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SICK OF MYSELF

narcisismo a flor de piel

 

Miguel Sandoval

 

En Cara de liebre (2020), Liliana Blum nos cuenta la historia de Irlanda, quien, tiempo después de una cirugía para corregir sus padecimientos faciales, descubre una versión física de sí misma que es insólita. Este acontecimiento la llevará de adulta a tomar registro de su vida y a relatarnos su relación con el sexo masculino, concebida desde el erotismo y la repulsión. ¿Cuál sería, en nuestro caso, la postura ante un cambio físico que parece convertirnos en otra persona?

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La protagonista de Sick of Myself (Kristoffer Borgli, 2022) tiene una respuesta muy particular, ya que busca voluntariamente la destrucción de su cara: exponer su sufrimiento desde una postura banal y egocéntrica que le brinde atención. El filme en sí ocurre en nuestra modernidad, desde donde se espera que las acciones más triviales generen likes y comentarios, aun más las adversidades.

Signe tiene una competencia empedernida con su novio para saber quién merece más atención. En sus entornos sociales relucen anécdotas, mienten para que les hagan caso y estiran temas que de tanto tratar resultan cansinos para la gente. ¿De dónde nace esta compulsión? De personalidades que percibimos vacías, de adultos antipáticos y adictos a las redes sociales.

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Así es como nuestra protagonista llega al Lidexol, un medicamento ruso que causa en sus consumidores reacciones cutáneas adversas, a tal grado que la piel se cubre de llagas. En un escenario común, esta afección significaría vivir deprimido. No obstante, para Signe es motivo de orgullo, la ayuda a distinguirse de los demás sin mayor esfuerzo.

En la cultura popular tenemos visiones de monstruos que se esconden por su apariencia y que sufren al considerar que no merecen amor. En cambio, Signe podría inaugurar el tipo de humano que, más allá de gozar las transformaciones corporales (como el tatuaje, el piercing o la cirugía proponen), disfruta pasar dolor para ganarse a la gente.

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Es como si la Nueva Carne se alejara de la distopía para acercarse a una realidad que nos es más familiar, la realidad en que la enfermedad es una marca de estatus. Y es que ya está ocurriendo, cuando oímos a gente hablar de falsos diagnósticos psiquiátricos como si fueran medallas, como si tener más o menos aumentara el coraje y valentía para vivir, y con ello la admiración externa, banalizando la experiencia de quienes realmente los sufren.

A pesar de lo novedosa que parezca esta idea, Susan Sontag relata un episodio relacionado en La enfermedad y sus metáforas, explicándonos cómo la tuberculosis era para Europa la enfermedad de los sensibles, de los sujetos que por su debilidad física se orientaban a las artes y a la iluminación espiritual. Así, el cambio en el color de piel que traía aquel padecimiento era deseable, al igual que la disminución de peso, idea que podemos extrapolar a algunos cánones de belleza del modelaje occidental.

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Volviendo a la historia de Signe, imágenes y diálogos se separan en algunos momentos para mostrarnos sus fantasías: escenarios de un funeral multitudinario, de una casa espaciosa y de un libro bestseller a su nombre. En cuanto al desdoblamiento del placer sexual, sólo se consigue desde el egocentrismo, con su pareja y ella dándose mutuamente una relevancia excesiva en el mundo.

Encontramos un contraste interesante en Eyes Without a Face (Georges Franju, 1960), cuya protagonista está a la espera de un nuevo rostro mientras recorre las habitaciones de su mansión como un fantasma. Podemos aventurar que es un monstruo de Frankenstein de la cirugía estética, bajo intentos de asimilar en su organismo la piel de otras mujeres, en tanto que Signe destruye la suya sin la preocupación —en un comienzo— de que su caso empeore.

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El problema es que, efectivamente, se pone peor, a la vez que una agencia de modelaje inclusiva la contacta para una campaña de ropa. Podríamos considerar que Signe ocupa injustamente un espacio en que se aborda empáticamente la discapacidad. No obstante, el director arroja sutilmente algunos indicios sobre la explotación de las discapacidades por una agente que da órdenes a su asistente ciega y que la regaña por no cumplirlas con rapidez.

Al otro lado de estas cuestiones, está un grupo de acompañamiento espiritual al que la madre de Signe le aconseja ir. Inicialmente aparenta ser un espacio en que todos tienen un lugar relevante. Sin embargo, resulta que la individualidad allí no tiene cabida y que se dan soluciones falaces a los padecimientos de sus integrantes. Aunque el cineasta no lo dice directamente, se trataría de una secta: la negación del individuo para levantar una comunidad de intenciones engañosas.

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Póster japonés

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Nuestra protagonista confiesa cómo provocó ella misma su padecimiento, mostrándosenos un final morboso en que camina con la secta por un bosque, a la manera en que Lars von Trier filmaría a una multitud de gente desconectada de la realidad. Cabe destacar que Kristoffer Borgli se sintió motivado para filmar este largometraje debido a cómo veía que se capitalizaba en la industria de la moda el lucir diferente, ser marginado o víctima de alguna circunstancia.

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Asimismo, obedece a las intenciones del director por trabajar con el body horror, cuyos primeros intentos están en el video musical de «Ambitions» (DonkeyBoy), sobre una enfermedad de la piel que ataca a quienes dejan sus sueños y en el cortometraje Eer (2021), sobre una sociedad con padecimientos físicos, sangrados y otros detalles bajo un tono absurdo en Los Ángeles.

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Borgli remata la desfachatez de Sick of Myself con una entrevista promocional a Letterboxd en su casa de Hollywood Hills, donde de manera curiosamente inesperada recibe varios disparos. El efecto conseguido es verosímil, causa impresión ver al cineasta recibir el primer impacto. No obstante, el acontecimiento sigue la línea del cinismo en su película con un montaje que podemos sentenciar como “valiente director pide no interrumpir entrevista incluso estando al borde de la muerte”.

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Sick of Myself obtuvo una nominación al premio Una Cierta Mirada del Festival de Cine de Cannes y se encuentra disponible en MUBI.

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Miguel Sandoval

Estudiante de Ciencias de la Comunicación en la UNAM.

28 años, lector y gran fanático del terror.

Escribo sobre cine, microrrelatos y de mis experiencias cotidianas.

¡Larga vida a la Nueva Carne!

@sndvlmiguel

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