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EL REY DE AMARILLO

V

Emiliano González

Primera parte

Segunda parte

Tercera parte

Cuarta parte

 

El surrealista Max Ernst, muy cercano a la locura profana en la época de los 20’s y a la locura sagrada en épocas posteriores, elabora la serie de collages titulada igual que un cuento de Chambers: “En el patio del dragón”, serie que forma parte del libro Una semana de bondad (1934). Es un trabajo que reúne vampiros y vampiresas en interiores de misterio y vago erotismo. “Dracul” en rumano significa “diablo” y en varios idiomas sugiere “dragón” (monstruo identificado con el diablo). De ahí el vínculo que establece Ernst entre el cuento de Chambers y los vampiros. En el cuento, un hombre es acechado por otro, que lo odia, en la iglesia y en la calle. Tal argumento prefigura “El conde Magnus”, de M. R. James, en que un hombre es perseguido por un vampiro y su secuaz.

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El rey de amarillo contiene, entre otras cosas, el misterio de las Híadas y la revelación del Fantasma de la Verdad. En esto hay un eco del fantasma de la libertad, de la obra de teatro de Schiller, Los bandidos, que, al ser estrenada en 1782, convirtió al teatro en un manicomio, al provocar entusiasmos excesivos, casi logrando desmayos de mujeres. El fantasma de la libertad, la edad de oro y el ángel exterminador, temas de Los bandidos, reaparecen en el siglo XX en el cine de Buñuel, cercano a la locura y a los sueños. La locura del filósofo griego Crates, ante el rey en harapos de la obra Telefos de Eurípides, nos habla de su frustración ante el rechazo de su cómica Odisea, en que estaba el rey Odiseo en harapos. El rechazo muestra una actitud aristocrática en el público, ajeno al humor popular. La locura de la actriz Elizabeth en el filme Persona (1966), de Bergman, se basa en la locura del filósofo Crates.

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Los cuentos sobre obras imaginarias, “El signo amarillo” de Chambers (contra la locura), “La descendencia del hombre” de Edith Wharton (contra el comercialismo editorial), “El tren de medianoche” de Alfred Noyes (contra actuaciones y seres dobles), anticipan la novela Las frutas de oro (1963) de Nathalie Sarraute, contra una novela maniquea, buena y mala a la vez, titulada Las frutas de oro. En estas narraciones la obra aparece dentro de la obra, como en Hamlet de Shakespeare. Los frutos de oro, según la autora, propician la doble personalidad.

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El alma loca de una mujer ocupa el cuerpo de otra, en “El tapiz amarillo” de Charlotte Perkins Gilman, influido por Chambers y publicado en 1899.

El papel pintado amarillo

En “Un cuento” del libro Almas que pasan (1906), Amado Nervo nos habla de un poeta hispanoamericano que ha compuesto un poema titulado «El poema del oro», en que el oro es “rey del universo”. Un día, “al abrir al azar una importante revista de París”, se encuentra, “calzado por una firma célebre, un poema igual al suyo: «La canción del oro». La misma idea, multitud de apóstrofes, de enumeraciones, de imágenes análogas… hasta el mismo metro”. Y dice Nervo: “Él, pues, el desconocido muchacho de América, al publicar su poema, resultaba plagiario. Nadie creería la verdad… Cogió con rabia el manuscrito y lo arrojó al fuego”. Nervo se refiere en realidad a Darío y a su influencia sobre Péladan. Si no fuera por la mención de los versos y de la revista, podríamos decir que Nervo se refiere a Darío y su influencia sobre Chambers. Esta influencia –descubierta por mí recientemente– es un hecho… desconocido para Nervo. Después del cuento sobre el poema del oro, que determina el título El rey de amarillo, Nervo narra otro sobre un hombre que odia el ruido, cuento basado en un argumento de Rodenbach que también inspira a Lovecraft al comienzo del cuento “Los sueños en la casa de la bruja”. En el poema “Condenación del libro”, Nervo describe una obra semejante a El rey de amarillo, imaginada por Chambers. El poema es de Los jardines interiores (1905). La máscara amarilla de la novela El hombre que vendió su cuerpo al diablo (1917) le ha sido inspirada a Hoyos y Vinent por el poema en que Darío se refiere a una “amarga máscara amarilla” en que brillan ojos de siniestra luz, y a “escenarios de pesadilla”. Este poema, con su mezcla de terror y belleza, y “la canción del oro”, con su crítica a lo comercial, anticipan el movimiento subterráneo.

