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HUMANISMO FREUDIANO Y SEXUALIDAD

II

Emiliano González

Primera parte

 

En su poema “Lamia”, Keats narra un cuento de amor y de horror. Y es que la literatura erótica es parecida a la literatura fantástica porque ofrece hechos inverosímiles o exagerados, aunque no imposibles ni sobrenaturales. La literatura erótica es realista, pero se ve acompañada de la imaginación y debido a eso a veces se une estrechamente con la literatura fantástica. Y en esos casos nos recuerda el ritual dionisiaco, que quita el miedo al sexo al presentar el castigo para el cazador cruel y el premio para el dios de amor y armonía. El cazador y el dios son representados por la misma persona y el ritual está dirigido a la mente y al cuerpo de los iniciados, que rechazan la unión de sexo y crueldad y celebran la unión de sexo y amor.

"Lamia", por George Scharf.

«Lamia», por George Scharf.

En mis cuentos y poemas la literatura erótica y la fantástica se mezclan. En mi cuento “El jardín del placer”, lo que parecía ser el jardín botánico es en realidad la casa de Caireen, hecho que hace suponer que cualquier cosa es posible, sobre todo si es buena. El humor es necesariamente parte del juego. Pero también el misterio. En su modernización del ritual dionisiaco, “El jardín del placer” muestra la apoteosis del dios de amor y armonía.

En la literatura erótica, la suspensión de la incredulidad es la misma que hay en la literatura fantástica. Nos volvemos crédulos al leerla. Y luego regresamos a la incredulidad. Ya podemos ejercerla bien, en el momento apropiado, al haber descansado de ella.

Hay terror y amor en el escudo de Aquiles, de Homero. El escudo es dionisiaco, pero tiene su origen en Eleusis, cuyos misterios incluyen terror y amor, por las “Kerés” que sacian su sed de sangre en el campo de batalla y por la pareja que forman Plutón y Perséfona.

Las mil y una noches son tétricas y amorosas, variaciones árabes del ritual dionisiaco: tienen la misma estructura y los mismos personajes, a veces un poco transformados.

Lo fantástico surge con el romanticismo. Por su relación con la fantasía o imaginación, y con lo fantasmagórico, el cuento de terror sobrenatural es llamado fantástico y es relacionado por Nodier con el amor en el ensayo “Sobre lo fantástico en literatura”. Las novelas de caballerías mezclan lo amoroso y lo heroico, como afirma Nodier en su ensayo. Podemos añadir que en lo heroico intervienen múltiples escenas de terror. El primer autor que usa la palabra “fantástico”, para referirse al cuento de terror, es Hoffmann, en literatura, cuando hace sus equivalentes literarios de escenas gráficas de Callot, publicados en 1816. El segundo autor que usa la palabra “fantástico” es Nodier, en filosofía, en su ensayo estético, publicado en 1830. En la actualidad, los argentinos y otros hispanoamericanos llaman “fantástica” a la literatura de terror, por influjo de los franceses, que durante el movimiento frenético de 1830 son los primeros que aplican las teorías de Nodier.

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Charles Nodier

Los góticos Walpole, Beckford y Radcliffe se adelantan al romanticismo de Goethe y, como él, son fantásticos desde antes de la aplicación de la palabra “fantástico” al terror. Gracias al romanticismo, de gran libertad, el terror y el amor alcanzan dimensiones cósmicas. En la literatura de Radcliffe, el terror es espacio abierto y el horror es espacio cerrado. Podemos decir que la novela Vathek de Beckford es de horror cósmico, pues al final su espacio es cerrado e infinito. Byron, Polidori y los Shelley se ven influidos en 1816 por una antología de cuentos de fantasmas alemanes titulada Fantasmagoriana. Irving, Poe y sus discípulos son también fantásticos. Sus precursores son los humanistas del Renacimiento, los primeros que tratan de repetir con originalidad los rituales griegos antiguos. La decadencia es un experimento ultra-moderno con la forma y el fondo que acompaña a los renacentistas, a los góticos y a los románticos. Necesariamente implica la unión de cristianismo y paganismo, de amor y sexualidad. Baudelaire en su ensayo sobre Poe es el primero que se refiere a la literatura decadente, y se adelanta a Freud al aludir a “esa porción de genio americano que le hace regocijarse con voluptuosidad infantil y casi perversa en el mundo de las probabilidades y de las conjeturas y crear mentiras a las cuales su arte sutil presta una vida verdadera”. La perversidad infantil se vuelve en la edad adulta dominable gracias a la literatura de terror y amor. El personaje de “Ligeia” muestra la perversidad de un niño al desplegar en una abadía “magnificencias más que regias”. Añade que desde la infancia sentía gran inclinación por tales locuras y volvían a él “como en una edad senil del dolor”. En “El escarabajo de oro”, el negro Júpiter asegura que los cuervos han podido comerse muy bien los ojos de la calavera. Este detalle edípico nos conduce de nuevo al recuerdo infantil de Leonardo. El negro y su nombre son recuerdos del ritual dionisiaco, en medio de un cuento de misterio.

