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EMILIANO GONZÁLEZ EN MINERÍA

II

Beatriz Álvarez Klein

Primera parte

 

A la manera de Charles Baudelaire y de Poe, podemos decir que Emiliano no era un ser de este mundo. En el espacio, Emiliano se vio desterrado del Acapulco de sus primeros años, luego de Cuba, después de la escuela donde conoció y se abocó al movimiento subterráneo y, posteriormente, del grupo de amigos que una serie de traiciones y tragedias deshizo; y en el tiempo, por su carácter de visionario que con antelación veía plenamente aquello que otros apenas vislumbraban en germen o no llegaban a adivinar, porque su mente tan ágil iba siempre un paso adelante.

El libro La ciudad de los bosques y la niebla se publicó en el año 2019. Es una recopilación de cuentos y poemas en prosa que organizó en forma de antología y prologó Miguel Lupián, aquí presente. La primera parte, titulada “El sendero” corresponde a cuentos que Emiliano publicó en su adolescencia o que permanecieron inéditos hasta la década de los noventa, y relatos y poemas en prosa de esta otra década, algunos escritos en colaboración con su servidora. Incluye además un texto de la época en que Emiliano escribía Los sueños de la bella durmiente, en el que aparece el personaje Malamita de “El peregrino amarillo”.

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Que los textos incluidos en esta antología sean de estas dos épocas de la vida de Emiliano (finales de los sesenta y primera mitad de los setenta, por una parte, y los noventa, por la otra) no es gratuito, pues hubo en los noventa un intento de recuperar los valores éticos y estéticos de la época psiquedélica. Fue una época de esplendor de librerías y de tiendas de música en las que era posible encontrar reediciones de toda la música psiquedélica y de música nueva que continuaba esa tendencia, con letras originales y poéticas, y de una gran variedad y abundancia de libros, con reediciones de rarezas bibliográficas como el De homo rodans de Remedios Varo, de la obra de Marossa di Giorgio, de Alejandra Pizarnik, de las autoras del grupo Sur, así como de bellas colecciones en español de autores clásicos de la literatura gótica y de terror y de ciencia ficción, así como reediciones de poesía y prosa modernistas y de las vanguardias latinoamericanas (recuerdo un bellísimo libro de Huidobro que incluía entre muchos poemas y prosas su singular novela Mio Cid Campeador, una genial versión creacionista del poema épico medieval, y su novela Cagliostro).

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También en cine se vieron a la venta ediciones de películas antes inconseguibles como Vampyr, de Dreyer; La danza de los vampiros; el dístico fílmico I Am Curious, del director sueco Vilgot Sjöman; Blow-up de Antonioni; antologías de cine corto como Boccaccio 70 e Historias extraordinarias; o joyas del cine mexicano de horror como El vampiro, El esqueleto de la señora Morales (basada, por cierto, en un cuento de Machen), Alucarda y Hasta el viento tiene miedo.

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“El sendero”, primera sección de este libro, se inicia, pues, con el primer relato que publicó Emiliano, titulado “El elevador”. En este relato de horror, Emiliano combina el horror de la fobia a los elevadores con el horror de la traición. Sigue el cuento “One for Joan”, dedicado a su tío Alberto, bajista de jazz, en el que Emiliano se inscribe en la literatura de la onda, por su ambientación en la vida cotidiana, su lenguaje coloquial, por su evocación de la música de Charles Lloyd, su velada alusión a la mota (“No fumo… tabaco, digo”) y su tema de horror sobrenatural.

Como en este cuento, vemos en “¿Quién dem…?”, que también puede considerarse un texto de la onda, la influencia de Arthur Machen. En el nombre del protagonista, Pablo Coeur, vemos una alusión al Libro del corazón de amor prendado, del rey Renato de Anjou, que narra la gesta amorosa del caballero Coeur, o Corazón. Y la lectura de Théophile Gautier se deja ver en el personaje femenino Clarimonda.

