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LA LITERATURA LIBRE Y SUS PRECURSORES

V

Emiliano González

Primera parte

Segunda parte

Tercera parte

Cuarta parte

 

Precursores de la literatura femenina beat son Lilith Lorraine (similar a Smith) y sobre todo Anaïs Nin, que en Casa de incesto y otros libros alude a experiencias eróticas, a sensorialismo y a drogas raras.

Lilith Lorraine

Parecidas a Lilith Lorraine, pero en prosa, son C. L. Moore, Margaret St. Clair y Hazel Heald.

El arte gráfico de Margaret Brundage (que proviene en parte de Beardsley) combina bien con los escritos de estas autoras.

Margaret Brundage

Almas afines (amigas del cuerpo) son las hispanoamericanas Juana de Ibarborou (en Raíz salvaje), María del Mar, Alice Lardé y Carmen Báez. La francesa Rachilde las anticipa.

Son realistas y subjetivas las autoras beat Brenda Frazer, Anne Waldman, Carolyn Cassydy, Joyce Johnson y Jan Kerouac.

Son irrealistas y alucinadas Diane Di Prima y Lenore Kandel. Esta última autora, muy reprimida por la sociedad establecida, llega a escribir Libro de amor (1966), que es más underground que subterranean, y combina las influencias de Miller y de Chaucer (The Miller’s Tale, “Cuento del molinero”).

Di Prima, en su poema Loba (1978) nos habla de la sacerdotisa loba que adora a la diosa loba: una reflexión en verso acerca de la dualidad en literatura. Mi propio cuento “Lika” es una premonición de la lectura de sus versos.

Una precursora romántica de la literatura beat femenina es Madame de Staël, que en su novela Corinne expone su teoría de la improvisación poética.

LeRoi Jones es bastante beat en su libro Casa (1961) y se detiene en los interesantes temas del ingreso paulatino de la sexualidad negra en E.E.U.U. y de la existencia de una literatura negra y universal, opuesta al comercialismo de ciertos libros que presentan un mundo negro movido por intereses blancos de clase media inculta. Jones tiene un libro bueno acerca del jazz.

En la actualidad, podemos ver ejemplos de literatura negra y universal: el libro Semilla salvaje (1980) de Octavia Butler (de zoantropía y ciencia-ficción) y Migraciones del corazón (1983) de Marita Golden (de realismo y autobiografía).

Hettie Jones tiene un poema de vanguardia en que la palabra “Casa” aparece varias veces, en recuerdo de su relación con LeRoi Jones.

La casa de dulce del cuento feérico “Hansel y Gretel” se transforma en el pueblo de azúcar de Richard Brautigan en la novela Watermelon Sugar (escrita en 1964 y publicada en 1967) y en la canción “Sugar Town” de Nancy Sinatra. La novela sucede en una comunidad rural imaginaria. En esta novela se contrastan el amor y la muerte, lo maravilloso y lo fúnebre. Todo está hecho de azúcar de sandía.

Si en Lucy Church o en Tres vidas Gertrude Stein hace equivalentes literarios de collages cubistas, Brautigan en su libro La pesca de la trucha en América (1967) realiza una versión literaria de un collage pop e introduce una sexualidad espontánea y ligera, que a veces nos recuerda a Southern y a Hoffenberg, los autores de Candy.

En Watermelon Sugar, la imagen del pueblo de azúcar se matiza y transforma.

Brautigan llega a imaginar un sol que cambia de color cada día, originando sandías con diferentes colores.

Toda la vida del pueblo se basa en el azúcar de sandía y sus aplicaciones, y en el aceite de trucha para las lámparas.

La forma de diario ha facilitado la elaboración de una obra en que, gradualmente, se iluminan rincones oscuros. La obra va haciéndose a base de atribuciones sucesivas, de detalles reveladores.

Un diario amoroso se mezcla con descripciones de la vida en la comunidad en contacto con la Naturaleza.

