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EL PEQUEÑO REY

historia de un basilisco

 

Margarita Aurora González Ramírez

 

 

En la mitología griega el basilisco era descrito como una serpiente de gran tamaño, que poseía veneno y cuya mirada era letal. Posteriormente se tuvo la idea de que su cuerpo era pequeño, de color negro con manchas blancas y una cresta en forma de corona. A veces también se pensaba que el basilisco era un gallo alado con cola de serpiente. Algunas versiones indican que el basilisco tenía entre cuatro y ocho patas.

Plinio el Viejo decía que el basilisco poseía un silbido característico que ahuyentaba a las demás serpientes y que también poseía un aliento que marchitaba las plantas, resquebrajaba las piedras e incluso podía ser letal para otros animales. Plinio también sostiene que el basilisco podía matar algo con solo tocarlo, y que si un ave vuela cerca de él caería muerta y sería devorada por él.

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Pero el basilisco no era un monstruo invencible. Se creía que podría morir si escuchaba el canto del gallo, si se miraba en un espejo o con el veneno o el olor de la comadreja, el único animal que podía soportar su mirada.

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Basilisco atacado por comadreja.

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Lucano decía que el basilisco y todas las serpientes de Libia nacieron de la sangre de Medusa decapitada. Durante mucho tiempo se creyó que este monstruo nacía de un huevo deforme que ponía un gallo o una gallina viejos (de más de siete años) y que luego era incubado por un sapo. La teoría del origen ovíparo del basilisco se mantuvo vigente hasta finales de la Edad Media, aunque tuvo algunos detractores. Por ejemplo, Alejandro Magno, en Sobre los animales, afirmaba que el basilisco tenía una mirada mortal, pero no reconocía que hubiera nacido de un huevo, y a veces también mostraba dudas acerca de su existencia.

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En Las enfermedades invisibles, Paracelso sostenía que “no estamos muy lejos de alcanzar a comprender el nacimiento del basilisco”. Según él, los basiliscos nacían de las excreciones menstruales fermentadas en condiciones muy especiales. Dado ese material primigenio del basilisco, el monstruo podía nacer, como otras criaturas, de la imaginación erótica, propia de las personas sensuales.

La imaginación erótica hace que una persona imagine a otra en una fantasía sexual y como resultado se secreta falso esperma, del cual nacen los íncubos y los súcubos. Así, ese falso esperma es transportado por los espíritus nocturnos a diferentes lugares en donde se mezcla con otras especies y al llevarlo a la persona imaginada se da origen, entre otros monstruos, al basilisco.

El cuento “Historia de un basilisco”, incluido en Cuentos de fantasmas y otras mentiras (Aldus, 2005) de la escritora mexicana Adriana Díaz Enciso, justamente inicia con un epígrafe del libro mencionado de Paracelso. En ese cuento, Greta es una chica de casi diecisiete años a quien no le interesan los chicos. Ella es huraña y sus compañeros la consideran loca por su comportamiento y por el historial mental de su madre. En el texto se sugiere que Greta es de una naturaleza extraña, “una mata de pelo lacio, amarillento, descuidado y de puntas rotas caía siempre sobre su rostro, y era un misterio cómo podía caminar sin estrellarse contra las cosas” (64). También se menciona que nadie sabe si sus ojos son de color verde o azul, lo que podría hacernos suponer que hay algo extraño en su mirada, algo que no puede dejarse pasar en una historia en la que habrá un basilisco.

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Greta quiere ser hechicera, y durante una sesión con la ouija despierta su interés por el sexo y le pregunta quién será su novio. La ouija le responde que será el hombre que está afuera, en la acera de enfrente. Greta ya no será la misma, el deseo se ha apoderado de ella. Esa noche un espíritu nocturno se acerca a ella y Greta no opone resistencia.

En el texto se menciona que, durante toda su vida, Greta ha estado rodeada por espíritus nocturnos, quizá porque rondaban a su madre. Sin embargo, no podemos dejar de lado que Paracelso habla del poder de la imaginación erótica y de la predisposición que ciertas personas tienen a desarrollar enfermedades mentales, de tal manera que en el cuento se sugiere que Greta puede tener alguna enfermedad mental, como su madre.

Un día después de haber consultado a la ouija, Greta descubrirá que el hombre del que la ouija le habló era Alain, su nuevo profesor de francés. Greta es consumida por el deseo que siente hacia Alain y, al ser rechazada por éste, le pide al espíritu nocturno que se lo entregue, y es ahí cuando el espíritu se transforma en Alain. Al paso del tiempo, Greta es llevada a un internado “para niñas malas”, y se sabe que está embarazada. Recordemos que Paracelso habla del poder que tiene la imaginación de las personas sensuales; en este caso, Greta imagina el encuentro que tiene con Alain y de esa misma imaginación nace un basilisco.

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Adriana Díaz Enciso

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El basilisco aparece poco, casi al final del mismo, pero su aparición corona el cuento, pues es el bebé de Greta. El bebé tiene una apariencia cambiante. Primero “era una criatura de hermosura ultraterrena” y, después, se presenta con su verdadera naturaleza. La imaginación, como se menciona en el epígrafe, es importante, ya que Alain queda prendado por la belleza del bebé, en el que reconoce sus ojos:

… no sabía por qué le parecía carne de su carne, sangre de su sangre. Y aunque su rostro era el súmmum de la dulzura y la inocencia, había algo en sus ojos de infinita sabiduría, casi la mirada venerable de un viejo. ¿Y por qué, se dijo, le daba la impresión de que los ojos del bebé eran tan parecidos a los suyos? (75)

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El encanto que la criatura ejerce sobre Alain es fuerte y mediante éste el basilisco conseguirá su objetivo. La criatura le habla en francés y le muestra sus pequeños dientes afilados. Después, cuando Cecilia, la chica que acompañaba a Alain, se acerca y ve al bebé, se asusta porque un pájaro cayó muerto cerca de él, lo que nos hace recordar uno de los atributos del basilisco. Posteriormente Cecilia menciona que el bebé:

Era algo así como un gallo, o una serpiente. Tenía una corona blanca en la cabeza y plumas amarillas, y espinas afiladas en las plumas. O no… era más bien un gallo con cola de serpiente, y de la cola le salía otra cabeza, pero no lo pude ver bien porque cuando grité echó a correr con sus ocho patas y se escondió entre los matorrales. (76)

Así, vemos que ese basilisco, dependiendo de la imaginación, adopta la imagen conveniente ante los ojos de determinadas personas. Finalmente, la aparición de este monstruo da sentido al texto y sirve para que, al final del cuento, el basilisco le entregue a su madre la imagen que ella tanto deseaba.

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AQUÍ puedes leer el cuento.

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Margarita Aurora González Ramírez

Licenciada en Lingüística y Literatura Hispánica y maestra en Literatura Mexicana por la BUAP.

Ha tomado talleres de escritura. Diplomada en Literatura Fantástica y Ciencia Ficción por la Universidad del Claustro de Sor Juana.

Actualmente es maestrante en Escritura Creativa en la Universidad de Salamanca.

Escribe y lee acerca de monstruos y de terror.

https://www.instagram.com/lavoraginedeeos/

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