciones contenidas en narraciones, lo cual permite escuchar distintas voces. La primera capa parte de una conversación entre el narrador homodiegético y Clara, una sobresaliente alumna que presenció un insólito caso de transexualidad sobrenaturalmente inducida. Riancho, el receptor de tal inaudita transición, comunica sus experiencias mediante dos cartas y una grabación de voz, ambas analizadas por los psicólogos durante su conversación. Estos registros poseen una función testimonial directa, pues hablan por el paciente en su ausencia. En “Haunted epistemologies: Gothic Queer Theory”, Laura Westengard señala que “one function of embedded narratives, especially those that incorporate found objects such as letters, prefaces, and first-person accounts, position the text as an object of interpretation” (36). En consecuencia, esta inserción epistolar y sonora replica las dinámicas de una consulta psicoanalítica, ya que la autoridad médica dialoga con el paciente a través de su escritura y su habla para ofrecer un diagnóstico, es decir, una explicación racional.
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Asimismo, el intercambio descrito mantiene una estructura homóloga tanto a las novelas góticas como a Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia (Dementia paranoides) descrito autobiográficamente, obra de Sigmund Freud estudiada como gótica desde la teoría queer por la académica ya mencionada. Para ella, novelas como Melmoth el errabundo, El monje y Frankenstein comparten la filtración de voces en la narración con el texto freudiano que dialoga con Memorias de un enfermo nervioso de Daniel Paul Schreber, al cual cita extensamente para emitir su opinión médica (36). Esta última corresponde a la patologización del sujeto no heteronormativo tras tildar de paranoides deseos reprimidos los místicos encuentros homoeróticos descritos en el recuento autobiográfico.
En “Felisa”, la disidencia sexogenérica también se sitúa en la esfera sobrenatural: Riancho, ante sus ominosos encuentros con el “otro” del espejo, descubre su propósito como potencial reencarnación de su tía abuela —homónima al título del cuento— para satisfacer las frustradas pasiones entabladas entre ella y Félix, su hermano gemelo. La posesión familiar produce cambios físicos abiertamente aceptados por el sobrino nieto en metamorfosis, cuyo cuerpo alberga de manera simultánea tanto lo masculino como lo creciente femenino. Desde la racionalidad, el psicoanalista con mayor autoridad declara: “Una explicación basada en hechos más reales que los que acabamos de oír… Mira, a Riancho siempre se le consideró un tipo raro, ya lo sabes. No se le conocían asuntos sentimentales, era huraño, retraído. Algunos ya le sospechaban homosexual latente…” (Sampedro 234). Paralelamente a Freud en el mismo campo de conocimiento, la disidencia sexogenérica se caracteriza como “rara”, como una otredad excluida a los márgenes sociales por su carente apego normativo. Además, el rechazo se justifica al culpar implícitamente al sujeto, quien por volición decide transgredir los límites naturalizados al ser un transexual en desarrollo.
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Además, esta hibridación se alinea con la descripción de Noël Carroll sobre la morfología monstruosa por fusión, en la cual “se funden, condensan o sobreponen elementos categorialmente contradictorios en un ser espaciotemporalmente unificado cuya identidad es homogénea” (Carroll 59). La dicotomía hombre/mujer parece mutuamente excluyente; sin embargo, Riancho encarna su conjunción en un paradigma de realidad, con lo cual amenaza el statu quo heteronormativo. De ahí provienen el miedo y la repulsión, ambas fundamentales para configurar la monstruosidad.
A lo anterior se suma otro tabú: el incesto. Durante el clímax, Riancho asimila la identidad de Felisa, pues “lo que Félix quiere es seguir amándola. ¡Amándome! Hacerme suya, ¿comprende?, gozarme eternamente al otro lado del espejo, hacerme arder con él en aquel amor incestuoso y eterno” (Sampedro 229). Esta actitud evoca el binomio feminidad-pasividad; por lo tanto, el autodenominarse mujer implica someterse a las dinámicas de poder ostentadas por el hombre tanto para recibir la penetración durante el coito como para admitir la acción de fuerzas sobrenaturales sobre el organismo (Westengard 35). No obstante, la decisión de transformarse rompe el esquema de pasividad esperado, pues tal volición ante el cambio implica poseer agencia para decidir sobre el cuerpo propio fuera de las expectativas socialmente impuestas. Felisa asume su deseo, quebranta la sumisión ante el discurso médico del poder y evidencia su falta de verdades absolutas.
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En “Felisa” confluyen tanto lo gótico como lo queer, dos campos estrechamente vinculados por el trauma, una experiencia que las disidencias experimentan bajo la heteronorma. Las figuras monstruosas, vistas desde una mirada crítica, permiten explorar las violencias sistémicas que los marginan y los señalan como fuente de miedo. No obstante, estos seres no resultan intrínsecamente amenazadores, sino que se ha construido toda una narrativa a su alrededor desde una violenta posición jerárquica. Cuando lo anterior se evidencia, los monstruos resultan menos amenazantes: ficciones como ésta permiten adjudicar la crueldad a quien la ejerce, no a quien la recibe. El foco del miedo cambia.
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AQUÍ puedes leer “Felisa”.
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* Este escrito es una versión modificada de un comentario crítico que elaboré junto con Angélica Ruiz Martínez.
Esta nueva presentación sólo contiene las secciones que yo aporté a tal esfuerzo colaborativo.
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Obras citadas:
Carroll, Noël. Filosofía del terror o paradojas del corazón. Antonio Machado Libros, 2018.
Sampedro, José Luis. “Felisa”. Cuentos de terror. Compilado por Fernando Valls, Grijalbo, 1990.
Westengard, Laura. «Haunted epistemologies: Gothic Queer Culture». Gothic Queer Culture: Marginalized Communities and the Ghosts of Insidious Trauma. University of Nebraska Press, 2019, pp. 29-63.
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Jessica Morales
Estudiante de Lengua y literaturas hispánicas en la UNAM.
Le interesan tanto la literatura como el cine de terror.
El gótico representa una de sus grandes aficiones, de sus grandes amores.
Si encontrara un fantasma, probablemente éste huiría de ella.
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