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PERIODISMO GONZO

MIS PELOTAS

Manuel Barroso

 

 

Me gustan las novelas de detectives. Se habla poco de ellas aquí porque no son propiamente de imaginación fantástica, pero me gustan mucho. Por su mecanismo exacto (Holmes y sus hijos), por los detectives duros (Spade, Marlowe y sus hijos) o por sus personajes complejos y brillantes (Cain y compañía).

 

No son pocos, sin embargo, los detectives que se «salen» del encuadre normal del subgénero (vamos a llamarlo así ahorita porque no quiero meterme en disertaciones sobre esto hoy) para colarse en otros. Basta con echar un vistazo a los monstruos de este baúl para darse cuenta de ello. Ahí está Crajales de bef, o Casasola de Esquinca. Este último tiene una particularidad: es periodista de nota roja.

 

Igual que la chica que me interesa ahorita.

 

Dejemos de darle rodeos a esto un rato: tenía tiempo de no leer algo tan entretenido como Historias del séptimo sello de Norma Yamille Cuéllar. El título no atrae nada, pero la novela te engancha desde la primera página. Aquí la protagonista, Jasminder Chapa, cuenta, en un formato de diario, cómo le cambia la vida el vertiginoso primer mes en su nuevo trabajo: reportera de En Exclusiva, periódico regio de nota roja. Empieza a comer del carajo, va a fiestas donde secretarios de salud y políticos estatales se vanaglorian de sí mismos mientras tratan de matarse entre ellos, se cuela en un circo hasta aventar cuchillos contra alguien por error, se reencuentra con Fabián, el amor de su vida que ahora es su jefe, interroga a estilistas con antecedentes pirómanos.

sello

Ve aves carroñeras que nadie más ve, conoce a los tipos de las gabardinas negras que cambian la sonrisa de los cadáveres por un rictus de dolor, recibe un scanner que recibe las voces de los asesinados que piden justicia.

 

El trabajo de Chapa es, pues, hacerla de detective y resolver homicidios a tiempo para que salga, por lo menos, el las páginas interiores del día siguiente.

 

Hay aquí dos cosas que quiero resaltar. La primera, la obvia, es el giro de algo que, a vista de quien no se ha adentrado en ese mundo, parece obvio. El periodista de nota roja vive de la violencia, de informarla y, en ocasiones, de resolver algo sobre ella. ¿Cómo se ve el mundo de los vivos mientras se vive de contar los últimos instantes de alguien?, ¿cómo seguir adelante cuando la violencia arrasa con todo (más en este país)? Cuéllar responde con imaginación, con herramientas de otros subgéneros. Y así, entrega respuestas de matices más interesantes a las que podrían darse desde una afirmación realista y concreta. Se puede ver en el libro cuando, después de cosas anormales, divertidas y aterradoras (los tipos de las gabardinas son de lo más creepy. Los amo), la narradora se suelta a hablar de colgados, de cuerpos arrojados a la calle, de cabezas que caen en antros, plazas o frente a edificios de gobierno.

 

Una lección de cómo hablar de la violencia de este país sin caer en el facilismo del 80% de la literatura del narco, pues.

 

La segunda cosa que resalta aquí es el lenguaje. La voz de Jasminder es amena, divertida, franca. Le tomas el ritmo rápido, te anima a seguir escuchándola. Mientras acababa la novela, de repente pensé en el final de Conker Bad Fur Day. Es tu amiga, contigo, en una barra diciéndote que el mundo va del asco, hambreado, jodido en el amor, con cerebros explotados por aquí y por allá, pero al carajo, tráete otra Tecate y ponte a Joaquín Sabina (al que los jodidos llamamos sólo Sabina), que todo vale madres. Así suena este libro, por eso lo sigues hasta el final sin que ninguna 3 por un 51 con una 59-B los interrumpa (si quieres saber qué acabo de decir, deja esta computadora y consigue el libro).

Norma Yamille Cuéllar

Norma Yamille Cuéllar

 

Debo decir, ya para acabar, que aquí no todo es perfecto. Cuando llegas a la cuarta parte, «Pasa la vida como un huracán», empieza un caso más serio que hace que lo anterior se sienta como anecdotario. Están todos hilados y es comprensible la necesidad de lo anterior en el texto, pero es muy notable la inclinación. Hubo un punto en que pensé que funcionarían bien como dos historias aparte (pero que no podrían estar en diferentes libros, separadas del todo). No es que la autora no los haga embonar al final, pero lo sentí desequilibrado de alguna manera.

 

Por cierto, tengo ganas de fruta. ¿Algún lugar donde vendan calambur que recomiendes?

 

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manubchManuel Barroso nació, creció y murió antes de enterarse de ello. Por eso reseteó la consola y sigue aquí. Lee como poseso, escucha rap y jazz de forma adictiva, escribe porque le duelen las historias. Odia las verduras.

Mañana comprará un rifle.