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NUNCA CONFÍES EN UN ÁNGEL

V

Macarena Muñoz Ramos

Primera parte

Segunda parte

Tercera parte

Cuarta parte

 

 

 

Rezabas entre sueños. Era medianoche y afuera llovía a cántaros. Entonces, Jaichim vino a ti. Sin anunciarse. Casi sin que lo percibieras. Pero lo descubriste abrazado a tu espalda. Te despertó la calidez de su cuerpo y su aroma a nardos era más intenso que nunca. Tenía tus manos entre las suyas. Tú las besaste devota. Luego giraste para mirarlo de frente. En el fondo de sus ojos grises sólo hallaste amor. Estabas sorprendida. Era como si no fuera el mismo que mamá enfrentó. La cabeza te daba vueltas. Querías convencerte de que lo que habías visto y escuchado sólo fueron producto de tu delirio. Que jamás ocurrió.

 

-No creas nada, Mariángeles… Yo te voy a mostrar la única verdad y cuánto amé a tu madre.

 

Una vez más, Jaichim te leía el pensamiento. Antes de que dijeras algo, puso un dedo encima de tus labios para indicarte silencio. Después, pasó una mano por encima de tu rostro con un movimiento suave. Al instante, sentiste que caías hacia el fondo de un abismo. Pero no temías. Flotabas ligera. Y en tu mente desfilaron cientos de imágenes. En todas y cada una aparecían mamá, papá y Jaichim. Primero percibes amor, mucho amor. Después, dudas, temores, recelo y discusiones. Se te parte el corazón. Mamá no quiere renunciar a todo por Jaichim. No le importa lo que le ofrece. Mamá cree que está enloqueciendo. No es verdadera ni real la relación que sostiene con Jaichim. Él no existe. Él no es de este mundo. Mamá trata de huir de Jaichim. Cumple su compromiso con papá y se casa con él. Jaichim no la detiene. Pero tampoco la abandona. Nuevamente la atrae hacia él como la primera vez. Le muestra la belleza de la eternidad. De un mundo ajeno a este. Del verdadero paraíso. Vuelven a amarse como el primer hombre y la primera mujer. Papá vive desconcertado. No entiende el alejamiento de mamá. Sus constantes cambios de humor. Ahora ríe y más tarde muere de pánico y culpa. Jaichim planea deshacerse de papá. Nada ni nadie deben interponerse entre mamá y él. Pero mamá lo detiene. Lo desafía cuando se embaraza. Jaichim no se conforma. Ahora más que nunca, mamá le pertenece. Es más vulnerable. Tortura día y noche a papá. Está celoso, abatido. No acepta que él no pudo engendrar a la criatura que mamá lleva en su vientre. Sin embargo, Jaichim decide amarla como su hija y como su amante. Cuando naces, Jaichim está pendiente de ti. Te vigila desde la cuna. Sólo serás para él. Ningún mortal te merece. Y tú no caerás en la trampa de mamá. Nunca dudarás de tu cordura, Jaichim existe. Entonces, mamá teme. Las protuberancias en tu espalda son cada día más notorias. El vaticinio de Jaichim se cumple. Eres a su imagen y semejanza. Mamá no se aleja de ti. Libra batallas diarias con Jaichim. Intenta protegerte, pero no puede conjurar a Jaichim. Él no es un demonio. De nada sirven las plegarias a San Miguel Arcángel. Tampoco los exorcismos. Jaichim es inmune. Papá no entiende lo que ocurre, sólo sabe que debe defender a su familia. Nunca ha visto a Jaichim, pero reconoce su voz, sus carcajadas siniestras. Jaichim lo desafía todo el tiempo. No perdona que tú seas la creación de dos humanos. La unión entre papá y mamá. Sin duda, Jaichim te ama tanto como te aborrece. Tú le recuerdas a cada momento lo que nunca logrará. La gran diferencia entre él y los mortales.

 

Meses, años. Jaichim no se rinde y mamá está cansada de tanta pelea. De tanto miedo que Jaichim mezcla con palabras amorosas y promesas. Una noche, agota la paciencia de Jaichim. Y renacen sus deseos de venganza. Jaichim está decidido a aniquilar a papá. Encarna en hombre y pelean como fieras. Papá malherido va en busca de ayuda y desfallece en el camino. Intenta llegar a la iglesia, pero se desvanece en mitad de la calle. Papá muere. Mamá enloquece de rabia y dolor. Jaichim destroza todo lo que encuentra a su paso: muebles, ventanas, incluso derrumba paredes. Pero no te toca a ti. Tampoco entiende la reacción de mamá. Sabe que la ha perdido para siempre. Pero no quiere, ni puede, alejarse de ambas. Las ama demasiado. Entonces, viene el Santo Oficio por mamá. La encarcelan. Mamá se hunde más en la locura. Jaichim intenta salvarla, con la condición de que le pertenezca. De que reniegue de su fe en Dios. En ese Creador que lo único que logró fue separarlos y hacer a un  lado a sus primeras criaturas por los humanos. Mamá acepta los cargos del juicio. Apenas puede firmar su declaración. Escapa de la tortura, mas no de la hoguera. La van a ejecutar por bruja. Jaichim se mantiene a su lado. Trata de convencerla. Sería tan fácil escapar. Pero mamá sólo anhela el castigo divino por haber insultado a Dios. Por cometer el pecado de la soberbia. Jaichim se da por vencido. Todo es inútil. Pero ahora te tiene a ti. Tú ocuparás el lugar de mamá.

