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Bitácora de navegación del Nautilus 27

DIABLO, CARNE Y MUNDO

 

Marina Ortiz

 

Todos los factores del mundo multi-personal —empujes, relaciones cognitivas y emocionales, representaciones sociales, poder…— están involucrados en el actuar erótico, nos dice Lubomir Dolezel en Heterocósmica[1](1998). Esto debería replantearnos lo que solemos llamar, con connotaciones negativas, “historias femeninas” o “romances” en una nueva luz y expresar justo reconocimiento de su significancia. Lo erótico, más que incitación sexual, es lo pasional, el deseo y la ambición: en él lo económico, lo político, lo personal, lo privado, lo público, lo monstruoso, lo moral, lo liberador y lo opresor forman un sólo entramado. Tal es el gran poder del llamado “gótico femenino” o “romance gótico”.

Y es que las mujeres somos nombradas y tratadas como sujetos y objetos a la vez. En la columna 12 —“¿Quién está en la habitación?”— hablé de cómo el proceso ficcional es uno de selección y visión. Cada libro es un catalejo individualizador[2]. Todo elemento en la ficción es un constructo creativo, particular. Un constante (re)decir y (re)definir. Así son, también, los procesos históricos con sus diferentes grados de libertad y opresión. Nuestros derechos, como los de cualquiera, fluctúan según condiciones materiales y simbólicas, siendo el patriarcado uno de los poderes más predominantes y determinantes. Éste busca reunir y subordinar para estructurar a la sociedad desde y para la figura masculina del patriarca: los enlaces matrimoniales y familiares, la herencia, la primogenitura y las violencias son algunos de los canales que encuentra para existir y perpetuarse.

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(Mujer durmiendo en un escritorio mientras un hombre lee sus pensamientos secretos; Thomas Rowlandson, 1808)

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Como dice Foucault, el poder es una fuerza activa. Debe luchar por sobrevivir. Lo permitimos con varianza de consciencia, según diversos objetivos económicos o culturales (no siempre hay un origen ni un fin práctico ni biológico). Esto conlleva, bien señala el feminismo, que todo grupo social se subordine de manera violenta a lo que una hegemonía masculina, blanca, heterosexual, religiosa, capitalista, etc. quiera. El cuerpo femenino, las infancias, las clases trabajadoras, la naturaleza, los animales, las personas con discapacidad y la vejez giran todos en torno a un mismo eje (el patriarca).

Sucede entonces una correlación entre los cuerpos femeninos, la propiedad privada, la riqueza y el espacio. Esta es la confluencia central del gótico femenino: explora las formas del mito patriarcal (el constructo de cierta supremacía masculina) y sus batallas por existir (discursos y narrativas incluidas). Así podemos abarcar muchas de definiciones que han ilustrado otras autoras[3]: los temas/discursos (la maternidad, la violencia sexual, el matrimonio, la procreación, la abnegación, la represión sexual, etc.), las autoras (Ann Radcliffe, Mary Shelley, Charlotte Bronte…), las personajes, los espacios, los arquetipos, etc. Mi definición es debatible, pero pienso que es interesante pensar que este mundo se conforma por la transgresión (pecado) de la violencia patriarcal: de su deseo de dominar y cómo ha creado un ente que es sujeto y objeto a la vez. No se trata de que los hombres sean los héroes del patriarcado y enemigos de las mujeres, o que éstas sean ajenas a sus despojos ni privilegios: el gótico femenino es el mundo de cualquier víctima que lucha.

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Los fantasmas, los monstruos y la naturaleza son receptores que transmiten este pecado, protegiendo o atrapando a las personas. Se forma un mito que hiere al mundo, lo distorsiona, pervierte, escinde y se extiende a través del tiempo. Es la dominación buscando asideros para reproducirse. Por eso existen componentes de lucha, persecución, violencia: porque el poder no existe de forma esencial o natural, y por lo tanto debe enfrentarse a las fuerzas que lo resisten y oponen. El aislamiento, la distorsión de los sentidos, la percepción, los antagonismos de clase y raza, la explotación (incluyendo la procreación forzada) son diferentes estrategias de la violencia patriarcal para someter al Otro (tierra, cuerpo, espíritu…).

Por eso no debemos desestimar a las heroínas góticas aun cuando parece que contribuyen al mito patriarcal, aun cuando una vena moralista parece aleccionarnos: el arquetipo no es exento de reflexividad. Las heroínas suelen ser jóvenes íntegras y sensibles, dignas, gentiles, inteligentes sin ser ilustradas, valientes sin ser intrépidas, dulces sin ser muy abnegadas. Inocentes, tal vez ingenuas, e incorruptas. Poseen una sensibilidad Romántica que les permite ver lo extraño donde otros no. Al explorar o deconstruir lo femenino no se pretende erradicarlo: el gótico femenino profundiza en las formas de vivir en un mundo que procura oprimir y controlar. El verdadero problema para los cuerpos vulnerables no radica en una personalidad afable o un enamoramiento heterosexual, las responsabilidades domésticas, la sensibilidad o la ternura, sino en cómo éstos se articulan como armas en nuestra contra. Actualmente, en obras como La cumbre escarlata (2015) y Mexican Gothic (2020) vemos que el valor de la pureza, la integridad o las emociones no es aquel que el mito patriarcal prefiere; en realidad, son características de los seres libres y combatientes.

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El deseo es un catalizador para unir las dimensiones de la vida de las mujeres. Se tiñe de lo místico, lo moral y lo terrenal, y por eso es tan potente. Como dice Sor Juana al final de la “Sátira filosófica”: “Si bien con muchas armas fundo que lidia vuestra arrogancia, pues en promesa en instancia, juntáis diablo, carne y mundo”. El patriarcado peca porque cree que puede colgar sus ilusiones sobre la materia y así adueñarse de ella. Construye un mito, un mundo, en contra de la realidad. Se ciega, se empecina y rabia. Por eso siempre está en decadencia, que también niega: porque se reúsa a entender, a aceptar, su propia falsedad forzada. El espacio le reclama y se sobrepone, la casa impregna y absorbe, el patriarcado intenta controlarla, la vuelve su súbdita y luego es incapaz de controlar su poder. Quiere tanto, se equivoca tanto. Se enajena. Crea sus propios monstruos y diablos, los combate. Y el gótico femenino nos dice: fracasa. Al juntar al diablo, carne y mundo en un solo cuerpo, obtiene una fuerza inconmensurable que no entiende y nunca fue suya. Y así, la mujer escapa.

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[1] Página 104.

[2] Dolezel, otra vez, pág. 8.

[3] Fleenor, J. (1983) The Female Gothic. Deakin University.

 

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AQUÍ puedes leer «Sátira filosófica».

 

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Ana Marina Ortiz Baker

Soy de Monterrey, Nuevo León, México.

Desde la licenciatura estudio la ciencia ficción y la fantasía, y estoy por terminar una maestría en Literatura Hispanoamericana.

Mi tesis de investigación fue sobre el cyberpunk mexicano, en específico el tema del espacio y su relación recíproca con los personajes.

Me gustan los temas del cuerpo, la mujer, la ciudad, los mitos, la magia y la naturaleza.

Los conocimientos que tengo, que son un tesoro para mí, aún tienen mucho que crecer.

Twitter: @maro_baker

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