Seleccionar página

LA NOSTALGIA DE LA MUERTE

EN HOMBRES Y MUJERES

IV

 

Emiliano González

Primera parte

Segunda parte

Tercera parte

 

“Poltergeist” (1927), relato de Seabury Quinn, viene al caso: un poltergeist (fantasma que ataca) tortura a la bella joven Julia y está dispuesto a matarla. Es el alma en pena de su prima Anna, que se ha suicidado, arrojándose a las aguas del mar, al enterarse del matrimonio de Julie. Y es que Anna está dominada por “una oscura pasión de la carne”, por ese “amor prohibido propio de las legendarias mujeres de Lesbos”. Julie es salvada con un manojo de muérdago, gracias al cual se deshace de “un ser monstruoso, mitad murciélago y mitad zorra”, con patas y garras amenazantes, que es el aspecto que ha tomado su prima Anna en el Más Allá. El muérdago, símbolo del beso en Navidad y protección contra los demonios, es también arbusto sagrado para los druidas y emblema amoroso.

 

En uno de los sueños de Julie, el alma en pena de Anna le marca con la uña en la piel unas letras: “Dracu”, que son casi toda la palabra “Drácula” (hijo del demonio o dragón). El fragmento influye seguramente sobre el filme El bebé de Rosemary, en que la protagonista es poseída por el diablo en un sueño y al otro día despierta con las marcas de las garras en la espalda.

El horror puede ser contrastado con lo maravilloso y la edad adulta puede ser comparada con la infancia, para lograr buenos resultados.

De Poe, Pater, Proust y Huysmans toma Lovecraft la evocación de la infancia, buscando la inocencia y a la vez una solución para la tendencia homosexual. Esta encuentra un control en la sublimación que la literatura ofrece, eliminando el contenido agresivo, anti-social de la sexualidad. Lovecraft es autor de cincuenta narraciones, cortas y largas, y sólo en cuatro de ellas aborda el tema homosexual: “El templo”, “El árbol”, “La búsqueda de Iranon” e “Hypnos”. Debido a esto podemos darnos cuenta de que la tendencia no era atractiva para él como lo era para Proust. Los cuentos de Lovecraft son sátiras que por sus finales infelices nos recuerdan Muerte en Venecia. El argumento de “El templo” es significativo: el narrador imaginario, un comandante de voluntad férrea, cuenta que el submarino alemán que él domina ha torpedeado a un carguero inglés, y en el bolsillo del cadáver de un marinero, italiano o griego, el barco hundido, la tripulación alemana ha encontrado un raro trozo de marfil, tallado con la cabeza de un joven coronado de laurel, que resulta fatal para la tripulación y el narrador: se ven llevados al delirio suicida por el joven del trozo de marfil, también figurado en los frisos y columnas de un templo situado en las ruinas de una Atlántida sumergida, en la que el narrador quiere terminar sus días, explorando sin tregua…

El poema “Nathicana” (trágico) y el poema “Canción del bebedor” (cómico) de Lovecraft son amorosos y heterosexuales. Lovecraft es similar a Poe, a Pater y a Huysmans, pues logra bastante éxito gracias a la sublimación literaria. La actitud de Proust está entre la sátira y la celebración y por ende no podemos afirmar que haya sublimación en sus escritos sobre el tema (en el volumen titulado Sodoma y Gomorra). Si bien el conde de Montesquiou sirve de modelo para Des Esseintes de Huysmans y para Charlus de Proust, sólo Des Esseintes se muestra deseoso de curarse, aunque no lo logra debido a su enfermedad física. El mundo onírico de Randolph Carter es hermoso y poético y llega a controlar el homosexualismo latente de Lovecraft, pero aún tiene aspectos inmaduros, infantiles en el mal sentido del término: la sexualidad es casi nula. En los sueños inventados que nos ofrece Lovecraft el orgasmo es muy escaso. Como en la literatura de Dunsany, casi no hay sexualidad. Para lograr el control completo de la tendencia homosexual es necesario hacer figurar personajes femeninos en la literatura, no sólo describir sensorialmente paisajes y aventuras. Podemos afirmar que el entorno puritano de Lovecraft, hecho de familiares y editores represivos, nunca favoreció el erotismo en sus escritos. El anti-sensualismo que Des Esseintes observa en las mujeres de Poe es producto de las editoriales puritanas, agravando complejos, más que de un afán anti-romántico de Poe, que se las arregla para introducir el tema amoroso en medio del terror, como Goethe y otros. En Poe la tendencia edípica es muy fuerte, pero puede controlarla con la literatura. En todos los autores anteriores a Freud está el afán inconsciente de encontrar una salida al callejón sórdido del homosexualismo, cercano al parque de Narciso. La avenida de la mujer sensual e intelectual ofrece esa salida. Los cuentos y poemas de Clark Ashton Smith, maestro y discípulo de Lovecraft, se acercan a la libertad de expresión de Baudelaire, hermano mental de Poe, que ya consigue mayor sexualidad en su obra, a pesar del entorno puritano y represivo. Es una vergüenza que después de la desaparición de la Inquisición haya habido puritanos, burgueses y nazis para estorbar la libertad artística. Sin embargo, los artistas han seguido adelante.

