SIR RICHARD FRANCIS BURTON
LOS VIAJES DE VETAL
Irad Ramírez
Entre cientos de volúmenes prohibidos —algunos encuadernados en piel humana— se encuentra el depravado coleccionista Frederick Hankey, dueño de la colección, junto a un hombre que ha visto cosas con las que el sádico bibliófilo sólo puede fantasear. El acompañante relata sus aventuras en tierras exóticas, donde participó en batallas encarnizadas, padeció enfermedades y descubrió los secretos de oriente. Todas esas experiencias se reflejan en el rostro curtido del explorador Sir Richard Francis Burton.
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Hijo de un oficial británico, Burton nació en Inglaterra en 1821. Desde joven tuvo una personalidad conflictiva y antagonizó con las figuras de autoridad, provocando su expulsión del Trinity College a los veintiún años. Se enlistó en el ejército, sirviendo en la India, donde aprendió varios idiomas, profundizó en la cultura de la región, adquirió conocimientos de cartografía y practicó el arte del disfraz, habilidad que perfeccionó con el tiempo. Sirvió como espía para el general Charles Napier, bajo el nombre de Mirza Abdullah. Haciéndose pasar por un local, redactó un informe sobre las prácticas sexuales en varios burdeles pakistaníes.
Tuvo una accidentada carrera militar, que duró poco más de media década, donde no faltaron conflictos debido a su naturaleza, incapaz de ocultar su desprecio por las convenciones sociales, así como externar duras críticas al imperialismo británico. Fue dado de baja por enfermedad y se acercó a la Real Sociedad de Cartografía, solicitando financiamiento para un viaje a Medio Oriente y actualizar información topográfica y estudiar una cultura poco accesible para los europeos de la época.
En su primera travesía, relatada en su libro Mi peregrinación a Medina y la Meca, Burton creó una serie de personajes. Fue un vagabundo, médico, mago, jeke y hasta un devoto musulmán. Para cumplir su cometido observó los rituales sociales de diversos estratos sociales. Sus apuntes minuciosos van desde la forma en que un mahometano bebe agua, hasta rituales más complejos como el ramadán. También registró la influencia de occidente en las dinámicas de la población, no siempre de manera favorable:
“El país de los faraones se va civilizando, y por tanto es desagradable, porque nada hay más incómodo que su presente estado intermedio entre la barbarie y la cultura.”
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Siempre dispuesto a confrontar a un agresor, el adiestramiento y la calle no lo preparó para uno de sus mayores retos: la burocracia egipcia. Relata la intrincada maquinaria, inexpugnable para el profano, que sólo puede atravesar a través de la corrupción, la astucia y el engaño, atento a las sutilezas de las relaciones entre los pueblos, consciente del recelo y discriminación a los extranjeros. El viaje fue coronado con la visita de la ciudad sagrada de la Meca, en ese entonces parte del Imperio Otomano, zona prohibida para los no creyentes por la ley de la sharía.
Al regresar fue trasladado a la Compañía de las Indias Orientales, donde se cree que desempeñó actividades de espionaje para el general Napier. Fue enviado a cuidar los intereses del imperio en la región del Mar Rojo, sin dejar de lado la observación de los rituales y costumbres que encontraba en el camino, como la mutilación genital femenina, siendo uno de los primeros europeos en documentarlo.
Después emprendió otro viaje de cuatro meses por África con el explorador John Speke. Esta etapa estuvo plagada de inconvenientes, debido a la escasez de recursos, la deserción de porteadores y el ataque de una tribu somalí que cobró la vida de varios compañeros, el secuestro y tortura de Speke, así como una lanza que atravesó la mejilla de Burton de lado a lado, dejando una cicatriz permanente. Apenas pudo escapar con el proyectil aun atravesando su cabeza.
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Justo después de esta travesía, la Real Sociedad de Cartografía lo volvió a patrocinar con recelo, ahora en un viaje para encontrar las fuentes del río Nilo, junto a Speke. La dureza del viaje, la enfermedad y otras incomodidades erosionaron la relación entre los exploradores, que regresaron por separado. Speke se adelantó anunciando el descubrimiento del lago Victoria y Burton, por su parte, la del lago Tanganika. La rivalidad escaló a tal punto que acordaron un debate público para probar cuál era la verdadera fuente, pero un día antes del encuentro Speke murió en un accidente de caza, consternando profundamente a Burton. El tiempo le dio a su rival la razón.