De Ambrose Bierce toma Brautigan la unión de terror, humor y ambiente western, presente en otros escritos suyos. De Bierce toma la idea de un lugar imaginario. Pero la Carcosa de Bierce, conectada con sublimidad y belleza, es sólo otro estímulo para la creación de Ideath o Watermelon Sugar, lugar de amor, de humor y de muerte. La prosa es poética, igual que la de Bierce, pero mucho menos triste. La muerte de una mujer, que se ahorca en una estatua de espejos, se basa en el final de Alicia y en A través del espejo, pero llega a lo macabro para jóvenes y adultos.

Pensamos en la tierra mágica de los espejos, de Aleister Crowley. La muerte de la mujer es la nota triste en este libro más bien gozoso.

La literatura del movimiento subterráneo es por un lado fantástica y por el otro realista. Las personalidades y los paisajes descritos en la novela A veces un gran impulso (1963) de Ken Kesey se ven contrastadas por las fantasías extrañas y eróticas de Brautigan.

La palabra “hippie”, aunque muy usada, no es la mejor para definir el movimiento de los autores mencionados. La mejor es “subterráneo”, porque implica la actualización de los antiguos rituales eleusinos, órficos y dionisíacos de Grecia, rituales que dan origen al teatro en particular y a la literatura en general.

Basado en Thomas Wolfe y Virginia Woolf, que incluyen fragmentos en cursiva con poemas en prosa en sus novelas, Kesey nos ofrece un realismo subjetivo. Brautigan, en cambio, cultiva la imaginación, el misterio y lo amoroso en sentido gótico y surrealista.

El diálogo “Hippias” de Platón, en que podemos ver al sofista enemigo de Sócrates, le inspira al inglés George Meredith un personaje: el tío Hippias, llamado en un par de ocasiones “el tío Hippy”: un dispéptico que va del subsuelo a la superficie de la tierra, debido a su enfermedad: la hipocondría o melancolía. Esta enfermedad proviene sobre todo del opio y sus derivados. Meredith juega con las palabras “Hippias”, “happy” y “hippy”. Esta última, que a fines del siglo diecinueve quiere decir “rufián”, es usada a partir de 1967 para designar al integrante del movimiento subterráneo, sea quien sea.

La palabra es usada por personas ingenuas o por individuos agresivos. En 1967, la palabra “hippie” proviene también de la palabra “hipster”, que designa al blanco con alma negra: un intento de mejorar el sentido de una palabra decimonónica, usada por igual en la literatura realista y en la fantástica, en la satírica o en la trágica.

El tío Hippy figura en la novela de Meredith La prueba de Richard Feverel (1859).

El “hippy” Rowan ha sido cruel en la guerra, como Lord Kitchener, busca el riesgo y es vampirizado por una dama en el cuento “El beso de Judas”, publicado con el pseudónimo de X. L. y con una ilustración de Beardsley. El cuento es publicado dos años antes de la novela de Meredith.

El gitano Hippe, hacedor de muñecos mortíferos, nos horroriza en el cuento “El hacedor de maravillas” de Fitz James O’Brien, autor de la época de Poe.

Quien da a la palabra “hippie” un sentido inocente la relaciona con la paz, el amor y las drogas psiquedélicas, y existe en la época del movimiento subterráneo. La autora Margaret Randall es un ejemplo de esto. Randall nos dice en su libro Los hippies (1968): “Examinemos las raíces: la palabra hippie, derivado de la palabra hipster, viene del vocablo hipo hep, o sea, consciente. Alguien que ‘está en onda’, que sabe, pues está en contacto. Naturalmente que estar en contacto implica estar fuera de contacto con la sociedad anonadada y en contacto con una verdad espiritual”.

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Emiliano González

Autor de Miedo en castellano (1973), Los sueños de la bella durmiente (1978, ganador del premio Xavier Villaurrutia), La inocencia hereditaria (1986), Almas visionarias (1987), La habitación secreta (1988), Casa de horror y de magia (1989), El libro de lo insólito (1989), Orquidáceas (1991), Neon City Blues (2000), Historia mágica de la literatura I (2007) y Ensayos (2009).

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