 

-¿Qué has hecho, Jaichim? -gritaste angustiada.

 

Cuando volviste en ti, saltaste de tu camastro buscando refugio en el rincón más apartado de Jaichim. Temblabas. Morías de pánico. ¿Quién era Jaichim? ¿Qué era? Lo único cierto es que había destruido tu vida. Ahora lo entendías muy bien. Mamá te mostró la verdadera cara de Jaichim. Su total egoísmo. Nada fue resultado de tu delirio. Jaichim no te amaba. Sólo eras el instrumento de su venganza.

 

-Dulce Dios, no seas mi juez, sino mi salvador, Jesús mío, misericordia…-rezabas en voz alta con la cara oculta entre las piernas.

 

Jaichim reía tan fuerte que las paredes de tu celda parecían cimbrarse. Seguías tratando de rezar, pero en algún momento ya no sabías lo que estabas diciendo. Entonces, Jaichim se transformó en espíritu. Te susurró palabras de amor al oído. Luego te recorrió toda, acariciando cada punto de tu cuerpo. Por último, se anidó entre tus piernas. No pudiste evitarlo… Sentiste de nuevo el deseo que despertaba en ti. Pero te rehusabas a revivirlo. No podías rendirte.

 

-Ámame, Mariángeles… ámame.

 

Una silueta se acercó a tu celda en medio de la oscuridad. Luego apoyó su cabeza en la puerta. Quería escucharlo todo. Sabía que no estabas sola. Había distinguido una voz masculina. También notó en el aire el aroma a nardos. Ese no era el olor de la santidad.

 

-¡No, aléjate de mí! -y dejaste tu refugio de un salto, pero caíste en brazos de Jaichim, quien te sostuvo con fuerza. No escaparías.

 

-¡Jamás! ¡Siempre estaré contigo!

 

La puerta de tu celda se abrió para dar paso a la silueta. Sus ojillos astutos brillaban como dos carbones encendidos. Era Verónica, que empuñaba un crucifijo con la mano en alto. Rezaba sin pausa. Estaba frenética. Su rostro parecía una visión del infierno: hinchado por la herida y retorcido en un rictus de ansiedad y locura.

 

-¡Detente, espíritu, el más impuro y maldito, causa de malicia, esencia de crímenes, origen de pecados que te deleitas en engaños, sacrilegio, adulterio y crimen!

 

Jaichim rió de nuevo. Parecía divertirse escuchando las letanías de Verónica. Mientras, ella se acercaba lentamente a ustedes. Tú diste un paso hacia delante, la furia se apoderaba de ti brotando desde tus entrañas. Miraste la puerta y ésta se cerró de golpe. Verónica apenas se dio cuenta y siguió rezando enajenada. Jaichim fue a su encuentro y Verónica lo miró con ojos desorbitados. Jaichim puso su pulgar sobre la frente de Verónica y ella empezó a convulsionarse para después caer al suelo. Arqueaba el cuerpo en posturas torcidas. Clavaste tu mirada en ella y segundos después se estrelló contra la puerta, como si fuera impulsada por una fuerza extraordinaria. Inmediatamente perdió el conocimiento y un hilito de sangre brotó de su boca. Sus ojos astutos quedaron en blanco, sin vida.

 

-¡Bien hecho, Mariángeles! -celebró Jaichim sonriente.

 

Escuchaste un barullo de voces que venían de fuera. Las monjas estaban asustadas. Ni siquiera podían imaginar lo que estaba ocurriendo en tu celda. Sólo alcanzaron a escuchar las risas de Jaichim, los rezos y el golpe. Te exigían que abrieras la puerta. Así que reaccionaste como si despertaras de un mal sueño y caíste de rodillas, cubriéndote la cara con las manos. No podías creer  lo que habías hecho. Jaichim desapareció una vez más, convertido en espíritu, riendo quedito como quien se burla de una travesura.

 

Continuará…

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macarMacarena Muñoz

Vampira estudiosa de su especie. Cazadora de los alientos de la noche para construir historias de un mundo distinto al que habita.

macvamp.blogspot.com

@MacVampMM