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LA ANIMACIÓN DE JIRI TRNKA

 

Juan Manuel Díaz de la Torre

 

 

Hace unos meses escribí una entrada sobre la animación del este de Europa. Si bien la animación fue un medio que se arraigó profundamente en esa región —en muchos sentidos gracias a los esfuerzos soviéticos de generar una respuesta a Walt Disney y a otros estudios de animación—, fue en Checoslovaquia (hoy Chequia y Eslovaquia) donde alcanzó niveles de sofisticación poco vistos con anterioridad. Sin importar que fuera en Europa o en Estados Unidos, los alcances logrados por los artistas de animación checoslovacos fueron únicos en su especie. En todo el bloque soviético encontramos genios, sin los cuales no se puede entender el arte de la animación tal cual lo entendemos hoy.  Cineastas como Wladislaw Starewiczs en Polonia, Nina Shorina y Vladimir Torasov en Rusia y Robert Sahakyans en Armenia fueron pioneros en sus ámbitos y en el medio, pero el arte de las marionetas animadas de Jiri Trnka y su stop motion fue, sin duda, revolucionario.  No fue el único: cineastas como Hermina Tyrlova, Karel Zenón, Bratislava Pojar, Jiri Barta y el enorme Jan Svenkmajer necesitarían una entrada para generar un panorama introductorio al arte de la animación checoslovaca.

Pues hoy empezaré con quien es, para muchos, el padre de la animación checoslovaca: Jiri Trnka. Titiritero, animador, escultor, pintor, ilustrador y escenógrafo nacido en 1912 en Pilsen. Su obra es extensa y muy versátil, desde comerciales en sus días tempranos hasta películas de acción real. Aquí me concentraré en dos de sus cortos más emblemáticos e importantes: La mano (1965) y La abuela cibernética (1962). Ambos serían sus últimas obras, pues el director murió en 1969, y para muchos son dos de los mejores cortos animados de toda la historia, particularmente La mano. La técnica en ambos cortos es la animación con marionetas, una táctica arraigada tanto en Chequia como en Eslovaquia, no en menor medida gracias al trabajo de Trnka. La elección de la técnica por parte del cineasta se debe a que, en sus propias palabras, la animación con marionetas le permite plasmar sus ideas e intensiones sin interferencias o filtros, como ocurría con las técnicas tradicionales e inclusive con actores reales.  Por medio de marionetas, diseñadas y talladas por él mismo, Trnka podría alcanzar la expresividad que buscaba gracias a encuadres, iluminación y movimiento de la marioneta. Mismas ideas que veremos en directores que echan mano de la misma técnica, como los insectos disecados de Wladislaw Starewiczs o las ratas disecadas de Jiri Barta en su Flautista de Hamelin.

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Jiri Trnka (1912-1969)

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Ahora bien, sobre los dos cortos mencionados de Trnka hay una crítica política y social mordaz.  En La mano el director nos muestra a un alfarero, que representa a todos los y las artistas en Checoslovaquia (en realidad, de todo el bloque soviético). Ese alfarero gusta de hacer macetas para su planta, pero su trabajo es interrumpido por una mano gigante, una mano totalizadora que busca que el alfarero haga un tipo de arte en específico: un arte oficialista. La mano busca por todos los medios que el alfarero sólo esculpa manos, pero el protagonista se resiste. La mano busca confrontarlo con dinero y amenazas hasta que, por medio de engaños, la mano logra que el escultor se rinda. Es enjaulado y termina por esculpir una mano oficialista. Con este hecho, el alfarero es llenado de coronas de laureles y medallas. Al final, el alfarero muere y la mano termina por rendirle homenajes. En breves 17 minutos, el animador nos muestra una agria realidad para los y las artistas en Checoslovaquia, una critica dura a la relación del artista con el poder y cómo éste se mofa del creador adjudicándose obras que en muchos sentidos son críticas de ese mismo poder. Eso no impide que el oficialismo se apropia de la vida, obra y muerte de los artistas.

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El segundo corto, La abuela cibernética, es una reflexión tanto tierna como lúgubre de la relación entre las personas y la tecnología. La premisa, igual de simple que en La mano, es que una abuela vive en el campo con su nieta hasta que recibe un mensaje del padre de la niña: “Llévala a mi casa”, y la abuela obedece. Somos testigos del amor entre la abuela y su nieta. Asombra la manera en que se vuelven tan expresivas dos marionetas que, además, no tienen expresiones faciales; por el contrario, toda la emoción reside en los movimientos y la iluminación. La nieta tiene que abandonar a su abuela cuando llega a una ciudad futurista en donde no tiene ningún contacto humano. Por fin, llega a la casa de sus padres donde no encuentra a nadie más que a una tétrica abuela mecánica, una silla automatizada con voz incluida (por cierto, la única voz que se escucha en los 21 minutos de duración del corto). Al final, vemos una experiencia un tanto pesadillesca desde la perspectiva de la niña, que es rescatada por su abuela. El mensaje es claro: la tecnología no podrá sustituir a los humanos. Trnka escoge la ciencia ficción como ámbito natural de la crítica tecnológica y a los procesos automatizadores de la vida contemporánea, una crítica que resuena más que nunca. La abuela mecánica es un débil sustituto a la verdadera conexión humana, es como si Trnka hubiera podido prever el futuro que nos esperaba. Aunque, si lo pensamos bien, la ciencia ficción como género crítico y la animación como forma de arte específica a esa crítica serán algo propio al bloque soviético en su larga tradición cinematográfica.

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Juan Manuel Diaz de la Torre

Nací en la Ciudad de México un 11 de octubre de 1985.

Ese día fue viernes y debí nacer a las 6 de la mañana, pero llegué hasta las 8.

Tal vez por eso me gustan los viernes y dormir hasta tarde.

Soy escritor de poesía, cuento, novela y viñeta, aunque mi trabajo diurno es ser profesor e investigador.

En realidad, creo que mi chamba es comunicar: sin importar que sea una reflexión en forma de cuento, un análisis de una película o algún apunte sociológico, lo único que hago es comunicar.

 

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