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LOS CELOS DE APOLONIO

III

 

Emiliano González

 

Primera parte

Segunda parte

 

 

Montague Summers, autor del libro Antinous y otros poemas (1907), sobre amores homosexuales, se muestra misógino y totalmente poseído por el complejo o atavismo de Apolonio en su libro Historia de la brujería (1925), en que se opone a la antropóloga Margaret Murray, pues considera culpables a las brujas y niega la existencia del culto de Diana, un culto de fertilidad iniciado en el Paleolítico. La actitud de Summers es escolástica, involutiva y anti-humanista, pues afirma que sólo el teólogo puede ocuparse de la brujería, no el antropólogo. Según Summers, la bruja es “parte de una poderosa organización hostil a la Iglesia y al Estado, blasfematoria en palabras y actos, gobernadora de pueblos (sirviéndose de terror y superstición), charlatana y curandera a veces, alcahueta abortista, consejera oscura de indecentes damas de la corte y galanes adúlteros, servidora del vicio y la corrupción, engordando con las asquerosidades y sucias pasiones de la época”. Sólo falta la palabra “lamia”.

Margaret Alice Murray

Margaret Alice Murray

Los celos de Apolonio de Tiana, que al amar a su discípulo Menipo calumnia a la mujer fenicia y la hace desaparecer, determinan la actitud fanática de los cazadores de brujas e inquisidores. Podemos afirmar que el complejo o atavismo de Apolonio consiste en la tendencia a atribuir falsamente a alguien intenciones malas o hechos destructivos.

El complejo y el atavismo provienen del pasado y son inconscientes. Pero tienen ciertas diferencias.

El complejo proviene de los antepasados mentales y el atavismo de los antepasados físicos. Los mentales son irreales y generales (Edipo, Electra, etc.), y los físicos son reales y particulares (nuestros propios antepasados).

El atavismo puede ser reciente o arcaico, cercano o distante. El complejo sólo puede ser infantil, pero adopta el nombre de un personaje antiguo y mítico debido a que la humanidad insiste en guiarse por complejos desde hace siglos, en vez de atender a la mente consciente.

Si alguien tiene una tendencia inconsciente que determina su conducta se ve poseído por el complejo. Este se origina en la infancia: no es heredado. Si alguien hereda ciertas características de sus antepasados y actúa según éstas se ve poseído por el atavismo. Sin embargo, también puede ser que el complejo y el atavismo se mezclen en una sola persona: el complejo del abuelo puede pasar al nieto en forma de atavismo. Observo bien que cuando el yo, situado en la Tierra, ignora al super-yo celeste y al inconsciente (infernal en todo según el super-yo) se vuelve juguete de ambos. El super-yo de Apolonio es el elemento más notorio del complejo o atavismo que lleva su nombre. El super-yo es el personaje censor, hecho de familiares, maestros y amigos.

El atavismo es controlable por medio del decadentismo, del realismo fino y del humanismo freudiano en la literatura y el arte, humanismo más general que el psicoanálisis. Sin embargo, este último puede detectar y anular el complejo transmitido por el atavismo. Hay recuerdos ancestrales buenos o malos. Los malos son los que transmiten complejos. El atavismo de crueldad puede basarse en un sentimiento de superioridad motivado por un complejo de inferioridad.

Apolonio es figura legendaria por su mundo de milagros y horrores, pero se basa en un hombre real, histórico. Apolonio mismo confunde vampirismo sexual con vampirismo sobrenatural cuando confunde a la mujer de Menipo con una prostituta agresiva llamada Lamia. Apolonio mismo ayuda a fomentar su propia leyenda al mezclar fantasía y realidad. Esta última se muestra muy escueta: el poder de las palabras de Apolonio separa a Menipo de la mujer fenicia, dándole mala fama a ella.

La actitud de Ambrose ante Helen en “El pueblo blanco” de Machen es como la de Apolonio ante la mujer fenicia de su discípulo Menipo, aunque Ambrose finge piedad por Helen.

Apolonio confunde a la mujer amorosa con una prostituta que muerde para beber sangre y es llamada Lamia. En el mundo neo-platónico de Apolonio, el “Banquete” es rechazado por un entusiasta de la “República”. El agua y el fuego del final de “El libro verde” nos recuerdan a la mujer-arcoíris del poema “Lamia” de Keats. La novela realista y subjetiva, escrita en prosa poética, Mansiones verdes (1916) de W. H. Hudson, es la celebración de la inocencia de una mujer-arcoíris que ha sido considerada bruja y quemada. En “El pueblo blanco”, Ambrose es el inquisidor ante la culpable mujer-arcoíris.

