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LA LITERATURA LIBRE Y SUS PRECURSORES

IV

Emiliano González

Primera parte

Segunda parte

Tercera parte

 

Las malas drogas y “Bosie” (diminutivo afectuoso de Lord Alfred Douglas) aparecen en la vida de Oscar Wilde al principio de la década de los nineties.

Como Durrell, que encabeza Justine y otros libros del Cuarteto con citas del Marqués de Sade, Trocchi cita al Marqués al principio de su libro. Para Caín, las citas de Durrell son invitaciones a admirar al Marqués; para Abel, son invitaciones a criticarlo. Caín es un continuador del surrealismo más ortodoxo; Abel tiende a la literatura beat. El libro de Trocchi muestra la distorsión del poeta imaginario de Baudelaire, que en “Abel y Caín” adopta un carácter monstruoso. El poema de Baudelaire forma parte de Las flores del mal. Trocchi afirma que en nuestro siglo la gente ha olvidado el juego. El homo ludens ha sido totalmente desplazado. La música de jazz recuerda a la gente el juego. Por lo visto el jazz saca a Trocchi de su melancolía, de su “muerte americana”.

En su novela de horror, Caín es brujo maligno, muñeco vudú y zombi, pero no de la fantasía, sino de la realidad de la heroína, que le sirve de base a Trocchi para elaborar su libro trágico. Recordamos la película El zombi blanco, en que figura Bela Lugosi, actor bueno que desgraciadamente llega a usar heroína.

En el estridentismo mexicano, en los escritos de Guillermo de Torre y de Ramón Gómez de la Serna se ven filtradas varias vanguardias hasta dar como resultado literaturas personales. Algo similar ocurre en los escritos de Kerouac: diversas influencias de su entorno se transforman en una literatura diferente.

La literatura beat nos hace pensar en una transformación de elementos toscos, anti-sociales del inconsciente (del autor y del público) y también nos hace pensar en el rechazo de elementos reales y negativos que han reforzado atavismos heraclíteos, agresivos, prehistóricos.

El poeta Bob Kaufman toca el tema de la soledad elegida (solitude) y la forzada (loneliness), que llegan a mezclarse a veces.

La palabra “soledad”, en español, se emplea para definir soledades forzadas o voluntarias por igual, y sólo el contexto permite reconocer la condición de la persona solitaria. Gabriel García Márquez tiene afinidad con el surrealista argentino Antonio Porchia al inventar el título del libro Cien años de soledad (1967), novela sobre el imaginario pueblo de Macondo.

Los fragmentos de Porchia son dos (uno después de otro): “El árbol está solo, la nube está sola. Todo está solo cuando yo estoy solo”. El otro fragmento dice: “Mueren cien años en un instante, lo mismo que un instante en un instante”. Los fragmentos son del libro Voces (1943), varias veces re-editado. Son fragmentos esenciales para el autor colombiano. Sin embargo, también hay otro fragmento, que podemos leer páginas adelante: “Hay cien años sin nada en nuestra vida breve. Como si debiera ser más breve, cien años”.

La soledad del minotauro en el laberinto, en el cuento “La casa de Asterión” (1949) de Borges, le inspira a Octavio Paz el título para el libro El laberinto de la soledad (1950). Según Paz, la nada y la soledad están relacionadas, así como el ser y la comunión. Pero todos sabemos que la soledad puede ser muy fructífera, como lo demuestran innumerables obras artísticas, expresiones del ser y del cosmos. Paz supone que el amor es anti-social, al oponerse al matrimonio (mero contrato social). Toda sociedad es organismo colectivo; el amor es personal, une cuerpo y mente. Sin embargo, las diversas sociedades humanas han tomado actitudes inhumanas ante el amor. Supone Paz que el erotismo moderno “es una retórica, un ejercicio literario y una complacencia”, en vez de ser, como la obra de Sade, “una revelación explosiva de la condición humana”. La doble personalidad de Paz (semejante a la de Vasconcelos) sale a relucir en este fragmento, conduciéndonos a ciertas frases peligrosas de Breton, en que destaca la admiración por el loco profano Sade, frases ubicadas en contextos que no son de humor negro.

Al final del libro Paz se muestra optimista: “La plenitud, la reunión, que es reposo y dicha, concordancia con el mundo, nos esperan al fin del laberinto de la soledad”.

La fiesta en el libro de Paz implica una especie de suspensión de juicio en que el mexicano –y el hombre en general– descansa del trabajo y encuentra la deseada comunión, anulando la soledad. En nuestros días, las vacaciones siempre anheladas, los “puentes” desmesurados en los empleos, implican trabajos aburridos, poco creativos, y es deseable la existencia de vidas personales para aliviar la frialdad social, represiva, y el tedio en las ocupaciones cotidianas.

