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HUMANISMO FREUDIANO Y SEXUALIDAD

IV

Emiliano González

Primera parte

Segunda parte

Tercera parte

 

Aunque admite que Poe es surrealista en la aventura, Breton llama “policía” a Poe, y se muestra grosero con él, debido a que Poe inventó la literatura de misterio, que en nuestros días puede ser detectivesca (Conan Doyle), de espionaje (Fleming, O’Donnell) o policiaca. Esta última puede ser utópica (Seabury Queen) o distópica (George Orwell). Queen es efectivo al tener contacto con otros géneros, como la ciencia-ficción, el horror y el erotismo. Orwell es efectivo al prevenir una sociedad injusta.

En la literatura de misterio, un enigma se resuelve, una ausencia se vuelve presencia y algo secreto sale a la vista.

Hace mal Breton al despreciar a Poe, que definió –con mayor precisión que Nerval– el sobrenaturalismo: las fantasías que nacen en el alma en momentos de tranquilidad, cuando “los confines del mundo de la vigilia se mezclan con los del mundo de los sueños”. Estas fantasías provocan placer y Poe las contempla sabiendo que son sobrenaturales para los humanos y a la vez completamente nuevas. Poe puede recordar bien esas fantasías, para poder controlarlas literariamente. Poe publica un fragmento sobre esas fantasías en la Revista Democrática en 1844. Thomas Carlyle, enemigo de la democracia, no toma en serio fenómenos que son importantes: el sobrenaturalismo, la expansión del universo, el espacio y el tiempo, el sueño y la vida: temas de Poe y Nerval. Poe elabora modernos cuentos de horror, sobrenaturales y macabros. Entre estos últimos hay dos, puramente policiacos (pues no interviene el detective): “El gato negro” y “El corazón revelador”. Poe también escribe cuentos de fantasía científica, de humor y de amor. En los cuentos amorosos hay siempre algo de poesía.

Breton hace a un lado muchos aspectos valiosos de Poe al reducirlo a la condición de narrador aventuresco.

Edgar Allan Poe

Edgar Allan Poe

El crítico Roger Vailland en El surrealismo contra la revolución (libro publicado en París por Ediciones Sociales en 1948) afirma que los descubrimientos surrealistas están tan íntimamente ligados a la trama de nuestra vida que olvidamos a menudo sus orígenes. Las revelaciones de la escritura automática han abierto un nuevo mundo a los poetas, las revelaciones de la pintura surrealista están en todos lados (explotadas por decoradores, agentes de publicidad y costureros), el sueño y su unión con la realidad ayudan a los humanos, el humor negro recuerda la muerte para hacernos apreciar la vida impidiendo la sacralización de lo humano. Sin embargo, en junio de 1947, Breton declara que “sea cual sea la doctrina que debe suceder al cristianismo, vemos en Sade y Freud los precursores señalados de su ética”. Esta declaración es totalmente reaccionaria, ya que se inclina hacia el Anti-Cristo. ¿Quiere unir al humor negro con la psicología? En ese caso, Breton debería ser más claro. A mí no me parece que los escritos de Sade sean de humor negro: me parecen desequilibrados. Estoy de acuerdo con Vailland cuando afirma que “todo pensamiento liberador que no esté ligado a una voluntad de transformar el mundo, a una acción revolucionaria, tiene finalmente consecuencias reaccionarias”. Vailland añade que Laclos, Nietzsche y los surrealistas prueban que esa afirmación es cierta.

Roger Vailland

Roger Vailland

El psicólogo Wilhelm Reich, materialista dialéctico, intenta la unión de Freud y Marx y acaba siendo víctima de una sociedad puritana dominada por el “super-ego”, llena de prejuicios en contra de la curación por el placer. El materialismo dialéctico tiene un aspecto sensual, pues proviene de Epicuro y de los materialistas prácticos, filósofos hedonistas, sensorialistas y sensuales. El bien como placer culmina en el cuerpo como máquina amorosa.

Gracias a la dialéctica, el verdadero psicoanálisis se aleja de la confesión religiosa y se acerca a la filosofía materialista, pues busca explicaciones racionales de los fenómenos.

La unión de Freud y Marx es impedida por la tendencia a oprimir, en vez de liberar, al paciente, por la plusvalía del tratamiento, por la situación pesada en que el doctor depende del paciente: males actuales que en el futuro se resolverán. El humanismo freudiano de arte, filosofía y literatura es una manera de ayudar más general, más inclusiva que el psicoanálisis, aunque a veces no atiende a males físicos particulares que originan males mentales. Por otro lado, todo paciente que ha sido dado de alta puede ayudar a su grupo cultural siendo humanista freudiano. El surrealista Breton, al comprobar que ciertos hechos de 1934 han sido previstos por un poema onírico de 1923, une la interpretación del sueño propia de Freud con su premonición. Los hechos de 1934 han sido deseados por el poeta, de modo que la vigilia ha coincidido por completo con el sueño, demostrando que no sólo la risa a que alude Bergson o la mística a que alude Caso tienen intuición: también el sueño. Breton logra la magia, la realización del deseo. El deseo realizado en el sueño se realiza después en la vigilia.