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En la canción “Yo soy la morsa”, los Beatles evocan a Lewis Carroll, a Poe y a Shakespeare. Arthur Machen, llamado por un crítico The Walrus (la Morsa) en recuerdo del personaje de Lewis Carroll, anticipa los temas de los Beatles en su cuento “La luz interior» y en su relato verídico “El hombre de ninguna parte”, incluido en Miedos y diversiones (Dreads and drolls), libro de 1927 reeditado en 1967. En “El hombre de ninguna parte” (The man from nowhere) Machen se refiere a Don Martínez de Pascuales de la Torre, “el hombre de ninguna parte”, probablemente español, discípulo de Swedenborg, fundador de una logia ocultista en 1754, del que su discípulo, el abate Fournié, dice que no sabía si era verdadero o falso, bueno o malo, ángel de luz o demonio. Esto nos recuerda a Sócrates en el diálogo “Fedro”, en que dice que al final se sabrá si es una gran bestia salvaje o un pequeño rayo de sol, y también nos recuerda a Aleister Crowley, que al explicar al juez, en su proceso, acerca del vocablo “Therion”, gran bestia salvaje, dijo que él era un pequeño rayo de sol. Machen en su relato verídico nos dice que “el hombre de ninguna parte”, Don Martínez, se le apareció a su discípulo Fournié, después de muerto, acompañado de los padres de Fournié, muertos también. Fournié sintió que una mano cruzaba su cuerpo, golpeaba su alma, dejando una impresión de dolor indescriptible, “más eterna que temporal”. El terror quedó en el alma de Fournié muchos años después del evento, en que la aparición de su hermana muerta y de un ser “que no era de naturaleza humana” acompañaron  a las apariciones de sus padres y de su maestro. Machen asegura que el conflicto espiritual del abate Fournié había derribado el muro entre percepción e imaginación, lo cual puede lograrse también con ciertas drogas, con la contemplación de un charco de tinta  o un cristal, o con un gran cansancio. Machen se refiere a la leyenda de los ángeles de Mons, de 1914, cuando hubo apariciones de sillas espectrales y velas encendidas. Muchos oficiales vieron jinetes –escuadrones de caballería– que seguían la misma dirección de ellos. Recordemos que Machen elogia al hashish en Jeroglíficos y repudia al opio en La colina de los sueños.

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En el cuento “El hombre de ninguna parte” (1940) de Frank Belknap Long, un artista del Greenwich Village, Henry Revell, no está ni arriba ni abajo (anticipando al personaje de “Purple Haze” de Hendrix) porque parece “caer hacia el cielo”. Más que un hombre, es un calor que puede acabar con todo, y por eso vuelve al final a su lejano planeta, no sin antes dejar una carta llena de simpatía por los humanos.

El origen del título del disco y del filme de los Beatles, Viaje mágico y misterioso, es la biografía de Poe escrita por Hervey Allen (publicada en 1934), en que aparece el siguiente fragmento:

Es el apartamento escarlata y oro en que el Príncipe Ego yace durmiendo en los humos soporíferos de una lámpara perfumada, cuidadosamente separado del mundo por las cortinas, bañado por un brillo escarlata y sangriento de magia y de misterio, donde las caras femeninas que miran desde la pared no son de mujeres reales sino de las amadas, ‘etéreas’ caras de sueño.

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Imagen de cabecera: «The Yellow Wallpaper» de fit51391.

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EGPenEmiliano González

Autor de Miedo en castellano (1973), Los sueños de la bella durmiente (1978, ganador del premio Xavier Villaurrutia), La inocencia hereditaria (1986), Almas visionarias (1987), La habitación secreta (1988), Casa de horror y de magia (1989), El libro de lo insólito (1989), Orquidáceas (1991), Neon City Blues (2000), Historia mágica de la literatura I (2007) y Ensayos (2009).