Quien es platónico ha recorrido la mitad del camino. La otra mitad es no ser platónico y acercarse a la mujer.

Las mujeres escritoras que tienden al lesbianismo buscan en el amor platónico una meta feliz y la alcanzan. Pero todavía les falta acercarse al hombre. Todo mundo tiende al homosexualismo, pero no todo mundo posee la capacidad de controlar esa tendencia instintiva y problemática, para que el instinto lo ayude en vez de estorbarlo. Es bueno controlar el homosexualismo desde una edad temprana.

Más allá del lugar común que encuentra apropiado el color azul para los hombres y el color rosado para las mujeres, el azul parece ser muy adecuado para controlar el homosexualismo, como insinúan John Addington Symonds y Samuel Loveman (este último, amigo de Lovecraft). Symonds, en 1875, publica versos satíricos sobre un efebo y la muerte, versos en que alude a la “juventud divina”, y en 1892 saca el libro En la llave del azul, influido por Azul… de Darío. Loveman afirma que en el cuento “La muerte de Halpin Fraser” de Bierce “las flores, la verdura, las ramas y las hojas de los árboles son colocadas magníficamente como opuestas a la malignidad contraria a la naturaleza. El de Bierce no es el mundo dorado habitual sino un mundo penetrado por el misterio del azul y la obstinación de los sueños. Con todo, la inhumanidad no está del todo ausente.” Lovecraft dice que esa inhumanidad encuentra salida en “un raro esfuerzo de comedia sardónica y humor de cementerio”. El cuento “Carmilla” de Le Fanu es publicado en la revista londinense El Oscuro Azul en 1871.

Darles a los colores un significado terapéutico es necesario para evitar las supersticiones que los colores han provocado, unidos a situaciones adversas. En “Mal de ojo”, cuento fantástico, el romántico español José Selgas dice que existe en el ópalo (azul o verde) “un poder misterioso cuya maléfica influencia se ejerce únicamente hasta ahora por lo menos, sobre el destino de las mujeres”. En tanto romántico, José Selgas cumple con su deber al transportar una superstición a la literatura, logrando así la suspensión de la incredulidad necesaria para gozar un cuento fantástico. La influencia de Selgas puede notarse en la novela de Lorrain Monsieur de Phocas (1901), junto con la influencia de John Addington Symonds. En el capítulo “En el Lido”, del libro Una miscelánea veneciana (1884), Symonds describe un gondolero, Stefano, con la misma admiración que luego Von Aschenbach muestra ante Tadzio, aunque se trata de un tipo físico diferente, elástico y robusto, “como si las aguas marinas y el sol lo hubieran fabricado en una hora de éxtasis secreto e inquieto”. Los ojos eléctricos de Stefano parecen ópalos, “como si el color de las aguas venecianas se viera vitalizado en ellos”. Esta metáfora se convierte en los ojos opalinos de los marineros que aprecia el duque de Freneuse, lleno de obsesiones edípicas, en la novela Monsieur de Phocas de Lorrain. El gondolero es para Symonds “la humanización del mito-poema de las lagunas” y “el espíritu de las aguas saladas”, una especie de dios marino o tritón. El entusiasmo de Symonds se divide entre el predominio del color, siempre vital e impresionista, y el predominio de lo raro y fúnebre, por ejemplo, en el arte de Tintoretto, que es “tétrico y misterioso, en los confines de lo grotesco”. Symonds describe un cuadro en que “un genio hermafrodítico indescifrable, el genio de la fascinación carnal”, sonríe a un triste Cristo gris en el desierto. Symonds se detiene en la descripción de un cementerio judío en que hay amapolas, hierba silvestre y lápidas con letras hebreas e italianas, y cerca de la plaza de San Marcos “la negrura del agua murmura en nuestros oídos una historia de muerte”. La convivencia de las amapolas y lo fúnebre es señalada también por Joyce, cuando en Ulises se refiere a las amapolas de los cementerios chinos. El opio extraído de estas flores es macabro en la novela de Lorrain, mezcla original de lecturas de De Quincey, Symonds y Selgas. Este último autor explica: la fatalidad que la superstición atribuye a los ópalos, la gente sencilla la atribuye a “la influencia maléfica de algunos ojos humanos”. Las personas dotadas del poder inexplicable de ejercer funestas influencias sobre los seres que entran en contacto con ellas. La principal potencia de ese hechizo se cree que reside en los ojos. El “mal de ojo” es “una dolencia misteriosa, un trastorno orgánico inesperado, una turbación inexplicable del entendimiento; la locura, la enfermedad y la muerte, son los efectos de su odioso influjo.”