André Breton

André Breton

Surrealista es lo que antes era sobrenatural y ocurría cuando sueño y vigilia se mezclaban, causando sorpresa u horror. El arte surrealista y su literatura son maneras de controlar ese fenómeno, haciendo que ayude al humano. Cuando ese fenómeno no es ético, necesariamente la estética se ocupa de él, volviéndolo el villano de la obra.

Lo surrealista es llamado también “super-realista”, lo cual conduce al “Super-yo” o “Super-ego”. Así como el “ego” o mente consciente, acepta ciertos elementos inconscientes, el “Super-ego” los rechaza, buscando la pureza suma y siendo capaz de matar –nos dice un analista– con tal de conseguirla. El defecto (el “id” o mente inconsciente sin control) y el exceso (el “Super-ego” o mente censora) deben ser impedidos por el “ego” o mente consciente, logrando así la intensidad humana necesaria para vivir. Un escritor en el mundo del arte debe ser tan infalible como un doctor en el mundo de la ciencia. Pero cuando un escritor o un doctor no es infalible, al ser neurótico o loco, otros –artistas o doctores– se ocupan de él. Esos otros tienen una lucidez que puede ser llamada locura sagrada.

El anti-sensualismo nietzscheano –heredado de Schopenhauer– y la impiedad del superhombre son indicios que permiten el descubrimiento del “super-ego”. En el mundo de Nietzsche, el “ego” es borrado completamente por el “super-ego”, que permite sólo la salida de instintos bestiales, fieros, del inconsciente, al considerarlos positivos para la superación de la humanidad, ya que han sido reprimidos por una moral y una religión que Nietzsche considera anti-naturales. Rubén Darío en Los raros (1896) va en contra de la impiedad y elogia “una filosofía amplia y generosa, poco conocida en estos tiempos de egotismos superhombríos y otras nietzschedades”.

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José Enrique Rodó en Ariel (1900) alude al “anti-igualitarismo de Nietzsche”, que “ha llevado a su poderosa reivindicación de los derechos que él considera implícitos en las superioridades humanas, un abominable, un reaccionario espíritu; puesto que, negando toda fraternidad, toda piedad, pone en el corazón del super-hombre a quien endiosa, un menosprecio satánico por los desheredados y los débiles,” y “legitima en los privilegiados de la voluntad y de la fuerza el ministerio del verdugo”.

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Afirma Georg Lukács en El asalto a la razón (1953) que “la ética nietzscheana… encierra el significado histórico de ser exclusivamente una ética de la clase dominante, opresora y explotadora” y añade que Nietzsche “con su crítica irónica y su patetismo poetizante destaca cabalmente lo que hay en el hombre capitalista de egoísta, de bárbaro y de bestial, como características del tipo al que moralmente debe aspirarse, si se quiere salvar a la humanidad”.

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Sólo un izquierdista despistado puede caer en el error de considerar revolucionario a Nietzsche, tomando su tramposa revisión de valores por una crítica genuina al tradicionalismo burgués y confundiendo a la virtud dianoética o intelectual (más permanente y amplia que la virtud ética) con la actitud anti-social, en problemas con la ley.

Si Marx es tomado en cuenta junto con Nietzsche, resulta falso maestro.

El romanticismo, enemigo de las tiranías, determina frases retóricas nietzscheanas que atraen a algunos revolucionarios. Estas frases retóricas que parecen ser poéticas, sólo enmascaran el irracionalismo del autor, que al estar lejos de la literatura no logra transformar, como Poe, locura profana en poesía. Y es que Poe es un escritor poético, no retórico.

La retórica de Nietzsche finge ser socrática, pretende tener contacto con la dialéctica, y en realidad es máscara de una actitud anti-socrática, basada en la erística de los seguidores de Heráclito. La erística es discusión para ganar, no conversación para llegar a la verdad. Al ser aristocrático, Nietzsche no estudia comedia sino tragedia. Rechaza el elemento sexual, propio del pueblo, y acepta únicamente el sensorial, propio de la clase privilegiada. Rechaza la poética de Aristóteles para entregarse a su política. Parece rechazar un sentimentalismo, una cursilería, y en realidad no lo hace, y en vez de proponer ternura, como haría un verdadero romántico, propone violencia agresiva.

Juan Ramón Jiménez en su libro El modernismo (1962) contrasta a Unamuno con Nietzsche: Unamuno (“plenitud de existencia, viajar, no ser racista, no perseguir judíos”) y Nietzsche (“base de ideas hitlerianas: superhombres”).

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EGPenEmiliano González

Autor de Miedo en castellano (1973), Los sueños de la bella durmiente (1978, ganador del premio Xavier Villaurrutia), La inocencia hereditaria (1986), Almas visionarias (1987), La habitación secreta (1988), Casa de horror y de magia (1989), El libro de lo insólito (1989), Orquidáceas (1991), Neon City Blues (2000), Historia mágica de la literatura I (2007) y Ensayos (2009).