Antes de su viaje a África, Burton se comprometió con Isabel Arundell, joven de una familia aristócrata católica. La relación no era aceptada, debido a la oscura fama del explorador, lo cual no le importó a la enamorada que escribió en su diario:
“Mi ideal mide unos seis pies de altura; tiene hombros anchos y es musculoso, un pecho poderoso y profundo; es un Hércules de fuerza viril. Tiene cabello negro, piel morena, frente inteligente, cejas sagaces, ojos grandes, negros y maravillosos, de los que no se puede apartar la mirada, con largas pestañas. Es un soldado y un hombre; está acostumbrado a mandar y a ser obedecido… Es un caballero en todos los sentidos de la palabra; y, por supuesto, es inglés.”
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Tras su último viaje se casaron en secreto en 1861. Inició una carrera como diplomático, donde siguió viajando e involucrándose en diversos asuntos, a veces con fracasos estrepitosos, entre ellos el rechazo de la comunidad judía que lo marcó de antisemita por uno de sus escritos. En esta época tradujo el Kama Sutra y Las mil y una noches, basado en uno de los manuscritos más antiguos conocidos, conservando los detalles sexuales de los relatos, casi doscientos años después de la versión francesa censurada de Galland. Otro texto interesante que tradujo, de manera bastante libre, fue Vikram y Vetal, una colección de cuentos populares de la India que cuentan el viaje del rey Vikrama para capturar a un vetala, demonio que habita de cabeza bajo un árbol y tiene el poder de habitar cadáveres.
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El 19 de octubre de 1890, reducido por diversas afecciones como la gota, Burton murió de un paro cardiaco. Muchos de sus textos inéditos y diarios se presumen destruidos por su esposa debido a sus contenidos polémicos. Los detalles de sus viajes, así como de sus textos explícitos, le forjaron mala fama entre una sociedad puritana e hipócrita, pero a pesar de ello fue respetado y admirado por otros que apreciaron su vitalidad, intelecto y franqueza tosca. Dejó también una basta colección de ocho mil libros, que fue recolectando en sus aventuras, muchos de ellos de carácter erótico.
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En el cementerio de Santa María Magdalena, en Londres, se encuentra una ruinosa estructura con forma de tienda de campaña, tallada en mármol y piedra. Empotrada al lado se encuentra una escalera de metal que da a una ventana donde se puede observar la tumba de Burton e Isabel, responsable del peculiar mausoleo, un homenaje del interés del explorador por el mundo árabe. En la roca se tallaron pliegues que simulan la cubierta y está rodeada de estrellas y lunas crecientes. En el interior podemos encontrar un intruso, una escultura de un santo, recuerdo de los intentos de Isabel por convertir a su esposo al catolicismo. Otro vestigio es un vitral pintado por ella que se encuentra en el interior de la iglesia del cementerio, donde se representa a Burton orando de rodillas como un caballero cruzado, despojado de su cicatriz y la fiereza que se puede apreciar en otros retratos y fotografías de la época. El gran afecto que sintió por su marido no coincide con la historia de la destrucción de sus textos, tal vez podemos imaginar un segundo propósito para el peculiar recinto.
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El explorador despierta desnudo, sin cabello ni cicatrices, rejuvenecido a orillas de un río desconocido, rodeado de otras personas en su misma condición. Sigue su instinto y junto a un grupo conformado por un cavernícola, un alien y Alicia, se dirige a buscar el origen del cauce. Los viajes de Burton continúan gracias a Philip José Farmer en su novela A sus cuerpos dispersos, ganadora al Premio Hugo en 1972 y reeditada en 2020 por el Fondo de Cultura Económica en su colección Popular.
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Irad Ramírez
Artista visual y Especialista en Promoción de la Lectura, egresado de la Universidad Veracruzana. Se dedica a la divulgación de la literatura fantástica y de horror.
Fundador de Los Antiguos y Abismales, comunidad que se reúne periódicamente desde el 2017 para la lectura, análisis y discusión de cine y literatura de horror.
También colabora en el Reflexionario Mocambo, espacio cultural dedicado a la promoción de la lectura y las artes vivas.
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