Venecia y Brujas, las ciudades muertas, reinos del amor, la sombra y el silencio, según los decadentes, son los escenarios ideales para modernizar los misterios de Eleusis, el mito de Orfeo y el ritual dionisiaco. La culpa sexual persigue al carillonero Borluut en la novela de Rondenbach El carillonero (1897). Borluut se suicida colgándose de una cuerda atada al anillo que está dentro de una campana de la torre del carillón. Frustrado por no poder realizar sus sueños, arrepentido por no haberse entregado a la lujuria representada en una de las campanas (instrumento que ha sido “el pecado de su vida”), se ha perdido por haberla escuchado: ha cedido a “la tentación de la carne”, al “lazo de la mujer”, y ha amado cuerpos en vez de amar sólo a la ciudad. El anti-sensualismo schopenhaueriano determina la muerte voluntaria. En la novela Brujas la muerta (1892), un fetichista asesino deforma la costumbre eleusina de ofrecer los cabellos a los muertos, y estrangula a la doble de su mujer con la cabellera de su mujer, ya muerta.

A partir del destierro de los dioses, iniciado por los paganos y continuado por los cristianos, hay deformación del ritual genuino. Con el tiempo esa deformación se vuelve el lobo del nuevo ritual, que es la novela, el cuento, el poema o el teatro. Ya desde la antigüedad el ritual dionisiaco de Zagreus implica una crítica al salvajismo de Sabazius, nacido como él de la cópula de Perséfona con la serpiente Zeus, pero incapaz de dominar las tendencias destructivas de su padre maniqueo.

En un cuento de Lovecraft, el pintor cinántropo Pickman siente nostalgia por el mundo subterráneo en que ha nacido, así como en el Viaje a la distancia azul (1834) de Tieck el protagonista feérico Athelstan siente nostalgia por el mundo subterráneo en que ha nacido. Estos mundos subterráneos son emblemas del Hades eleusino, mundo de los muertos, pero también de las nupcias de Plutón y Perséfona.

Mi libro Los sueños de la bella durmiente fue escrito para “disolver las paredes de hierro de la realidad cotidiana”, como dice Belknap Long al referirse al azul y al LSD. Sobre mi título puedo recordar un fragmento de La vida de los doce Césares (121 d.C.) de Suetonio:

El perverso emperador Tiberio preguntaba a los gramáticos: “¿Qué canción cantaban las sirenas? ¿Qué nombre tomó Aquiles cuando se escondió entre las mujeres?” Como los personajes eran imaginarios, la respuesta debía ser imaginaria también. En mi fantasía, un moderno Tiberio pregunta a un autor imaginario: “¿Qué sueños soñaba la bella durmiente?” Y la respuesta es casi tan larga como Las mil y una noches.

Los sueños de la bella durmiente también es LSD-LBD, si atendemos a las iniciales del título. Es transformada la canción “Lucy in the Sky with Diamonds” de los Beatles, y en un cuento, es transformado “El submarino amarillo”. Estas variaciones, psiquedélicas y subterráneas, son interesantes para el público lector. El tiempo les añade matices y significados nuevos a los fenómenos culturales. El título de un libro de la mexicana Margarita Dalton es Larga Sinfonía en D. Mi título ha sido inspirado por el de ella, no sólo por el recuerdo de las palabras de Tiberio. Mi libro, entre otras cosas, es un viaje de LSD transformado en literatura. Cuando lo escribí no sabía yo que las preguntas sobre las sirenas y Aquiles eran de Tiberio, pues las conocí en el cuento de Poe sobre la calle Morgue, y en éste aparecen atribuidas a Sir Thomas Browne.

Continuará…

****

Emiliano González

Autor de Miedo en castellano (1973), Los sueños de la bella durmiente (1978, ganador del premio Xavier Villaurrutia), La inocencia hereditaria (1986), Almas visionarias (1987), La habitación secreta (1988), Casa de horror y de magia (1989), El libro de lo insólito (1989), Orquidáceas (1991), Neon City Blues (2000), Historia mágica de la literatura I(2007) y Ensayos (2009).

 

¡LLÉVATELO!

Sólo no lucres con él y no olvides citar al autor y a la revista.