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Ambrose es una encarnación de la orden hermética de la Golden Dawn, sociedad excesiva y defectuosa, que va de la sobre-protección a la desprotección de sus miembros y del moralismo al inmoralismo. En La casa de las almas, libro de cuentos que incluye “El pueblo blanco”, hay recuerdos del libro verde con sonetos La casa de la vida, escrito por Rossetti y puesto dentro de la tumba de Elizabeth Siddall, víctima del láudano. Años después la tumba es abierta, para imprimir el libro, y Siddall es hallada intacta, como una vampiresa, debido a las consecuencias del láudano en el cadáver (este último dato científico proviene de un libro sobre vampiros y monstruos devoradores: De masticatione mortuorum in tumulis de Ranft).

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La suicida pelirroja Lizzie Siddall, hipocondríaca, nos recuerda la leyenda de los hijos de Judas, vampiros de pelo rojo de un cuento ilustrado de Beardsley. Pero en el cuento la melancolía o hipocondría es del “Hippy” Rowan y la heroína es una joven de ojos violeta basada (según Beardsley) en la pre-rafaelita Jane Morris, no en Elizabeth. Curiosamente, la autora Violet Hunt se refiere al suicidio de Elizabeth en una biografía titulada La mujer de Rossetti (1932). En un poema, Elizabeth Siddall dice:

Yaciendo en soledad

Con manos implorando sinceras

Todas en piedra blanca.

En la novela del modernista Dominici, El triunfo del ideal (1901), el palacio de Cipria semeja “una enorme piedra blanca” y parece “un viejo templo de creencias ya olvidadas”. La novela termina con el suicidio de una mujer y los pensamientos fúnebres de un hombre. Observa Violet Hunt que Carlyle no consideraba malo el suicidio. Creía que un hombre podía, “en necesidad desesperada”, invocar la Muerte Romana, como él la llamaba. “¡Veni Proserpina!” Este último grito implica que Carlyle relacionaba a Eleusis con el suicidio.

En “El pueblo blanco” Helen se suicida para no dar a luz a un monstruo que sería el producto de su unión con una estatua. Las uniones de mujeres con estatuas priápicas, propias de obscenos rituales antiguos, le dan a Machen la idea de la unión de Helen con la estatua. El pigmalionismo (presente asimismo en La colina de los sueños) es un tema de Luciano de Samosata que Machen retoma. En El libro verde Helen describe una luz extática pero no dice que se ha unido con ella. Esa luz parece ser lo contrario del Espíritu Santo en “El pueblo blanco”. La noción de la sensualidad como pecado proviene de la intrusión de la serpiente en el Jardín del Paraíso, antes consagrado a cópulas inocentes. En “El pueblo blanco” Machen insinúa que Helen se ha envenenado para no dar a luz a un hijo de ella y de una especie de “horla” hecho de luz. Este “horla”que la lleva a la muerte es también una morfina sabática, igual a la que describe Machen en “La novela del polvo blanco”.

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La estatua de Príapo convertida en la estatua de un demonio, la piedra blanca buena transformada en la piedra blanca mala nos recuerda a la medicina vuelta veneno de “La novela del polvo blanco”. Lo pagano se vuelve diabólico, por otro lado, ya que la piedra blanca es adaptada a rituales de magia negra, en “El pueblo blanco”.

A diferencia del vampiro y del hombre-lobo, la bruja no ha sido un personaje empleado de manera revolucionaria por los escritores de horror. Como los hermanos Grimm, autores feéricos, los escritores de horror se han limitado a transportar una superstición a la literatura, sin criticar a la Inquisición ni señalar la inocencia de las brujas. Esto es un grave defecto dentro de la literatura de horror (o fantástica). Mi cuento “One for Joan” es una excepción. Precursor de ese cuento es Baum, que en sus relatos maravillosos se refiere a brujas buenas, no sólo a brujas malas.

"Burning", de Jan Luyken

«Burning», de Jan Luyken

El opio y el vampiro invisible del cuento “¿Qué era?” de Fitz James O’Brien le inspiran a Machen la piedra blanca y la luz del “horla”. Pero el cuento de O’Brien no es moralista ni inmoralista y el de Machen sí. La vida de Nerval también influye sobre Machen. El autor de “El monstruo verde” (sobre un hijo del diablo y la botella verde que lo ha originado) se suicida después de pasar de hashish a opio. Eso le inspira a Machen la muerte de Helen.