Con “Los viejos compañeros” Emiliano se declara nieto del buen abuelo Teobaldo, es decir, Lovecraft, y lector de Algernon Blackwood, en una evocación del horror de los pantanos. Encontramos en el libro menciones de los libros y las deidades de los mitos de Cthulhu, como el Zakhrogh Libris y el Xombhar, la Atlach-Nacha de Clark Ashton Smith (en “La hija del dios arácnido”), y otras nuevas deidades creadas por Emiliano, como Urg-Othla, en “El regalo de bodas”, la mexicana Xochicóatl, en “Comida” (recuerdo de su visita a las excavaciones que realizaba la arqueóloga Laurette Séjourné en Teotihuacán), y Guthra R’mloth” en el cuento homónimo, dedicado también a su tío Alberto, donde también se evoca al Chaugnar-Faugn de Frank Belknap Long.

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En “Lo que trajo la red” vemos la transformación de un mito griego en horror puro. También hay una alusión a la figura del padre, pescador (como el personaje que su padre interpretó en calidad de extra en la película Tarzán y las sirenas, filmada en Acapulco), en un ambiente que bien podría ser el de un pueblo costero mexicano. Como en “¿Quién dem…?” hay un viejo marinero, evocación de Coleridge, que impone sus relatos de consejas, en este caso ebrio, y que reaparecerá en “Rudisbroeck o los autómatas”.

Otro relato de esa misma época, incluido ya en la sección “El bosque”, es “La otra orilla”, que prefigura el cuento “Memorias de un caracol” publicado en Casa de horror y de magia, y nos muestra a un Emiliano ya lector del surrealismo. Cito, por ejemplo: “Las cosas son así. El amor es así. Cerdos los que no quieran creerme cuando escribo esto sobre un papel verde claro como los calzones de Marta.”

Vienen luego una serie de relatos de los noventa, incluyendo varias colaboraciones con quien les habla, como “El regalo de bodas», “La hija del dios arácnido”, “Ciudad Comercio”, “Las flores del cielo”, “Reflejos” y otros más. Algunos de los relatos de esta época ―descripciones del paso de una dimensión a otra― fueron escritos con una intención mágica, si bien la verdadera magia se da como un efecto secundario una vez que el deseo pasa a las capas profundas del inconsciente, como lo reconoció el dibujante y mago británico Austin Osman Spare.

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«Autorretrato», por Austin Osman Spare.

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Los estudiosos de la obra de Emiliano lo relacionan, con razón, con el modernismo, el simbolismo y el decadentismo, sobre todo. Pero también estudió el movimiento beat, que se refleja en su poema en prosa “Caminos desiertos” (título que, por cierto, parece una premonición de su casa de Camino al Desierto de los Leones), cuyo protagonista es un joven rubio que recorre carreteras vacías en los desiertos de Estados Unidos.

También quisiera destacar la exploración del surrealismo a lo Gisèle Prassinos y Benjamin Péret que realizó Emiliano y que podemos apreciar en varios de los textos que integran la sección “Las ruinas”. Leo:

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EL VAMPIRO

Bajo los rizos que, dorados áspides, cubrían la frente de ese rostro emblemático, se abrían dos ojos como astros matutinos de brillo letal, apreciados desde lo alto de una pirámide en un mundo perdido, y dos labios como pétalos de sangre, cálidos y hambrientos, de alguna flor crecida en los invernaderos de la noche. Miraba con la ironía de las esfinges muertas, que nunca dejarán de reír. La túnica se abría a la altura del sexo, en cuyo centro giraban la locura en forma de una esmeralda y el deseo en forma de un elegante zapato de corista.

En la mesa, la copa vacía nos hablaba de sus más recientes delicias. La servilleta de seda, llena de manchas rojas. ¿Quién había abierto el libro de su apetito, cerrándolo espantado al leer las primeras líneas y sentirse el delicioso manjar de un ídolo vivo?

Lo cierto es que se oyó un grito escalofriante, como el resumen de una tragedia en que los enmascarados fueran niñas disfrazadas y el amor una carroza llevada por caballos en delirio.

Los asistentes a la cena fueron dejando, uno a uno, el salón del palacio, internándose por los jardines que la nieve amortajaba y esfumándose entre los juncos secos y las ramas podridas de esa región, conocida como El Antro de los Duendes.