Vathek (Siruela)

El ritual dionisiaco es fantástico al presentar al sátiro convertido en lobo y es erótico al presentar al dios de amor y armonía. Excesos y defectos de masculinidad de Zeus son visibles en los dos Dionysos de la leyenda, pero Zagreus logra dominarlos y Sabazius no. El estoicismo es necesario para controlar las emociones. En el panorama histórico, Sócrates es como Zagreus confundido con Sabazius. Y es que el filósofo no es puramente apolíneo. El oráculo de Delfos muestra la relación que hay entre Apolo y Dionysos, ya que la capacidad premonitoria, la intuición, le da un aspecto dionisiaco al dios armonioso, que llega a la verdad antes de que la razón logre hacerlo.

Al identificar al sexo con la aristocracia Tolstoi ignora las canciones fálicas que dan origen a la comedia –popular en la antigua Grecia– y también ignora a la enana Baubo, que al mostrar su sexo hace reír a Demeter en el mundo subterráneo. En Grecia, la sexualidad inexistente o enferma de la tragedia es característica de las clases altas. Comedia y tragedia determinan la literatura moderna, hecho ignorado por Tolstoi en su libro ¿Qué es el arte? (1898).

"Baubo", por Caroline Jamhour.

«Baubo», por Caroline Jamhour.

Debido a las calumnias de su época, el dialéctico Sócrates es considerado homosexual y condenado. A pesar de los intentos platónicos de disipar las tinieblas de las dudas alrededor del maestro, en la Apología y en el diálogo “Fedro”, la imputación lo ha acompañado por muchos siglos. Es una lástima que la presencia cósmica de Diótima, la gran amiga de Sócrates, en el “Banquete”, no haya sido suficiente para apoyar al dialéctico, siempre rodeado de discípulos masculinos. Hay un cuadro del pintor belga Jean Delville, La escuela de Platón (1897), en que el autor de los Diálogos (físicamente idéntico a Cristo) está rodeado de jóvenes afeminados y desnudos. El cuadro no es tan decadente como parece ser, pues relaciona a Platón y a Sócrates con “el amor espartano” (como decía Swinburne). La confusión aumenta cuando la tramposa “República” hace suponer que los falsos demócratas que condenan a Sócrates tienen razón, al rechazar a un partidario del gobierno espartano, es decir, a un aristócrata. La falta de prevención, literaria y filosófica, ha llevado a los psicólogos de los países socialistas a tomar medidas toscas, a veces brutales, en contra del homosexualismo, masculino y femenino. Esta situación hace necesaria una refutación filosófica y literaria del exceso y del defecto sexual. El autor cubano Hernández Catá, modernista en sus narraciones, muestra en la novela El ángel de Sodoma (1928) un caso en que el defecto de masculinidad, unido a la abstención de contacto físico, lleva al suicidio al protagonista. Lezama Lima, en la época de la revista Orígenes, escribe prosas que tienen lógica poética, más que filosófica, pero no previene el homosexualismo, flagrante en Paradiso (1966), en que el cocinero maricón introduce al exhibicionista perverso, en un ambiente inmoralista que se acerca a Gide y se aleja de las sátiras de Petronio.

"La escuela de Platón", por Jean Delville.

«La escuela de Platón», por Jean Delville.

En 1858, el poeta inglés William Cory publica un poema homosexual dedicado a Heráclito, que es un lamento por la muerte del inventor de la erística, enemiga de la dialéctica. El poeta imaginario del poema de Cory dice que ha muerto el amigo que con él ha fatigado al sol con pláticas y aunque sólo quedan cenizas grises, los ruiseñores de Heráclito son perpetuos. El poema, anterior a El origen de la tragedia de Nietzsche (en que Heráclito aparece como un héroe) ya le prepara el camino a Gide al identificar al aristocrático Heráclito, erístico e irracional, con el homosexualismo. Aunque el poeta es imaginario, no es satírico sino plenamente homosexual, precursor de la actual tendencia gay (alegre). En el poema “Separación” de Cory, del mismo libro que incluye “Heráclito” (Iónica), aparece dos veces la palabra gay. Sin duda Heráclito no es encarnación de Dionysos Zagreus sino de Sabazius, el frigio, ya que no controla los excesos ni los defectos de masculinidad de Zeus.

