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EL VIAJE HACIA EL TERROR

Edna Montes

 

“Esta es mi lista de puntos de interés”, le extendí la hoja escrita a mano a mi acompañante, quien la miró con una expresión entre maravillada y divertida. “¿En serio?”, “Sí”. Me pregunté si se arrepentiría de lanzarse a ese viaje extravagante conmigo, era un poco tarde para eso con los boletos comprados y las maletas hechas. “Suena fascinante”, dijo con esa amplia sonrisa tan suya. Que aceptara tiene su mérito. Mi viaje soñado estaba lleno de cementerios, arte mortuorio, asesinos seriales y más cosas escabrosas.

El viaje como elemento del género de terror es una constante. Quizá porque las cosas extraordinarias, para bien o para mal, sólo ocurren lejos de casa, de ese lugar seguro y reconfortante. Jonathan Harker viaja a Transilvania por negocios, ese primer desplazamiento marca su encuentro con el Conde Drácula y pone en marcha la historia escrita por Bram Stoker.

Estar en un sitio nuevo donde el idioma o las costumbres son desconocidos siempre da un poco de miedo. Incluso en una era hiperconectada que nos permite llevar todos los mapas, traductores e información en la palma de la mano, la vulnerabilidad sigue allí. Nos reconocemos como extraños con recursos limitados, eso asusta, nos lleva a emparejar la maravilla que sentimos con la indefensión que vive ahí, en el fondo de nuestra mente.

La única noche que nuestro plan salió mal y terminamos en un hostal terrible en París, no dejé de pensar en Mike Enslin en la habitación 1408 de la historia de Stephen King. El escritor escéptico viaja en búsqueda de los espectros en hoteles supuestamente encantados, sin éxito alguno, hasta que sus deseos se cumplen. El terror vive en todos lados, espera sólo un resquicio por el cual asomarse.

Me planté en el cementerio de Père-Lachaise para cumplir promesas, a mí misma y los demás. “Ahora podemos observar a una Edna salvaje en su hábitat natural”, acotó mi acompañante con marcado acento francés. Chiste para nerds, Jacques Cousteau estaría orgulloso. Es el panteón intramuros más grande de la Ciudad Luz y alberga huéspedes famosos como Jim Morrison, Oscar Wilde, Marcel Proust, Frédéric Chopin, Isadora Duncan y Allan Kardec.

Todas las pequeñas historias mórbidas juntas: ella se ahorcó con una bufanda, Kardec indirectamente causó la revolución mexicana. “¿Cómo es eso?” “Francisco I. Madero creía en el espiritismo, se involucró mucho en él, era ‘médium’ hacía escritura automática y los espíritus de familiares muertos le dijeron que debía realizar una cruzada democrática por México”. Me mira intrigado e indica que le dé mi celular para que me tome una foto. La tumba de Kardec es de las más concurridas, está llena de flores, la gente acaricia con devoción su busto. Mi turismo “extraño” es emocionante, me confiesa mi acompañante mientras salimos del camposanto.

El viaje en tren a Londres me recordó al primer capítulo de otra de mis pequeñas obsesiones terroríficas: el remake de Dark Shadows de 1991. En la primera escena vemos a Victoria Winters observando melancólicamente el paisaje a través de la ventanilla mientras nos cuenta que se dirige a Collinwood, una mansión sombría y remota, nueva, llena de gente a la que jamás ha conocido. Una búsqueda que, espera, le revele detalles sobre su misterioso pasado. Las travesías siempre empiezan por la curiosidad, con ese impulso inexplicable de llenar espacios vacíos en nuestra mente, de hacer tangibles cosas que sólo existen como abstracciones.

“El tour explicado de Jack el Destripador”, él sonrió de buena gana mientras me formaba para pedir los boletos. Ese recorrido exige hacer buen uso de la imaginación, las calles modernas de Londres ya no son tan decadentes u oscuras como en los tiempos del asesino. Una mirada al comic Desde el infierno de Alan Moore y Eddie Campbell siempre es de ayuda.

Siguiente punto de interés: la Torre de Londres, la cárcel y lugar de ejecuciones por excelencia de la historia británica. Más allá de algunas desafortunadas conyugues de Enrique VIII, muchos acusados de herejía y brujería pasaron sus últimos días en las celdas del lugar. En particular, Hew Draper de Brystow, uno de los pocos hombres que sufrieron el cargo (se calcula que el 80% de los acusados por esos delitos eran mujeres, dejado a los hombres en un dudoso 20%). Durante su estancia en la Torre en 1561, la cual se prolongaría por más de 14 meses antes de la ejecución, Hew dedicó su tiempo a tallar intrincados mapas celestes y astronómicos en los muros. Una actitud desafiante que pervive hasta nuestros días. Jack y la torre, el horror real, el de la malignidad humana por sobre el de los espectros y las criaturas sobrenaturales.

Yo no encontré un destino terrible o monstruos terroríficos en mi travesía, pero sí hallé una pequeña explicación, muy personal, del porqué los protagonistas viajan  para comenzar una historia: todos buscamos respuestas. Una noción de nosotros mismos que sólo existe alejada de lo cotidiano, de ese día a día al cual estamos tan adaptados. A veces, es conveniente ir en pos del terror sólo para recordarnos que, al final del día, somos más grandes que nuestros propios límites y miedos. Quizá, sin esperarlo, nos encontremos con nuevos sitios que encajan con nosotros.

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Edna “Scarlett” Montes
Lectora, escritora y friki irredenta. Egresada de Miskatonic con tarjeta de cliente frecuente en Arkham. Tiene tantos fandoms que ya hasta perdió la cuenta. Divaga mientras espera que Cthulhu despierte de su sueño en R’lyeh o al fin le entreguen su TARDIS; lo que ocurra primero.

@Edna_Montes

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