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LA ESTRATAGEMA MURCIÉLAGA

 

Alicia M. Mares

 

 

“Que el proyecto de los murciélagos flamígeros terminase en desastre no ha bastado para arrojarlo en el olvido o la ignominia: aún ahora se le invoca con cierto aprecio y se le tiene, al menos, por un fatal aunque entrañable error de estrategia militar.”

Revisitando Lo volátil y las fauces

El otro día recordé uno de los relatos más descabellados de este encandilante libro: “Conflagración de murciélagos”. A su vez, considero a este cuento uno de los mejores exponentes del libro y, en sí, de la propuesta del mexicano Ignacio Padilla (1968-2016).

Lo volátil y las fauces (Páginas de espuma, 2018) se caracteriza por su temeraria, innovadora y desparpajada creación de una historia alterna, protagonizada por un bestiario descomunal. La participación de los murciélagos me parece una de las más memorables.

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La estrategia quiróptera

Todo empieza durante la Segunda Guerra Mundial, cuando “los americanos estaban dispuestos a lo que fuera con tal de corregir el desastrado rumbo de sus escaramuzas en el frente del Pacífico”. Entra en acción el Dr. Lytle Adams, quien concibe la idea de utilizar a los mamíferos más pequeños del mundo para orquestar un ataque incendiario contra los japoneses.

Tuve un sueño, escribía el doctor Adams. Un sueño como un hachazo, una iluminación filosa donde una nube de volátiles roedores reducía con fuego una aldea de pagodas, sombreros puntiagudos y descoloridos hombrecitos de evidente papel.

El mismo año en que fue el ataque a Pearl Harbor, esta rama visionaria de la milicia estadounidense aprobó la iniciativa del desquiciado doctor y se pusieron a cazar murciélagos, construir bombas con cargas de queroseno. Pronto, comenzaron las primeras pruebas.

No obstante, todas fueron un fracaso estrepitoso:

“Lanzados por un B-25 a mil metros de altura, los murciélagos ralentizados no despertaron a tiempo para abandonar sus jaulas nodriza; los paracaídas, por su parte, resultaron demasiado pequeños para sostener aquellos cuerpecillos fláccidos, de modo que los murciélagos se precipitaron al suelo en una hecatombe de huesos rotos y alas quebradas. En un santiamén la Base Edwards quedó sembrada de montículos de birria afelpada, pegajosa y negra.”

Leemos todo esto con un lenguaje conciso y objetivo, típico de los reportes militares, y el contraste con la desternillada situación crea un tipo de comedia bastante sofisticada: de allí que sea memorable.

Por otro lado, podría argumentarse que toda la situación es solo un reflejo de la mentalidad estadounidense, distorsionada por propaganda de guerra y ensañada en el instinto bélico; ridiculez inherente americana de masacrar por el bien de masacrar. El sueño del Dr. Adams puede servir como evidencia de los prejuicios que pueblan la mente de toda una nación. Es en la dispersión de sus estereotipos y lo distante que parecen todos sus enemigos, que justifican sus campañas atroces.

La ridiculez de la situación llega a su punto álgido en la siguiente prueba, que se lleva a cabo en la base Edwards.

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La huida alada

Padilla cuenta con lujo de detalles cómo es que los murciélagos escaparon de sus ojivas, cambiaron de rumbo y tiraron sus cargas en pleno hangar de la base. Para acabarla de acabar, justo venía un alto mando a verificar el progreso:

“Treinta murciélagos fueron aún más lejos: remontaron las frondas aledañas al lago Murco Dry y alcanzaron el auto de un bilioso general que venía a certificar el proyecto. El general salió indemne, pero en el bochinche le mataron al chofer y a una amiga de neumáticas caderas que claramente no era parte de la milicia.”

Es así que, a petición de un general aún más bilioso, se puso una tunda al doctor Adams (¿carismática referencia a la familia Addams, que comparte el profundo amor a lo tenebroso y estrambótico?), y la Oficina de Arsenal Químico canceló el proyecto de murciélagos incendiarios, llamado penosamente “Proyecto Rayos X”.

Aparte de disfrutar el cariz cómico y de elocuente extravagancia de este cuento, lo podemos usar como punto de partida para reflexionar sobre la innegable ridiculez de la guerra y de los hombres que la gestan. Ahora bien, puede entenderse como algo aún más profundo.

“Conflagración de murciélagos” parece contener la perenne lección narrativa y filosófica de que, por más ciencia que se use, por más noble que sea el propósito y urgente sea la fecha de entrega, la humanidad nada más no puede controlar a la naturaleza.

El intento solo termina en desastre o, como es el caso de este cuento, en hilarante catástrofe.

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Ignacio Padilla

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AQUÍ puedes conseguir el libro.

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Alicia Maya Mares (Ciudad de México, 1996)

Graduada del 12º Máster en Creación Literaria de la Universidad Pompeu Fabra y correctora de estilo en formación. Trabaja como redactora en una agencia digital. Ha publicado en la sección “Piensa Joven” del Heraldo de México, en las revistas Marabunta, Colofón, Origami Efecto Antabus, y le lee su columna de revista Palabrerías a sus seis gatos. Creció al lado de un árbol de jacaranda.

Twitter: @AliciaSkeltar

Facebook: @AliciaMaresReading

Instagram: @aliciamayamares

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