El narrador de “El Horla” de Maupassant se suicida al final del relato. Eso también influye sobre Machen.

“El pueblo blanco” es anti-sensual. Yo creo que la actitud anti-sensual que el romántico Heine adjudica a los cristianos en una realidad anterior al cristianismo y se inicia con el juicio de Sócrates y la República de Platón, dos hechos históricos que determinan a la Inquisición y a los nazis. Ambrose es completamente anti-sensual aunque indirectamente es homosexual. Algo similar les ocurre a los antiguos espartanos.

Apolonio cree ciegamente en los superiores invisibles de la India, que son en realidad “horlas” muy parecidos a los de Maupassant: son los brahamanes, habitantes de un castillo oculto por las nubes, donde se vuelven invisibles a voluntad.

En 1852, Flaubert escribe una carta en que admite que está aburrido de vivir y “de tener deseos” y que ha soñado con “la vida de los conventos, los ascetismos de los brahamanes”. En esto Flaubert se ve influido por Apolonio, y en Las tentaciones de San Antonio (1874) el autor francés hace aparecer al maestro de Tiana elogiando la belleza de su discípulo Menipo y llamando “lamia” a su mujer. Sin embargo, Flaubert no es como Keats –al que seguramente ignora– y se ve dominado por el complejo o atavismo de Apolonio, al escribir su carta de 1852. En este complejo o atavismo –tendencia a la calumnia– interviene la convicción de que se repite la hazaña del dios Apolo que vence a la serpiente oracular en Delfos.

"Gustave Flaubert", por Giraud.

«Gustave Flaubert», por Giraud.

El anti-sensualismo schopenhaueriano –después nietzscheano– tiene un remoto precursor en Apolonio, enemigo del deseo, esa ilusión estimulante de la humanidad. Schopenhauer es una mezcla del príncipe Hamlet de Shakespeare, acosado por la muerte y las visiones de fantasmas (ilusiones engañosas), del príncipe Próspero de Poe, acosado por la enfermedad y la muerte, buscando la felicidad en fiestas (ilusiones engañosas). Nietzsche le añade otro príncipe a los de Schopenhauer: Maquiavelo, que propone crueldades para fines supuestamente buenos. Todas las ilusiones, engañosas o no, son demonios para el asceta búdico, el padre cristiano en el desierto o el artista aislado e ideal de Schopenhauer, artista que odia a la sensualidad. La doctrina del “Karma” tiene un aspecto irracionalista al proponer la justificación del mal en el presente buscando su existencia en el pasado y enmascarando así a la injusticia. Sin embargo, la existencia de la justicia natural, no siempre social, es innegable. Aristóteles como político y el Marqués de Sade como seudo-filósofo son precursores de la noción schopenhaueriana del mundo: la creación de un demonio que lo ha hecho existir “para recrearse en la contemplación de su dolor”. Esa supuesta verdad encuentra a los 17 años Schopenhauer al descubrir el budismo. Es un budismo puramente religioso, sin ideas ni poesía. En sus diálogos “Ion” y “Fedro” el Platón socrático explica que el poeta vuelve comprensibles las palabras del dios y poesía es locura profana convertida en locura sagrada. Lo sagrado es mejor que lo profano, al ofrecer organización. Yo observo que es preferible la palabra “mejor” para definir el paso de una situación mala a una situación buena. La palabra “superior” está siempre colocada encima y no aparte. Esa ubicación perjudica siempre a lo que está abajo.

Arthur Schopenhauer

Arthur Schopenhauer

Lo superior es normal en la marina, la policía y el ejército, mas no en filosofía y letras, en que concordar no es obedecer.

Los “horlas” son siempre superiores, ya que desprecian a la humanidad, ridícula según ellos en su inferioridad.

Continuará…

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Imagen de cabecera: «Las brujas» de Francisco de Goya.

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EGPenEmiliano González

Autor de Miedo en castellano (1973), Los sueños de la bella durmiente (1978, ganador del premio Xavier Villaurrutia), La inocencia hereditaria (1986), Almas visionarias (1987), La habitación secreta (1988), Casa de horror y de magia (1989), El libro de lo insólito (1989), Orquidáceas (1991), Neon City Blues (2000), Historia mágica de la literatura I (2007) y Ensayos (2009).