En su libro, Paz hace como si todos los mexicanos fueran solteros o viudos y todas las mexicanas fueran solteras o viudas, pues la soledad de todos los mexicanos (hombres y mujeres) para él equivale a la nada, y la comunión de esos mismos mexicanos equivale al ser. La teoría del laberinto de la soledad no puede ser aplicada a la pareja que asiste a una fiesta, pues no está formada por seres solitarios que acceden a la compañía, sino por seres casados o unidos que van a una fiesta. En el libro de Paz, la objetividad se ve opacada por la subjetividad neurótica y por una falacia, por una mentira fundamental: todos los mexicanos son solteros o viudos y las mexicanas son iguales que ellos.

Según Paz, el solitario, al asistir a una fiesta, deja de ser un monstruo (el minotauro) y se convierte en un ser humano. Yo diría que no todos los solteros o viudos son peligrosos, aunque algunos lo son. Y lo mismo puedo decir de las solteras o las viudas. Mujeres comparables con el minotauro son en verdad siniestras. Por lo visto, según Paz las parejas que asisten a las fiestas son exactamente iguales que los solteros, los viudos, las solteras y las viudas. Esto es absurdo, no es lógico. Paz, como Samuel Ramos, cuando dice “el mexicano” se refiere a hombres y mujeres por igual.

H. D. Thoreau, en Walden (1854), se refiere a la soledad elegida, pero ésta llega a ser excesiva. Ik Marvel, el autor de Ensueños de un soltero (1850) es un precursor de Thoreau, sin puritanismo, y se adelanta también a Machen al elogiar el tabaco. Huysmans en su novela Al revés es otro Thoreau que emplea más el artificio y critica la civilización y el azar natural. Machen en La colina de los sueños realiza –como ya hemos dicho– un “Robinson Crusoe del alma” y su personaje Lucian trata de estar más acompañado que Des Esseintes de Huysmans… pero la sociedad cruel se lo impide, reprimiéndolo.

En todos estos libros hay críticas a la incomprensión y a la separación del alma y el cuerpo.

El empirismo lleva al autor avanzado a rechazar tradiciones vacías y a aceptar elementos humanos. Tal autor tiende a hacer a un lado los obstáculos que experiencias previas han vuelto visibles.

El investigador cultural Elbert Hubbard es mucho más abierto y universalista que sus padres, herederos del aspecto más religioso y purista de Ruskin. Elbert Hubbard acepta las corrientes avanzadas, y publica varios libros acerca de personalidades destacadas.

En Al revés, Huysmans critica el exceso de soledad elegida (voluntaria).

Todos estos libros critican, directa o indirectamente, la situación impuesta a un dialogante bueno por una sociedad que lo obliga a soliloquios fríos en que el diálogo es elogiado. La literatura beat es importante porque critica la soledad forzada y busca al grupo humano para dialogar y tener vivencias. La literatura beat destaca la otredad y rechaza la esquizofrenia.

Kerouac es efectivo al convertir el soliloquio en un monólogo interior que expresa algo significativo y ayuda al grupo humano. Como para el modernista Rodó, el cambio implica para Kerouac algo positivo, dinámico. El río corre, como en Anna Livia Plurabelle, de Joyce, pero en la mayor parte de los casos es cristalino. Las páginas del simbolista Edouard Dujardin, inventor del monólogo interior, son fáciles de leer.

Así como Kerouac tiene cierto contacto con autores raros, Philip Lamantia, en el comienzo de su carrera literaria, tiene contacto con Poe y Lovecraft, autores rechazados por la escuela tradicional en que él estudia. Lamantia, surrealista al principio, se vuelve luego beat. Sus versos intuitivos acerca de las sirenas en el desierto, de su primera época, son aún legibles y loables: en nuestros días, resultan muy efectivos. Mi cuento “Una sorpresa en el desierto”, de 1966, y mi obra “El rey (trova-love)”, de 1967, son premoniciones de mi lectura de estos datos extraños acerca de Lamantia. Desde los quince años es reconocido como surrealista por Breton. Escribe Lamantia: “Las sirenas han venido al desierto / levantan un tocador / cerca del camello / que yace a sus pies de rosas”.

Aunque poco mencionado por los beats, el poeta y cuentista Clark Ashton Smith, autor de Odas y sonetos, Ébano y cristal, Sándalo y otros libros, influye sobre los beats.

Mientras vive en Auburn, California, Smith descubre “Vino de hechicería”, de George Sterling, en 1908, y queda deslumbrado. Los versos de Sterling le inspiran a Smith “El comedor de hashish”, poema alucinatorio, barroco, decadente. El libro de prosa de Smith más relacionado con el movimiento es Cuentos de ciencia y brujería, publicado en 1964, que incluye relatos de años anteriores.

Concluirá…

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AQUÍ puedes descargar el cómic de Demetrio Babul basado en «La casa de Asterión» de Borges.

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Emiliano González

Autor de Miedo en castellano (1973), Los sueños de la bella durmiente (1978, ganador del premio Xavier Villaurrutia), La inocencia hereditaria (1986), Almas visionarias (1987), La habitación secreta (1988), Casa de horror y de magia (1989), El libro de lo insólito (1989), Orquidáceas (1991), Neon City Blues (2000), Historia mágica de la literatura I (2007) y Ensayos (2009).

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