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MELUSINA

Yo, que siempre me vi obligado a optar por las sombras, fantasma de negro corazón, bebí el agua que brota en los musgos del jardín de Melusina, la bella ordenadora de ritos, para evaporar mis obsesiones nocturnas en la caída de sus cabellos solares. Perseguí el vuelo de su sombra musical hasta los bordes, llenos de liquen, de la fuente encantada. Se encendió una lámpara o un cometa. Una serpiente divina, enroscada en las formas voluptuosas de la hechicera narró una historia aterciopelada de ladrones en patios llenos de perfume. La princesa Melusina, jugando con piedras preciosas, acostada bajo el sol, desnuda, entregaba su cuerpo de niña a las miradas de un paje encadenado.

Las colas luminosas de los pavos reales fueron eternizadas en constelaciones, que podemos apreciar en este libro de encuadernación opulenta, obra de un portugués, y las raras gemas letales de la princesa son ahora lo que llamamos la Luna de los Sabios, diadema sideral que actualmente se conserva en el atrio número quince del Templo Equivocado.

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DIBUJOS DE REDON

Alguien se ocupó de Redon alguna vez. Alguien que se detenía a acariciar a las muchachas a la salida de los entierros. Luego de un cierto número de tragos comenzaba a recordar y nos decía: “Conocí a Redon… sí… conocí a Redon…” Y entonces su cara formaba un ojo enorme rodeado de una cabellera parpadeante, sostenido a su vez por infinidad de ligamentos que se tejían y deshilaban a través de la silla, acariciando con sus puntas horribles la boca de los vasitos de Murano. “Sí… conocí a Redon…”

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Este libro incluye además la obra de teatro “El rey (trova-love)”, donde vemos lo que para Emiliano significó el movimiento de los años sesenta y los obstáculos con los que se topó en la pacata sociedad mexicana. De nuevo el título nos evoca al rey Renato de Anjou y su libro de amor.

El último texto de la sección “Las ruinas” plantea de nuevo una reflexión de Emiliano sobre la escritura en ese espejo que, como plantea Claudia Gutiérrez Piña, Emiliano reflexiona sobre la escritura.

Concluye el libro con la sección titulada “El estanque” en que Emiliano presenta una serie de minificciones, género que inauguró con sus greguerías el vanguardista Ramón Gómez de la Serna. En estas miniaturas en prosa Emiliano nos regala poesía y humor.

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EL POEMA

El ser amorfo y gigantesco, en un planeta lejano, oprime las teclas de una gran máquina de escribir donde cada luminosa tecla es una palabra que un ojo ve y un tentáculo toca.

Por uno de los costados del aparato surge una resbalosa hoja de papel con un poema cósmico y exuberante que los millares de bocas de otro ser leen en voz alta.

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CITA

Una muchacha metida en una esfera transparente, sin ropa alguna, maravillada, rueda por un jardín inclinado que va a dar a una alberca. Las aguas la reciben y la esfera gira un rato con la muchacha dentro, hasta que lentamente se inmoviliza y los círculos concéntricos del agua perecen en los bordes de la alberca. La esfera desaparece como una pompa de jabón y la muchacha se dirige hacia mí.

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TODO EN SU LUGAR

En las calles atestadas de paraguas y parasoles, llovía solamente sobre los paraguas.

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CALOR

El agua salada de las olas no acaba nunca de saciar la sed de las arenas ardientes.

Una lágrima de muerte resbaló entre los senos de Eva, momentos antes de la creación. Dios estaba oculto en su palomar, y piaba, piaba, piaba…

Un matasellos dorado con incrustaciones minerales fue, por más de diez años, el emblema predilecto de la reina de Saba. Se dice que al relatarlo lloraba de emoción, acariciando el cuello de un galgo disecado por ella misma.

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A Emiliano le habría encantado saber lo que nos contó a Miguel y a mí Claudia Gutiérrez Piña: que durante los muchos años los jóvenes guanajuatenses se pasaban entre sí su obra en fotocopias, en las cuales lo leían con gran entusiasmo. Ahora, gracias a la Universidad de Guanajuato, tanto ellos como nosotros, también aquí, lo podemos leer en estas bellas ediciones.

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Beatriz Álvarez Klein en la 44 FUL de Minería.

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1° de marzo de 2023.

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