Hay recuerdos de Heráclito en la poesía de Eliot, que integra el irracionalismo al mundo poético moderno, gracias a Poe, que antes integraba el irracionalismo al romanticismo. Cuando Poe cita al cazador de brujas Joseph Glanville no es para probar el regreso de los muertos sino para lograr la suspensión de incredulidad de sus lectores.

En el poema “Muerte por agua”, en que un hombre lamenta la muerte de otro, Eliot muestra que el agua puede causar la muerte del cuerpo, la muerte del alma consiste en volverse agua según Heráclito. Debido al romanticismo y a la decadencia, el poeta imaginario del poema de Eliot proviene del ritual dionisiaco de Zagreus.

Cuando en Tierra baldía (1922) la clarividente predice la muerte por agua, en “El entierro de los muertos”, el poeta adopta un tono satírico. Flebas, el fenicio que ha sido bello y robusto, antes de morir rememora su infancia y juventud: la mente trasciende las limitaciones del tiempo. Todos los tiempos se unen en un solo instante, así como los espacios se unen cuando Heráclito dice: “El camino hacia lo alto y el camino hacia lo bajo son uno y el mismo” (fragmento que precede a Cuatro cuartetos). Sin embargo, en el caso de Heráclito estos caminos son indicios de amoralidad o de doble personalidad, como las contradicciones nietzscheanas.

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Los presocráticos Parménides y Anaximandro, que proponen la unión de poesía y filosofía, son integrados al mundo poético de Eliot, dando a veces una impresión de misterio y terror, en Cuatro cuartetos (1944).

Eliot satiriza a la clarividente, acaso porque la clarividencia y la quiromancia predisponen a la gente a actuar de “x” manera, y es por eso que se realizan las predicciones: por sugestión. En cambio la intuición es un hecho científico. A diferencia de la astrología y otras adivinaciones, la intuición nunca puede asegurar que va a ocurrir algo, hasta que ese algo ocurre, comprobando la verdad de una imagen, idea o palabra dicha, pintada o escrita antes.

Heráclito alude a un flujo perpetuo, a un cambio continuo y aparentemente natural, pero ese cambio no es revolucionario, pues Heráclito cree que la paz y la guerra no son enemigas sino diferentes, opuestos armoniosos como el día y la noche, el verano y el invierno. El paso del bien al mal es visto como algo natural, no como una traición. No hay crítica a Zeus, ya que éste es “la razón universal”. Nótense los continuos elogios a la razón que hace Heráclito para ocultar su irracionalismo.

"Heráclito llorando", por Hendrick ter Brugghen (1628).

«Heráclito llorando», por Hendrick ter Brugghen (1628).

En el mundo de Heráclito hay lugares comunes griegos tomados como verdades filosóficas. El mismo Heráclito afirma que la razón es lo común, aunque los más viven “como si fueran poseedores de sabiduría propia”. Los lugares comunes griegos, hechos de sabiduría popular, ocultan el espíritu belicoso de Heráclito, así como la retórica romántica oculta la impiedad de Nietzsche, cuyo aparente estoicismo logra despistar incluso a Eliot en 1927.

El “hipócrita lector” de George Sand y de Baudelaire impresiona a Eliot, que se basa en un poema sobre el fuego del decadente Swinburne para elaborar un poema sobre el agua con ritmos casi idénticos. Otros orígenes decadentes y simbolistas de Eliot –no éstos– son señalados por Edmund Wilson en El castillo de Axel (1931).

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Las almas que buscan el placer se vuelven agua, según Heráclito, ya que según él el placer es un “humedecimiento del alma”, como lo demuestran los borrachos que no saben adónde van. Ya que el placer humedece el alma, el mundo de los deleites carnales debe ser evitado, nos dice el aparente dionisiaco Heráclito. Según él, la mejor alma es el alma seca, pero el predominio del fuego causa la misma muerte que causa el agua.

La sensualidad es para Heráclito tan nefasta como la poesía, llamada “locura sagrada” por Platón.

Continuará…

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EGPenEmiliano González

Autor de Miedo en castellano (1973), Los sueños de la bella durmiente (1978, ganador del premio Xavier Villaurrutia), La inocencia hereditaria (1986), Almas visionarias (1987), La habitación secreta (1988), Casa de horror y de magia (1989), El libro de lo insólito (1989), Orquidáceas (1991), Neon City Blues (2000), Historia mágica de la literatura I (2007) y Ensayos (2009).